El candidato de la derecha a las presidenciales francesas, François Fillon, poco antes de la rueda de prensa del miércoles en París.

Fillon, un cadáver sobre el Sena

El aspirante de la derecha francesa hunde su candidatura a las presidenciales al resistirse a dimitir

Alberto Surio

Jueves, 2 de marzo 2017, 06:20

Un cadáver político flota sobre las aguas del Sena desde hace semanas. François Fillon, candidato de Les Republicains, el partido del centro-derecha, en las ... elecciones presidenciales de la próxima primavera ha decidido resistir y agarrarse al mástil contra el viento y marea. No renunciaré, insistió ayer en tono dramático en una comparecencia de prensa en París que había despertado una inusitada expectación, con rumores insistentes sobre una hipotética dimisión. Pues no.

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El empecinamiento de Fillon pone contra las cuerdas a la derecha liberal francesa en esta batalla política en la que parte con ventaja la extrema derecha del Frente Nacional. El aspirante conservador, que ha esgrimido un programa de corte claramente derechista, asegura que se ha puesto en marcha desde el poder un asesinato político que utiliza el presunto trabajo ficticio de su esposa como asesora parlamentaria, que cobró casi un millón de euros.

Cherchez la femme

Pero lo cierto es que la Justicia ha abierto una investigación en toda regla en torno al caso y ha citado al mismo Fillon el 15 de marzo para que explique, como imputado, su versión, rodeada de numerosas contradicciones desde un principio. Alguien ha visto en la polémica el pleno significado del dicho 'Cherchez la femme', con reminiscencias literarias y cinematográficas sobre el papel de esta mujer en el comportamiento de su marido.

En todo caso, el político francés ha antepuesto la protección de su esposa al debate sobre los efectos que puede tener este asunto en la estrategia del centro-derecha, en un momento en el que se detecta una amplia bolsa de indecisos entre los electores de la derecha gala. Pero lo cierto es que las revelaciones han arruinado políticamente su campaña electoral y han generado un estado de pánico en la derecha francesa. Una derecha en la que crecen los sectores que reclaman un cambio rápido de cartel electoral para evitar una catástrofe definitiva. Alain Juppé, el alcalde de Burdeos, y el expresidente Nicolas Sarkozy, que eran sus contendientes en las primarias, se oponen en principio a relevar al aspirante en cuestión. Pero la última palabra no está dicha.

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Hundido en los sondeos

En todo caso, la negativa de Fillon a tirar la toalla contrasta con una realidad empírica. Los sondeos de opinión revelan un hundimiento de sus expectativas electorales y enormes dificultades para pasar la primera vuelta el domigo 23 de abril. Una primera batalla en la que se da por descontado que aprobará con éxito Marine Le Pen, la candidata de la extrema derecha, que, a pesar de verse envuelta también en un escándalo por el cobro irregular de determinadas retribuciones públicas del Parlamento Europeo, parece haber conectado con el sentimiento de malestar social en determinados sectores de la sociedad francesa. Su receta es sencilla y enlaza con el movimiento del Brexit en el Reino Unido: un discurso muy nacionalista, proteccionista, que reclama el regreso de la soberanía tradicional, que esgrime la bandera de la seguridad y que utiliza el rechazo a la inmigración como chivo expiatorio. Una extrema derecha que aprovecha, incluso, los incidentes en las banlieus de las ciudades francesas para rentabilizar el miedo y el voto de protesta frente a la política con posiciones claramente reaccionarias.

En este panorama, los dos probables ganadores de la primera vuelta serán Le Pen y Enmanuel Macron, el exministro de François Hollande, que encabeza el movimiento En marche, de corte liberal y vagamente socialdemócrata, apadrinado por determinados poderes financieros y el establishment. Resulta paradójico que el que fuera exdirector de gabinete de Hollande, procedente de la Banca Rothschild, preconice ahora la superación del eje derecha-izquierda y esgrima una bandera contra las élites políticas, cuando es hijo mimado de las mismas y cuando su propia extracción de la Ecole National de lAdministration -donde se forman los enarcas- revela el origen de una casta privilegiada en el sector público francés. Pero la juventud, la telegenia y la no contaminación de Macron con la política tradicional pueden influir de forma decisiva en sus expectativas electorales en ciertas clases medias urbanas. Y, sobre todo, en un contexto en el que la idea de Europa se encuentra en entredicho, Macron se envuelve sin ambajes en el estandarte europeísta. Incluso ha sorprendido una última alusión suya a la época del colonialismo francés en Argelia, que llegó a definir como crimen contra la humanidad. El candidato ha entrado en un territorio inédito, considerado tabú, sobre todo para los sectores más nacionalistas.

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Izquierda descuartizada

La campaña presidencial revela también que la izquierda francesa se encuentra en este momento claramente descuartizada y devorada por sus contradicciones y divisoones internas. Las primarias del Partido Socialista dieron la victoria a Benôit Hamon, que ganó esta disputa con una enmienda a la totalidad del hollandismo y su deriva liberal, plasmada sobre todo en una polémica reforma del mercado laboral que apadrinó, sín éxito, el entonces primer ministro Manuel Valls. Su imagen encarna un giro a la izquierda, que asusta a los sectores más moderados del PS, tentados de apoyar a Macron. Hamon busca un acuerdo con los ecologistas y con el Front de Gauche del exsocialista Jean-Luc Mélenchon, que se reivindica como el heredero de la tradición más gauchiste de la política gala. Un panorama desolador, que coloca al candidato de la izquierda gobernante en los puestos de cola en los comicios de abril.

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