Rigor y transparencia con el TAV
La unión de la Y vasca con Navarra por Vitoria perjudica a Gipuzkoa y merece un debate contrastado
La opción de que la conexión del TAV entre Donostia y Pamplona sea a través de Vitoria frente a la vía de Ezkio-Itsaso, corrigiendo ... el plan original, ha vuelto a abrir un frente político y territorial entre las diputaciones de Gipuzkoa y Álava. La opción alavesa, por la que parece inclinarse el Ministerio de Transportes, supone un evidente revés para Gipuzkoa y Bizkaia ya que eleva considerablemente los tiempos de trayecto entre ambos territorios con Pamplona, perjudicando a una población potencial de 1,9 millones de habitantes. En concreto, viajar en alta velocidad entre Donostia y Pamplona por Vitoria tendrá una duración de 63 minutos, frente a los 43 si la conexión se produce por Ezkio-Itsaso; una estación que prácticamente está rematada. El tiempo de los viajeros no solo se verá afectado. Tal y como defienden numerosos expertos, la vía guipuzcoana es más competitiva para las empresas de ambos territorios ya que permite enlazar el ramal europeo del Atlántico con el del Mediterráneo y también el ramal del Cantábrico con el del Mediterráneo.
El Gobierno central defiende que la opción de Ezkio es el triple de cara y medioambientalmente más perjudicial, ya que la obra tendría un mayor impacto sobre Aralar. Unas conclusiones que ya apuntaban los técnicos del ministerio –dirigido entonces por el PP– en su estudio de enero de 2018 sobre la conexión y que fue duramente rebatido por el propio Gobierno Vasco, con el PNV en la consejería de Infraestructuras. En esas alegaciones firmadas dos meses después, el Gobierno Vasco apreciaba más ventajas a la conexión por Ezkio, no solo por su mayor competitividad en tiempo de viaje, sino por su menor coste a largo plazo, su menor impacto medioambiental –enmendaba a Fomento por hacer mal sus cálculos y presentó vías alternativas– y porque la conexión por Vitoria tenía un riesgo mucho mayor de saturación, y por lo tanto restaba servicios frente a la vía guipuzcoana.
Lo cierto es que pese a que la polémica ha estallado ahora, con la Diputación de Gipuzkoa tildando de alarmante que el Gobierno «cambie de criterio» y se incline por Vitoria, esta opción no solo fue planteada por el Ministerio en 2018. En 2023 este periódico volvió a publicar que Madrid se inclinaba por Álava, sin que ninguna institución reaccionara. En este clima de desconcierto, el ministro Puente reconoce ver «más plausible» la conexión con Vitoria, aunque los sondeos hidrogeológicos previos sobre el trazado a Ezkio ni siquiera han comenzado. De hecho, las instituciones vascas carecen de informes actualizados que avalen una u otra opción; todo ello cuando se supone que quedan cinco años para acabar el TAV. Resultaría difícil defender que tras años de retrasos y silencios sobre el final de la Y vasca y su conexión con la península –elevando la desafección ciudadana sobre las bondades de un medio de transporte estratégico–, la urgencia por rematar una infraestructura sumamente compleja lleve a decantarse por decisiones de regate corto, sin el debido contraste técnico, que pueden penalizar su sostenibilidad a largo plazo. Es hora de un debate serio y contrastado porque los argumentos políticos de trazo grueso son fácilmente rebatibles. Inclinarse por Álava frente a Gipuzkoa por su menor coste o por criterios ecológicos en una obra de la envergadura, inversión e impacto de la alta velocidad en todo Europa resulta cuando menos discutible sin un análisis técnico contrastado. Si el problema es el esfuerzo presupuestario, también se podría poner sobre la mesa que las estaciones del TAV de Bilbao y Vitoria superarán los 1.500 millones de euros frente a los 100 de la donostiarra. De momento, el último en hablar fue el Parlamento Europeo, que se inclina por las ventajas de la conexión guipuzcoana. Ahora más que nunca son necesarios los análisis técnicos, la alta política y los liderazgos. Gipuzkoa y Euskadi no pueden perder el tren.
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