Antonio Machado, hace 80 años
El 22 de febrero de 1939, hace 80 años, en una humilde cama del hotel Bougnol-Quintana, allá en Colliure, un pequeño pueblo pesquero de ... la costa azul francesa, moría don Antonio Machado. El día 27 de enero había pasado la frontera a pie, en medio de durísimas calamidades, por encima de Port Bou. Su exilio no había llegado a un mes y moría de pena por conocer lo que había ocurrido.
Machado pertenecía a esa corriente liberal, europeísta, laica y republicana proveniente de Cádiz. Su abuelo, Antonio Machado Núñez, había sido médico, químico, prestigioso naturalista darwiniano y rector de la universidad de Sevilla. Su padre, Antonio Machado Álvarez, abogado, doctor en Filosofía, lingüista, folklorista eminente, impulsor de revistas culturales.
Las dos familias vivían en el Palacio de las Dueñas, que en ese momento estaba alquilado a varias familias. Aquí nació Antonio Machado el 26 de julio de 1875, y en los ocho años que vivió en este palacete se impregnó del color y embrujo andaluz. Allí creció escuchando romances de la abuela Cipriana embebido en un ambiente que rezumaba cultura. De ahí aquellos versos: «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla…». En aquella casa de economía media, cantaban romances, leían, pintaban, escuchaban música, hablaban idiomas. Era tal el amor a la cultura, que el abuelo, teniendo un futuro asegurado en la Universidad de Sevilla, solicitó traslado a la Universidad de Madrid para que sus nietos pudieran estudiar en la Institución Libre de Enseñanza, que para él era la mejor educación que se daba en España. Y allí se fueron, Manuel (9 años), Antonio (8), José (4), y luego se unirían Joaquín y Francisco. Todos estudiarán en la Insti, con un sistema innovador, laico, europeísta, experimental y centrado en el niño.
Machado, junto con Unamuno y tantos otros intelectuales, apoyó la llegada de la República, por lo que suponía de renovación y acercamiento a Europa frente a una monarquía anquilosada. Machado apoyó y se implicó en las Misiones Pedagógicas, que llevaron por los pueblos cine, teatro, sistemas de higiene, nutrición... Y lo más importante se crearon miles de bibliotecas y escuelas rurales dotadas con maestros vocacionales muy bien preparados. Y esa labor, iniciada en 1876 bajo los auspicios de Giner de los Ríos, culminó sus frutos cambiando la mentalidad de parte del país. Pero siguieron los bloques de las dos Españas, hubo un golpe militar contra el Gobierno legítimo que nos arrastró a una terrorífica guerra civil, 40 de dictadura y otros 40 de resaca. A don Antonio Machado, un hombre profundamente bueno, ciudadano ejemplar, republicano hasta la médula, le tocó del lado de los perdedores. Siguió fiel a sus ideales y tuvo que marchar cuando para él ya no había espacio para la esperanza.
Enfermo, peleó con la pluma hasta el final por la legitimidad de la República. Pero no pudo ser. De Madrid pasó a Valencia, luego a Barcelona, y el 27 tuvo que marchar. Fue todo un drama atravesar la frontera enfermo de asma, envejecido y casi sin poder andar, con su anciana madre de 85 años llevada en brazos por Corpus Barga. Era de noche, hacía mucho frío y racheaba la lluvia en el Coll dels Balitres.
Era tal su tristeza, que casi no salió de la pensión. Murió asmático y de tristeza el día 22 de febrero a las 15:30 habiendo estado consciente hasta unos minutos antes. En un bolsillo de su chaqueta encontraron sus últimos veros: «Estos días azules, y este sol de la infancia». En la lápida de su tumba podemos leer: «Y cuando llegue el día del último viaje/ y esté a partir la nave que nunca ha de tornar, /me encontraréis a bordo ligero de equipaje, / casi desnudo, como los hijos de la mar». Toda una premonición de lo que nunca debió haber sucedido.
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