Tan cerca, tan lejos
Podemos construir la Euskadi del futuro reconociendo a los otros o ignorándolos. El desafío nos interpela a que la distancia afectiva entre generaciones no se enquiste haciendo inviable la convivencia
El pacto entre generaciones es una norma no escrita por la cual los adultos cuidamos de nuestros niños y personas mayores pensando que, cuando nos ... toque, los antes niños y luego adultos cuidarán de nosotros, que, a su vez, ya nos habremos convertido en mayores. Lo que sucede es que el momento de proveer cuidados y el de recibirlos están lejanos en el tiempo. Y, por lo tanto, se producen en momentos socioculturales y económicos muy diferentes. En Aubixa Fundazioa, que este año cumple un lustro de vida, llevamos tiempo preocupados por la salud de este acuerdo tácito entre las distintas generaciones. Factores demográficos, económicos, socioculturales, de valores, de empleo... parecen cuestionar no solo la viabilidad, sino también los fundamentos de ese pacto.
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En colaboración con diversas entidades e instituciones –y aquí agradecemos particularmente a Tknika su apoyo-, hemos preguntado durante el primer semestre de este 2021 a la ciudadanía vasca por su posición en torno a esa alianza intergeneracional que nosotros consideramos imprescindible para sostener la Euskadi del presente y del futuro. Lo hemos hecho a través de un sondeo online y una muestra de conveniencia –con notables limitaciones metodológicas, vaya por delante–. Casi cuatro mil vascos, entre jóvenes, adultos y personas mayores, has respondido a un cuestionario sobre sus relaciones sociales, sobre su percepción de la soledad, sobre cómo quieren cuidar y ser cuidados, sobre sus expectativas vitales y también sobre las posibilidades de 'reciprocar'. Nuestra intención con esta encuesta, algunos de cuyos resultados se anticipan en este artículo y se precisarán en el curso de verano de la UPV/EHU que celebraremos el 6 y 7 de septiembre, es generar debate, poder hablar sobre una cuestión ineludible. Incentivar una conversación pública.
Nos ha impresionado la opinión de los jóvenes sobre las posibilidades de llevar adelante su proyecto vital, que consideran más bien escasas, o la consciencia de que van a afrontar una vida futura de expectativas limitadas. Casi uno de cada dos sondeados asegura que le invaden sentimientos de vacío. Nos ha preocupado la lejanía afectiva que observamos entre las generaciones y echamos de menos una mirada más empática, más interdependiente. También nos ha sorprendido, y muy vivamente, la opinión que sobre las relaciones personales –tanto intrageneracionales como intergeneracionales– manifiestan los ciudadanos que han participado en el sondeo. El 70% de todas las personas encuestadas, con ligeras variaciones entre jóvenes, adultos y mayores, cree que carece de gente en la que confiar. Un 50% de toda la muestra estima no tener suficientes personas a las que les vincule una relación de amistad. Y seis de cada diez jóvenes echa en falta la compañía de otros.
En esta época de individualismo galopante, hemos dejado a muchas personas a la intemperie
Estos primeros datos sugieren que no solo tenemos ante nosotros un reto con el pacto entre generaciones, que no deja de ser un tipo peculiar de relación, sino que también hemos de hacer frente a un desafío enorme con el modo en que nos relacionamos socialmente, en el que no parecemos contar con la suficiente cercanía, confianza y apoyo. ¿Cómo trazar un pacto entre generaciones si fallan los cimientos que lo sustentan? A la luz de los datos, necesitamos construir no solo infraestructuras físicas de atención y cuidado, sino también sociales. El empobrecimiento de nuestras relaciones no solo constituye una cuestión personal, sino que remite también a un cierto fracaso de nuestro modelo de sociedad. Y esta constatación exige que comencemos a retejer y re-imaginar nuestras relaciones.
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Las óptimas relaciones sociales no resultan únicamente un indicador de una vida 'buena', o de la salud emocional y física que atesoran nuestros ciudadanos y el conjunto de la sociedad. Nos hablan también de su salud ética y moral. En esta época de individualismo galopante, en la que hemos priorizado las inquietudes y el progreso propio y hemos rebajado el compromiso y la preocupación por los demás, hemos dejado a muchas personas a la intemperie.
Decía Hannah Arendt que «cada generación hace un mundo para sí misma». Lo que sucede es que la construcción de ese 'nuevo mundo' puede levantarse conectada o desconectada de los que le precedieron y prosiguieron. Puede ser armonizada o disonante. Puede reconocer a los otros o ignorarlos. Por eso el desafío nos interpela a que nuestra lejanía afectiva no se enquiste hasta hacer inviable la convivencia social del futuro.
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