Mi memoria reconoce una sensación estimulante, mezcla de curiosidad, temor y excitación, que asocia a los comienzos. En algún momento del proceso de madurez, una ... voz interior intentó convencerme de que debía desconfiar de lo nuevo, que los cambios traen dolor, que más vale lo malo conocido. Imagino que los mecanismos de supervivencia incluyen cierta prevención al riesgo en nuestra herencia genética pero, tras las sonrisas nerviosas y la torpeza inicial que provoca lo desconocido, los comienzos provocan en mí, una renovadora descarga de energía.
En un modelo de sociedad que celebra el logro y reparte medallas entre quienes consiguen sus metas yo opino que no hay momento más intenso que las salidas. Lo mejor de los comienzos es que puedes imaginar cómo continúan. Cierto es que la mayoría de las veces el destino ha trazado sus propios planes pero, por un momento, te encuentras solo ante una página en blanco y, bendita ingenuidad, sientes que puedes escribir el siguiente capítulo de tu vida.
Los comienzos no sólo se dan en los primeros días del año. Renacemos cada día pero, del Ramadán al Yom Kipur, todas las culturas destacan en rojo fechas que anuncian un final y fijan un punto de partida. Para mí, el inicio de año es el punto de origen de una travesía de la que sólo puedo ver los primeros metros. Lleno de dificultades, plagado de oportunidades aquí arranca el camino. Y aunque los pies ya pesan, nunca se es demasiado viejo para emprender un nuevo comienzo.
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