Prórroga larga antes de los penaltis
Tres días después de ser proclamado presidente por aclamación –no salió a saludar al balcón pero poco faltó–, llegó al Parlamento dispuesto a hacer saltar ... todo por los aires. En un mal primer augurio, comprobó atónito que no había alfombra roja para su llegada. Los dueños del poder por derecho natural toleran mal una palabra, la palabra no.
Descartada de antemano la moción de censura en favor de una estrategia de confrontación que haga el ambiente irrespirable y fuerce unas elecciones, no tardó en comprender la fotografía. Se vio acosado por su derecha, sin apoyos, ante un Gobierno decidido a no dimitir y unos socios dispuestos a no dejarlo caer. Visto el panorama, ahora, como ese entrenador de fútbol que saca a todos sus delanteros a la desesperada y luego se ve obligado a jugar la prórroga con un once sin pies ni cabeza, se enfrenta a un hipotético partido largo rodeado de un equipo nuevo creado de forma específica para el enfrentamiento en lugar de para conseguir acuerdos. Esas prórrogas se suelen hacer interminables antes de los penaltis.
La escena allá arriba subido al atril, zafia, recordó al pasaje de 'Crónica de una muerte anunciada' donde al ver llegar a las mujeres de la familia del general San Román camino al funeral en el pueblo se piensa que «un desconsuelo como ese solo podía fingirse para ocultar otras vergüenzas mayores».
Quizá, que se puso en evidencia que, ante una oposición sin entidad ni números para articular otras mayorías en las instituciones representativas, la más eficaz fuente de desgaste de un Gobierno débil es un Estado con gran capacidad de intimidación y que todo queda al albur de sus próximos pasos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión