Secciones
Servicios
Destacamos
La declaración de Juan Espadas, portavoz socialista en el Senado y líder del PSOE andaluz, de que no va a permitir que un acuerdo sobre ... la financiación en Cataluña «perjudique a Andalucía» pone de relieve el difícil laberinto territorial en el que se ha introducido el Gobierno central tras el acuerdo entre el PSC y ERC para hacer presidente a Salvador Illa como presidente de la Generalitat. La reacción de Espadas es sintomática porque, más allá de las críticas previsibles de Javier Lambán y de Emiliano García-Page, refleja un desconcierto incluso entre los más fieles a Sánchez. El plan para desplegar en el tiempo la Hacienda catalana con toda su potencialidad granjea malestar en una parte del socialismo español, pese a que ayer la Ejecutiva federal cerró filas y a que Junts lo ha repudiado como una renuncia a la soberanía fiscal. El mismo Pedro Sánchez contiene la respiración, a las pocas horas de que la militancia de Esquerra se posicione sobre el pacto en una consulta vinculante en la que puede pasar cualquier cosa. De entrada porque ni siquiera habría que descartar que Carles Puigdemont viajara de sorpresa en las próximas horas para ser detenido, y distorsionar así la votación de las bases de ERC e inclinar la balanza en contra de un compromiso, forzando una repetición de las elecciones.
El preacuerdo PSC-ERC ha sido acogido favorablemente por el lehendakari Pradales, a pesar de los históricos recelos que suscita el Concierto vasco en el nacionalismo catalán. La tormenta amenaza con reabrir el debate sobre las singularidades fiscales de las comunidades forales y el régimen común, lo que de rebote puede poner la lupa sobre la solidaridad del modelo vasconavarro, a pesar de su inequívoco anclaje en la Constitución. La amenaza de seis diputados aliados de Sánchez de tumbar el pacto confirma su fragilidad. La otra cara, la más positiva, tiene que ver con la necesidad de explorar una salida para Cataluña a través de la negociación. Hay que empezar a asumir que quizá la única manera de desactivar el secesionismo pasa, tarde o temprano, por un diseño singular para determinadas nacionalidades, pero que sea compatible con el Estado autonómico. El equilibrio es complejo pero la alternativa, la ruptura, es peor. O se hace por consenso o esta pretensión está condenada a nacer con debilidad y a ser un arma arrojadiza. El nuevo sistema necesita una cobertura amplia y no limitarse a ser un elemento de discordia.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
No te pierdas...
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.