La vacuna llega a Gipuzkoa

Si hay alguna imagen que valga, esa es la de Encarnación González Solís, con la uve de la victoria en sus dedos y la esperanza en una sonrisa que no puede ocultar la mascarilla. Es sábado, está en vísperas de recibir la vacuna contra el Covid-19 y no oculta su alegría por ello. «No me quiero ir al otro barrio, todavía tengo que dar mucha guerra», dice.

El fin de la pesadilla ha amanecido hoy, domingo, en la residencia Caser Betharram de Hondarribia. A lo largo del día, 180 personas, entre usuarios y trabajadoras, recibirán la primera dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech. Después de meses de temor e incertidumbre, algo está a punto de cambiar en el centro. «El miedo va a ir desapareciendo», dice Laura Rodríguez, directora de la residencia.

La tranquilidad será la primera consecuencia del proceso de vacunación que empieza este domingo en Caser y otras dos residencias de mayores del País Vasco: Ajuria, en Vitoria, y el centro asistencial de Elorrio, en Bizkaia. La fecha de hoy, 27 de diciembre, será recordada durante mucho tiempo en Euskadi como el inicio de una campaña con la que se espera vacunar en los próximos meses a 100.000 vascos y seguirá adelante hasta haber inmunizado al mayor número posible de la población.

Que se avecina un momento especial se percibe en los alrededores de la residencia de Hondarribia, donde la víspera del día señalado los periodistas intentan recoger declaraciones de los usuarios y sus familiares que pasean en el exterior bajo el sol de invierno. No es difícil conseguirlo, a nadie le importa hablar. Saben que se han convertido en protagonistas de una jornada simbólica y que muchos ojos están puestos en ellos. Son los primeros. Como dice Xabier Sarasketa mientras llama a la puerta de la residencia, que desde hace cuatro años es su hogar, «somos unos privilegiados por tener la vacuna».

De los residentes en Caser, tan solo dos se han negado a recibirla. Si en el resto quedaban dudas, desaparecieron «con la información que nos ha ofrecido Osakidetza; todo ha quedado claro». «La gente ha dicho sí sin problemas», afirma Laura Rodríguez, que recuerda que el medicamento que van a recibir «nos va a permitir estar fuera de peligro cuanto antes y vivir mucho más tranquilos», pero no por ello hay que bajar la guardia, «Seguiremos manteniendo medidas de seguridad como la distancia social, la mascarilla y el lavado de manos», recalca.

En muchos de los usuarios y familiares no es que hayan existido dudas, es que nunca las han tenido. Es lo que le ocurre a Kepa Ávila, que pasea a su madre, Isabel, en el exterior del centro. Su historia es un recordatorio de lo mucho que han hecho las vacunas por la salud en todo el mundo. «En 1962 cogí la polio y un año después salió la vacuna, ya ves, por doce meses. Y cuando tenía 25 años pillé la tuberculosis porque no me había podido vacunar de esta enfermedad». Para él no hay duda que valga. «Mi madre se va a vacunar. La vida sana y natural está bien, pero las ayudas técnicas están para aprovecharlas», dice.

Encarni, la de la señal de la victoria, tampoco se lo pensó dos veces. Para ella no hay miedos que valgan, y mucho menos a los posibles efectos secundarios de la dosis que va a recibir hoy. «Yo estoy contenta y no tengo miedo. De pequeña me vacunaron de la viruela y el sarampión, y todos los años de la gripe. Nos puede dar algo de fiebre o algún mareo, pero si cogemos el virus nos vamos todos al otro barrio y yo quiero seguir pasándolo bien», insiste.

Mikaela Querejeta, otra usuaria de la residencia, opina lo mismo, aunque no del todo. «Habrá que ponérsela, pero qué sabemos. Yo hasta ahora no tengo alergia». Es una incertidumbre que no le impide afirmar que «todas las vacunas son buenas». Son dudas que también muestra Esther, que ha venido a visitar a su madre. Ha cursado un máster en medicina alternativa y recalca que no es negacionista. «Ella sí se va a vacunar pero yo no lo haría porque creo que las vacunas deben tener un desarrollo y esta no lo tiene», opina.

José Luis y Guadalupe Alberdi han sacado a pasear a su hermano Francisco. Ellos son de los que no dudan. «Si a los que no quieren la vacuna les pidieran un documento de vacunación para entrar en los bares ya verías cómo se la pondrían», aseguran.