Boda
El deseo de vivir es el de convivir, dejar que el tiempo se escurra entre los dedos y caiga con mesura al suelo de los afectos
Nacemos, pero nadie elige nacer; asimismo, pocos eligen dónde morir; la buena o mala fortuna decide por todos. Hay, sin embargo, seres afortunados que saben ... con quién vivir y cómo perdurar en el tiempo florido de la primavera eterna, la que nunca se agosta ni conoce sequías duraderas y cosechas nefastas. Vivir con amor no hace la vida más larga, pero lo parece, porque tiene el brillo de un relámpago que no se apaga, la intensidad de una aurora que no quiere deslumbrar, el misterio de un satélite recién descubierto y que gira alrededor de un astro desconocido y ajeno.
De un árbol, lo invisible es la raíz, pero sin raíz lo visible dejaría de existir. Lo saben los seres pensantes, porque pensar es buscar la raíz de las cosas, y una vez descubierta, desvelar su secreto, hacerlo saber, proclamar la verdad inmediata, la claridad de toda materia existente. Pero no lo saben los pájaros; guiados por su sentido vuelan y se entretienen, construyen su hogar en lugares abiertos, animan el aire con sus bailes, siembran el cielo con plumas y juegan con las nubes como si fuesen pelotas en un patio enorme, inaccesible para nadie que no sea osadamente alado.
Lo importante no debe esconderse, sino proclamarlo a los presentes, al viento de la mañana, a la lluvia futura y fructífera, al mar en calma, al río pensativo, al agua que fluye y deja que resbalen corrientes de ternura blanda y humedad. Lo visible, lo que resalta a los sentidos, todo aquello que se quiere y que, por el solo hecho de querer, embellece los cuerpos, prevalece y dura de alguna manera. Dos no se hacen uno al instante, por simple fórmula matemática; la metamorfosis no requiere dos vidas, sino una que valga por dos. Es labor de los amantes alentar el impulso, no dejar que decaiga en su quietud apresurada. Marchitarse es volver a la tierra no fecunda, vencida por los elementos, dejar de crecer. No hay que rendirse jamás.
El deseo de vivir es el deseo de convivir, dejar que el tiempo se escurra entre los dedos y vaya cayendo con mesura al suelo de los afectos, para que surjan despacio nuevas plantas, nuevos árboles, sombra y refugio para seres indefensos, aves, insectos, cuando el clima denso obliga al descanso. Pocas visiones tan hermosas como un árbol en medio del prado, rodeado de luz. Así, los amantes, que lucen más que el sol, y lo que les rodea se convierte en una fiesta, que nunca debería cesar, en una canción que se repite cada mañana, cuando se abren lentamente los ojos.
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