Las diez noticias clave de la jornada
Donde nace el viento

Destinos

A pesar de lo que pudiera parecer, vivir no es demasiado complicado. Lo complicado es ausentarse y alejarse de la realidad

Las Médulas, en el norte de León, un paraíso hasta que se quemó, era el lugar donde los antiguos romanos extraían el oro que necesitaban. ... Oro se llama a lo que nos enriquece, aunque no tenga forma de metal dorado, ni se substancie en monedas o billetes de curso, avalados por algún banco importante.

Publicidad

La diferencia entre el optimista y el pesimista estriba en que para el primero la realidad es una fuente de desgracia e insatisfacción permanente, y para el segundo de alegría y de esperanzas sin límite. Para el primero existe un destino implacable desde el inicio de los tiempos que impulsa a los seres humanos a actuar de manera egoísta, buscando el propio bienestar, la salvación individual, antes que la de la colectividad a la que pertenecen, aunque no lo reconozcan. Estar vivos es, para todos, una batalla descomunal, una lucha incesante para preservar lo más preciado que se posee, que no es otra cosa que la dignidad superior que nos hace a todos iguales en cuerpo y también en espíritu, signifique lo que signifique.

A pesar de lo que pudiera parecer, vivir no es demasiado complicado. Lo complicado es ausentarse y alejarse de la realidad, ahuyentar a los propios y no intentar acercar a los extraños, dispersarse en quehaceres inútiles, abdicar de creencias propias, buscar la unanimidad y la aquiescencia total, no cuestionar ni cuestionarse, deambular ajeno a lo que rodea, merodeador de la propia causa, insensible a la compasión y a la pena.

Llueve y se conmueven los cristales de las ventanas que dan a la calle, indiferente al ir y venir de las gentes que deambulan y hablan a veces sin entrar a discutir sobre la gravedad de las cosas. En general, hay más optimistas que pesimistas. Pocos quieren ver la magnitud de la tragedia. El ritmo y la cadencia, la dulzura de los días imponen una visión distinta a la que pudieran provocar los dolores innatos del mundo, que no son nuevos, pero no por ello dejan de influir, deslizando en el interior su cuchilla delgada de amargura.

Publicidad

El optimista no se rinde a las evidencias y busca más allá de las sombras que le rodean, como en la caverna de Platón, una luz que ilumine su estancia. Busca en la sangre un surtidor que lo impulse al exterior, a sobreponerse a la apariencia, a la quiebra del lenguaje, a la decadencia de las costumbres, a la utopía inversa, a la maldad instituida, a la desesperanza, al fracaso de la belleza, al hechizo de los sueños. Quiere cabalgar en el alegre caballo del tiovivo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad