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Opinión

Las rendijas del machismo

Carmen Muñoz

Feminista y coportavoz de Berdeak Equo Euskadi

Viernes, 25 de octubre 2024, 23:58

Las denuncias (formales o no) sobre las agresiones sexuales perpetradas por Íñigo Errejón han dejado a una parte importante de la sociedad en shock. Quién ... iba a imaginar que un hombre con ese perfil político, culto, con su habilidad dialéctica y otros tantos parabienes haya quedado desintegrados de un plumazo al aparecer como un agresor sexual, a tenor de los testimonios de las mujeres que han roto su silencio y han intentado sobreponerse al miedo que nos atenaza ante las violencias machistas.

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Desde un punto de vista político y como militante de un partido dentro de la marca Sumar, he compartido varios mítines con Errejón en diferentes campañas y, desde luego, nunca vi ningún comportamiento sospechoso. Claro que los comportamientos no ya sospechosos sino delictivos se llevaban a cabo en la intimidad, donde sometía a las mujeres haciendo uso de su poder como referente político. Y es que el poder blinda, o al menos eso creen siempre los agresores, ya seas político, director o productor de cine, cargo importante en una empresa, médico, sacerdote y tantos ejemplos más.

La dominación del hombre hacia la mujer se sustenta bajo el yugo del sistema patriarcal en el que vivimos y somos educadas y educados. Por ello, es inadmisible el comunicado de Errejón 'explicando' las razones de su abandono de la política, donde se reconoce como una víctima del patriarcado. Su hábil dialéctica le lleva hasta extremos inaceptables con tal de justificar sus actos, porque si hay personas que sufren el patriarcado (intento evitar la palabra víctimas) son las mujeres. Esto es de primero de Feminismo.

Errejón lo primero que debiera haber hecho es pedir perdón a las mujeres a las que ha agredido. A las mujeres que le dijeron no y no hizo caso. A las mujeres con las que se comportó como un auténtico agresor sin tener en cuenta lo que ellas deseaban. Además, tenía que haber reconocido su comportamiento machista abiertamente, pero ni se ha atrevido a hacerlo y lo ha denominado «subjetividad tóxica». Mucha cobardía para alguien al que hemos escuchado defender la causa feminista y condenar las violencias machistas un día sí y otro también.

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Cuando ocurren este tipo de violencia contra las mujeres, una parte del discurso deriva hacia el tema de las denuncias. Esta vez gracias al trabajo incansable de Cristina Fallarás creando canales que se han convertido en espacios seguros para las mujeres, está saliendo a la luz que lo importante no es si se denuncia o no. La clave está en que las mujeres lo hacen solamente si se sienten seguras. Y así nos hemos encontrado con que las agredidas por Errejón pasan de la decena. Y es que las mujeres no somos más o menos valientes si denunciamos o no. Donde hay que apuntar es que lo que ha conseguido Fallarás con la creación de estos espacios seguros es algo que debería estar garantizado por las instituciones públicas. Espacios donde nadie nos enjuicie y superemos el miedo, la vergüenza y la culpabilidad. Y a esto nadie le hinca el diente.

Otro tema importante que esgrime en su carta de autojustificación es apelar a la salud mental debido a su ritmo de vida como causa de todos sus males. Es decir, lo que toda la vida se ha llamado estrés y que ha derivado según él a que su personaje se comíó a la persona; o sea, que se convirtió en una especie de Doctor Jekyll y Mister Hyde. Lo lamentable es cómo este señor pone disculpas para justificar su actitud con las mujeres.

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Estamos ya cansadas de escuchar este tipo de disculpas que los agresores esgrimen para disculparse ante la evidencia de que son unos auténticos maltratadores. Su responsabilidad era la de haberse adelantado y no esperar hasta que ya no ha tenido más remedio y ha sido expulsado (no crean que se ha ido), antes de provocar este tsunami que sin duda tendrá consecuencias políticas. Su incoherencia es de tal calibre que flaco favor le hace a la política en estos tiempos enfangados que corren. Y es que el machismo se cuela por todas las rendijas, todas: en la derecha y en la izquierda, que aquí no se salva nadie.

* Este año en Euskadi 5.268 mujeres han sufrido diferentes formas de violencias machistas. Un 8% más que el año pasado. Y no hay que olvidar que detrás de cada mujer agredida hay un agresor, muy probablemente en libertad.

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