La memoria necesaria
El documental sobre el asesinato de Gregorio Ordóñez es un revulsivo frente al riesgo de amnesia en las nuevas generaciones
El Festival de Cine de San Sebastián fue ayer el escenario del documental sobre el asesinato de Gregorio Ordóñez promovido por EL DIARIO VASCO. Al ... incluir esta obra en su programación, el Zinemaldia donostiarra realiza un gesto de profundo alcance cívico que debe servir para reivindicar la memoria y recordar la tragedia que sufrió esta ciudad y este país, provocada por quienes practicaron el terrorismo y quisieron imponer su proyecto totalitario negando la pluralidad vasca sobre la base del odio. El no reconocimiento del otro es la base de la intolerancia, tan presente en nuestros días, y ya provocó entre nosotros un intento criminal por laminar al adversario. Por eso el documental tiene hoy un gigantesco valor de presente y un extraordinario potencial de futuro para evitar el riesgo de la amnesia sobre lo que ocurrió en aquel País Vasco marcado por la sinrazón hace 30 años.
La obra permite recordar la pasión política y donostiarra del que fuera primer teniente de alcalde de San Sebastián, su dimensión política como dirigente del PP, su valentía frente a ETA y sus últimas horas antes de morir asesinado. También recuerda hasta qué punto aquel crimen despertó una respuesta firme frente al fanatismo del terror al activar un movimiento social. Al comenzar con aquel atentado el siniestro periodo de 'socialización del sufrimiento' –con el que ETA pretendía acobardar y silenciar a los no nacionalistas–, la organización terrorista inició el principio del fin que desembocaría en 2011, dejando enormes secuelas morales y humanas que aún cicatrizan.
El Zinemaldia incorpora la mirada de un documental riguroso y, a la vez, repleto de emociones que contribuye a ejercitar una necesaria reflexión colectiva para abordar el compromiso y la indiferencia que marcaron aquellos años, sus silencios y el miedo imperante. Supone una catarsis moral y democrática, de duelo cívico, que pone el foco en las víctimas. Los testimonios de su viuda, Ana Iríbar, de su hijo, Javier, y de su hermana, Consuelo, constituyen una lección de entereza y dignidad. Resulta reconfortante que la cultura, un poderoso instrumento para posibilitar la creación y el pensamiento crítico, ofrezca un relato para que lo conozcan las futuras generaciones, para que sepan quién fue Ordóñez y cómo y por qué fue asesinado siendo un legítimo representante de la voluntad popular. Y hacerlo en el Festival le da un valor excepcional para sanar las heridas. Para pasar la página primero hay que leerla.
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