Rosa Lopez, Luis Gómez y Agurtzane Garcia por las calles de Elgoibar. Askasibar

«Lo que a uno ya no le vale para nada a otro puede darle la vida»

Día del Donante ·

Trasplantados de Gipuzkoa piden que la crisis del Covid no provoque que se «olviden» de ellos y que «se recupere la actividad anterior en las mejores condiciones de seguridad»

ana chueca

Miércoles, 3 de junio 2020, 06:44

Hace ya cuatro años que la donostiarra Ana Luisa Argomaniz entró al quirófano «cantando a la vida» para hacer frente a su trasplante de ... corazón. Era la única forma de expresar «la inmensa gratitud que sentía» ante la oportunidad que la «valentía, fe y generosidad» de la familia de su donante le brindaba.

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Desde entonces día a día «intenta ser digna de ese sentimiento» aprovechando esa segunda oportunidad «que no todo el mundo tiene». Reconoce que se acuerda de su donante como se acuerda de sus dos hijos fallecidos. «Agradezco cada día a quien me permitió seguir viviendo. Y ese agradecimiento llega».

Pese a las dificultades que ha traído la crisis sanitaria, en España se han realizado 274 trasplantes de órganos de 127 donantes. «Durante el confinamiento se ha parado la actividad y solo se han realizado aquellos trasplantes de urgencia 0 o hiperinmunes en los que la vida del paciente dependía de la intervención», explican desde la Alcer, la Asociación de Enfermos Renales de Gipuzkoa. Con motivo del Día Nacional del Donante, las asociaciones de personas trasplantadas de Euskadi piden «no ser olvidados» ante el temor de que la crisis del coronavirus «eclipse la donación de órganos», acción necesaria para «derrotar a otras enfermedades». Los miembros de la Asociación de Enfermos y Trasplantados de corazón y pulmón de Euskadi (Atcore), de la Asociación de Trasplantados y Enfermos Hepáticos de Euskadi (Renacer), y de la Asociación de Trasplantados de Médula Ósea y Enfermos Hematológicos de Euskadi (Egute), lanzan un mensaje a las comunidades autónomas para «recuperar la actividad previa a la emergencia sanitaria en las mejores condiciones de seguridad».

«Sería una alegría si consigo que alguien se haga donante con mi testimonio», pide Ana Luisa. Ella lo haría sin dudar, pero la medicación crónica que toma para no rechazar su corazón la invalida. «La ciencia no ha llegado a la perfección de la naturaleza. La donación de órganos, no puede faltar». Añade que «tiene que ser emocionante pensar que algo de tu familiar sigue todavía en vida y yo trato de ser digna de ese sentimiento».

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«Gracias por dejarme vivir diez años más». Rosa López, vecina de Elgoibar de 66 años, no titubea ante la respuesta que daría en caso de poder hablar con su donante de corazón. Para ella lo más duro de su afección cardiaca, más allá de la espera, fue «no poder seguir trabajando». Gracias al trasplante pudo recuperar su vida. «Que se te muera un hijo es muy doloroso, pero pueden donar y hacer que otra persona viva tenga mucha mejor calidad de vida», anima.

Ana Luisa, trasplantada de corazón. Arizmendi

También fue el caso de Agurtzane García. Hace catorce años que fue trasplantada de hígado. «La experiencia del trasplante es algo radical», describe, «es vida o muerte sin más opciones». Sus palabras muestran el «profundo agradecimiento» que siente por la «familia que cede la vida de un ser querido para ayudar desinteresadamente a otra persona».

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Desde Alcer recuerdan que para lograr la tarjeta de donante basta con rellenar un formulario a través de su página web (alcergipuzkoa.org) o solicitándolo por teléfono para así «manifestar por escrito su voluntad de donar los órganos si el fallecimiento se produce en las condiciones adecuadas para ello». En este caso, «las familias siguen teniendo la última palabra», matizan, «pero la tarjeta es de gran ayuda en el proceso». Alcer cuenta con cerca de 67.000 donantes de tarjeta en Gipuzkoa. «También se puede incorporar este deseo en las voluntades anticipadas», añaden.

Hacerse donante

A Lupe y Toñi Gómez ya se les había pasado por la cabeza la idea de hacerse donantes de órganos tras su fallecimiento. Tomaron la decisión definitivamente después del trasplante de riñón de su hermano Luis. «Si se pueden salvar vidas después de morir, pensamos que debíamos hacerlo. Nuestro hermano se salvó gracias a eso», reflexionan ambas.

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Si de algo ha servido esta crisis sanitaria es para valorar las cosas que damos por sentado. Luis Gómez aprendió a apreciar los pequeños placeres de la vida antes de hacer frente a la cuarentena. Poder «hacer vida normal» fue su mayor alegría después de ser trasplantado y dejar la diálisis hace cuatro años. Agradece la labor de Alcer, porque gracias a su orientación y apoyo psicosocial logró un nuevo trabajo y pudo rehacer su vida.

Echa la vista atrás y recuerda el día que recibió su riñón nuevo como «un subidón». Las palabras no consiguen poner nombre a la gratitud que siente. Piensa casi a diario en su generoso donante y en su familia. «Lo que a ti no te va a valer para nada a otro puede darle la vida. Animo a la gente a que se haga donante. No sabes si el día de mañana te va a tocar a ti. Si se puede mejorar la calidad de vida de una persona, merece la pena. Sigue siendo fundamental concienciar a la gente sobre la donación de órganos», señala.

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Por su experiencia, Lupe Gómez recomienda tener la decisión tomada «para que el día que termine nuestra vida no tengan que decidirlo los familiares». Así, «se evita el mal trago en un momento tan duro y crítico en el que solo importa la pérdida del ser querido». Ella perdió a su marido con 47 años de un infarto. «Podía haber salvado muchas vidas, porque era joven y estaba sano. Si pasara ahora, pediría que se donasen todos los órganos posibles».

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