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Plaza de Gipuzkoa

Veranos

Guille Viglione

San Sebastián

Sábado, 30 de agosto 2025, 00:15

El verano de mi vida no tiene una fecha marcada ni transcurrió en un lugar concreto. Es un rincón de la memoria en el que ... cuelgan cientos de instantes que quedaron atrapados. Un mosaico formado por piezas de diferentes épocas, lugares y edades que se confunden en un solo verano. Y basta el olor a crema solar o escuchar una canción olvidada para volver a sumergirme en él como si nunca me hubiera ido.

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Cada verano es distinto pero todos forman parte del mismo. Me doy el primer chapuzón, el mar me recibe con un golpe frío y me reconozco en aquel niño que no se cansaba de saltar las olas. El sonido borroso de una verbena en el pueblo de al lado. Los mosquitos. Las gafas de bucear. El contacto del aftersun frío sobre la piel quemada. La ducha fría que borra la arena. Son instantes que la memoria desordena y reconstruye de forma caprichosa.

Cambian los paisajes, las playas, los pueblos, las personas, cambia nuestro aspecto y la talla del bañador pero permanece idéntico el sentimiento profundo de recuperar una parte de la inocencia perdida. Los niños no tienen sentido del tiempo, viven en un eterno ahora, y el verano es un buen sucedáneo. Una excursión a una infancia, sin relojes ni obligaciones, en la que nos dejamos atrapar por la magia del momento. En la que cualquier instante puede volverse eterno.

Acaba agosto y he guardado un par de imágenes con los que decorar el verano interior que habita en mi memoria. Volveré, cualquier día gris, con sólo cerrar los ojos.

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