Una semana sobreviviendo bajo las bombas
Un lasartearra y su familia resisten en Nueva Odessa ·
«Una niña herida de 11 años ha muerto, iba a clase con mi hijo Unai», relata desde Ucrania Iñaki Rodríguez JauregiEn los escasos momentos en los que el guipuzcoano Iñaki Rodríguez Jauregi y su familia salen de casa, «parece que entras en un cuartel». Ven ... tanques. «Habrá una docena en el pueblo». La resistencia ucraniana ha montado una base operativa en el antiguo molino de Nueva Odessa, el municipio de 30.000 habitantes al que se mudaron hace casi una década el lasartearra y su mujer ucraniana, Ana, con sus tres hijos: Diana, Unai y Ander, de 18, 11 y 9 años en la actualidad. En esos caminos rodeados de campos y bosques dieron sus primeros pasos Mireia e Ian, de 7 y 5 años.
Todos ellos hablan, además de ucraniano, castellano. «Nunca he querido que perdieran su idioma. Hasta en euskera les suelo decir algo». Así que es en castellano como les cuenta «las historias divertidas» que le piden para llenar las horas del día desde que el ruido de las bombas apagó el bullicio del colegio. «Si hay internet», cosa cada vez más rara, «ven películas. También pintan y les hacemos leer un poco, además de repasar cosas que daban en el colegio para que no se les olviden. Y hablamos, hablamos mucho».
El semisótano de casa, convertido en improvisado búnker, ha sustituido a las aulas del colegio, ahora medio derruido tras ser bombardeado. Alguna noche, como otros vecinos, han tenido que refugiarse en el bosque, más seguro que su casa cuando suenen las sirenas. «Estamos bien, dentro de lo que cabe», escribe Iñaki. Otros ha corrido peor suerte. «Ayer hubo un estallido que dio de lleno en una casa en la que permanecían madre e hija. Finalmente han fallecido. La niña, de 11 años, iba a clase de mi hijo Unai», escribe.
La pasada noche ha sido «relativamente tranquila» en Nueva Odessa, situada a casi 500 kilómetros al sur de Kiev, a 110 de Jersón y a poco más de 40 de Mikolaev, donde se han registrado combates recientes, con bombardeos y artillería, y considerada una pieza clave para hacerse con el mar Negro. «En la antigua Unión Soviética, ahí se contruían los submarinos», cuenta el guipuzcoano de esta ciudad cercana.
Así y todo, «los bombardeos han sido incesantes. Se oían algo más lejos, los rusos disparan desde la carretra de Jersón hacia Mikolaev, disparos que alcanzan el pueblo». Y cuando cesa el ruido de las bombas, «tampoco se duerme bien. El miedo está demasiado metido».
La 'rasputitsa', el mar de lodo en el que se han convertido los caminos de tierra, han atrapado a vehículos blindados y carros de combates, lo que ha frenado el avance de los rusos. «En el pueblo hay 16 rusos detenidos. Son unos críos», cuenta.
Tras una semana con la guerra en la puerta de casa, las fuerzas empiezan a flaquear y también los víveres. Hace días que los niños no toman leche. Tampoco fruta. «El dinero en efectivo se va también acabando. Esto empieza a ser caótico, pero más o menos todos estamos igual». Cada vez hay más cortes del suministro eléctrico en Nueva Odessa, y es más difícil conectarse a internet. De día la máxima es de 3 grados, y de noche el termómetro baja hasta los -6 grados.
Iñaki y Ana tienen un pozo de agua en casa. «La analizó un laboratorio y nos dijeron que era potable, pero ahora no me fío. La hervimos».
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