La cultura de los pactos
roberto r. aramaro
PROFESOR DE INVESTIGACIÓN DEL INSTITUTO DE FILOSOFÍA DEL CSIC
Lunes, 11 de noviembre 2019, 07:21
Al ser preguntado por lo que le diferencia de Podemos, Errejón responde con toda concisión: la cultura del pacto. No es poca cosa. La transición ... pudo haber sido distinta, desde luego, pero logró ser algo funcional porque todos cedieron y suscribieron unos mínimos comunes denominadores, como nos recuerdan los emblemáticos Pactos de la Moncloa, firmados entre otros por un exministro franquista y un líder histórico del Partido Comunista español. Si esto se hizo saliendo de una dictadura y por tanto con un conflicto bélico fratricida como telón de fondo, ¿cómo es posible que ahora no sean factibles acuerdos para evitar la paralización de las instituciones en una democracia consolidada?
En primer lugar, la clase política ha cambiado. Suárez había sido secretario general del movimiento y conocía los entresijos de la maquinaría franquista. Fraga pasó de ser un joven ministro con Franco a presidir un partido que daría lugar al Partido Popular. González y Guerra habían militado en la clandestinidad antes de liderar el PSOE. Y Carrillo había conocido el exilio. Los líderes actuales tienen otros itinerarios y únicamente se han curtido en las batallas internas de sus propias formaciones políticas. Resulta sintomático por cierto que ninguna mujer ocupe la primera línea y se les relegue a un segundo plano.
Sánchez supo formar un Gobierno solvente y pretenderá volver a hacerlo. Se ganó a las bases de su partido tras verse ninguneado por sus dirigentes y eso le honra. Pero en cambio no supo integrar a grandes activos como Madina. Parecía bien asesorado por un buen comunicador. Falta saber si ya le aqueja el síndrome de La Moncloa. Cometió un error al vetar a Iglesias. No cabía hacer tal cosa con tu presunto socio preferente, por muchos méritos que hiciera para ello. Ahora mantiene que debe formar un Ejecutivo quien saque más votos, aunque no valoró esa receta cuando la cumplía Rajoy. No lo tiene nada fácil.
Iglesias ha impedido en tres ocasiones la investidura de un candidato progresista. Le tentó superar electoralmente al Partido Socialista y fracasó estrepitosamente. La sangría de votos aumenta con cada convocatoria electoral, pese a que no se dé por aludido y no quepa responsabilizar de tal amenguamiento a su electorado. Los disidentes no son bienvenidos entre sus filas y mentar sus contradicciones equivale a una traición de leso liderazgo. Dimitir no le parece una opción. Al margen de los resultados que obtenga, sigue con su mantra del Gobierno de coalición como única baza para una negociación.
Rivera creció como la espuma gracias al conflicto catalán hasta que tocó techo y ahora se ha desplomado. En realidad, ha servido para fortalecer a Vox y al PP. Si en Andalucía tuvo el pretexto de una deseable alternancia, por ser el único lugar donde no se había dado nunca, las circunstancias que rodearon a los diferentes gobiernos madrileños del Partido Popular demandaban un cambio. Ciudadanos ha suscrito indirectamente pactos con una formación cuyo estandarte no es otro que la mendacidad y la calumnia. Y lo ha pagado muy caro.
Casado se dejó barba para identificarse con ese marianismo que rehuyó hasta hace bien poco. Gracias al impagable apoyo de Rivera, pudo presentarse como un estadista, pese a que la presidenta madrileña o su portavoz parlamentaria suscriben sin tapujos el ideario de Vox, del que tampoco reniega su mentor. El Partido Socialista hubo de abstenerse para investir a Rajoy, pero lo contrario es impensable. ¿Qué pactos de Estado pueden ofrecer que resulten creíbles? Por otra parte, Abascal no deja de ser un subproducto del partido que tantas veces ha malversado temas tan delicados como el terrorismo. Seguirá subiendo.
Volvamos al principio. Errejón era el candidato de Podemos a la Comunidad madrileña, donde le relegó Iglesias. Quiso presentar una plataforma más plural con miras a esas elecciones y renunció al acta de diputado, tal como se le pidió. Podemos obtuvo siete diputados y Más Madrid llegó a veinte. Y estuvo dispuesto a sustentar un Ejecutivo progresista en Madrid para evitar el tripartito que gobierna la región. Su irrupción como única pieza nueva del tablero ha dado en el clavo con su toque de distinción, pese a su resultado electoral.
Es hora de restaurar la cultura de los pactos y apostar por el primado del interés general. Sin ir más lejos, Portugal demuestra que tal cosa no es imposible. Solo se precisan actores políticos que sepan estar a la altura de las circunstancias, como quienes protagonizaron los Pactos de la Moncloa. ¿Nos podemos permitir otras elecciones?
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión