Historia de Lezo
La memoria «oculta» de LezoOarsoaldea invita a recorrer un paseo hasta los barracones de Jaizkibel, que rescata una parte olvidada del pasado reciente
En ocasiones, el paisaje esconde historias que a simple vista no se ven. Eso mismo ocurre en Lezo. Muy cerca del casco urbano, en las ... laderas de Jaizkibel, todavía se conserva en pie el único de los trece campos de trabajos forzados que hubo en Oarsoaldea y el Bajo Bidasoa. Aquellos barracones fueron levantados en 1939 para dar cobijo a los prisioneros de guerra que estaban construyendo la carretera de dicho monte.
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Según explican desde la Agencia Oarsoaldea, «en plena guerra, cuando los presos se acumulaban a centenares en campos de concentración, el dictador Franco creó los batallones de trabajadores. Su objetivo era explotar la mano de obra de los vencidos a través de trabajos forzados, y al mismo tiempo castigar y humillar al enemigo político mediante violencia, hambre y malos tratos sistemáticos».
En total, en tres años y medio, pasaron por los tres campamentos de Lezo unos 5.000 presos para trabajar en la construcción de la carretera de Jaizkibel. Gracias al trabajo Etxetxo – Lezoko Memoria Historikoaren Elkartea, hoy en día es posible recorrer este itinerario que lleva por título 'La memoria oculta de Lezo: Paseo hasta los barracones de Jaizkibel', y conocer lo que allí ocurrió. Es un paseo «corto, rodeado de naturaleza y cargado de memoria», que lleva hasta las zonas de Sorotxo e Iparragirre.
En los terrenos del caserío Iparragirre, hoy en ruinas, se levantaban los barracones en los que vivieron los presos. Todavía se pueden ver sus restos, que recuerdan cómo era su día a día. Allí había cocina, cantina, letrinas, dormitorios y abrevadero.
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En los alrededores también se conserva la antigua garita de vigilancia –hoy convertida en caseta privada– y el llamado bosque de la memoria, donde se han plantado más de 700 árboles autóctonos en recuerdo de quienes allí tanto sufrieron.
Siguiendo el camino, se llega al cercano paraje de Sorotxo. Antes de que se construyeran los barracones, los primeros presos que llegaron a Lezo tuvieron que dormir al raso. Para protegerse del frío y la lluvia, excavaron en el suelo agujeros donde dormían. Los cubrían con mantas, ramas, helechos o escombros. Aún hoy pueden verse unos 86 agujeros de distintos tamaños: la mayoría pensados para que pudieran tumbarse entre dos y cuatro personas, aunque también los hay más grandes.
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Aquellos trabajadores forzados, después de largas y duras jornadas, sin apenas ropa, comida ni fuerzas, se veían obligados a dormir en esos hoyos húmedos, pegados unos a otros para poder resguardarse con el calor de los compañeros. En esas condiciones, muchos enfermaron y algunos tuvieron que ser trasladados graves al hospital. Aun así, soportaron durante meses aquella situación. Finalmente, y ya en pleno invierno, debido a la gran cantidad de bajas causadas por las enfermedades, los mandos militares ordenaron levantar el campamento de Iparragirre.
Quienes deseen obtener más información pueden consultar también la página web que recoge la memoria histórica de Lezo, creada conjuntamente por la asociación Etxetxo, Aranzadi y el ayuntamiento: www.lezooroimena.eus. En ella se recogen biografías e historias de personas que sufrieron la represión franquista entre 1936 y 1978, así como otros testimonios, documentos y datos. La web ayuda a dar un contexto más amplio a los espacios que se visitan en este recorrido.
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Por tanto, este itinerario no es una excursión cualquiera. «Este paseo nos recuerda quiénes estuvieron aquí, cómo vivieron y qué huellas dejaron. Es, en definitiva, un pequeño homenaje a aquellos trabajadores forzados que, tras ser derrotados en la guerra, fueron esclavizados», precisan desde Oarsoaldea. El recorrido tiene una duración aproximadamente una hora –ida y vuelta–, comenzando en la plaza del Santo Cristo. Su nivel de dificultad es medio-bajo. Se recomienda llevar calzado cómodo, así como respetar el entorno y los restos que aún se conservan.
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