Quieren que seas Luis Enrique

Como los científicos y políticos no se ponen de acuerdo puedes usar tus propios conocimientos: lo que te mandó por 'guasap' tu cuñado, lo que escuchaste en el programa de Ana Rosa o lo que lees en Twitter. O sea, la ciencia del tertuliano, esa que empieza con el «yo pienso de que...». El dequeísmo es un humanismo.

Llevo meses elogiando las buenas prácticas de las instituciones. Cuando me vacunaron en Illunbe el otro día con mi primera dosis de Moderna (era el turno de los nacidos en 1963) ya di las gracias a la ciencia, a Osakidetza, a la DYA y a la vida: me sigue pareciendo un milagro que un año después de que estallara globalmente el virus nos estén vacunando en el txoko. Pero por eso mismo, porque no soy de los que piensan que «todo mal», sino «mucho bien», lamento el espectáculo de esta 'segunda dosis', que empezó como un debate científico sobre la posibilidad de trombos y ha terminado como un ejercicio de pragmatismo de los gobiernos: como no quedan muchas dosis de AstraZeneca invitan al personal a pedir las otras, con una supuesta libertad de elección que consiste en que todo irá rápido y fácil si haces lo que quiere Osakidetza y una incierta carrera de obstáculos si sigues, por ejemplo, lo que dictamina la Agencia Europea del Medicamento.

Los que mandan suele ser reacios a dejar que el ciudadano elija: gusta más darnos todo hecho. Ahora te dejan libertad aparente. Recuerda el caso de aquella asamblea universitaria en la que se votó a mano alzada si Dios existía o no: salió que no por mayoría simple. Solo faltaría que en la sala de espera del quirófano se votara si la apendicitis se opera con anestesia local o total.

Dice el viejo tópico cañí que todo ciudadano lleva dentro un seleccionador nacional. Ahora piden que llevemos también en la cabeza un vacunólogo. Puedes decidir vacuna como Luis Enrique forma su selección. ¿Llevarías a Sergio Ramos a la Eurocopa? ¿Moderna o AstraZeneca? A quienes vivimos en esta esquina del mundo nos basta con saber que va Oyarzabal, símbolo de la nueva Real, ese equipo que ha servido de vacuna de alegrías durante el tiempo gris que vivimos.

Ya nada es lo que era. Bob Dylan cumple 80 años y su «los tiempos están cambiando» sigue vigente. Supongo que el músico legendario estará ya vacunado hasta con tres dosis. En el mismo Illunbe por el que ahora desfilamos para pincharnos actuó hace seis años, en julio de 2015, el gran Dylan, con Andrés Calamaro como telonero. Dylan ya no era quien fue pero siguió siendo el mismo. Más que cantar 'recitó' y un rígido aparato de seguridad prohibió que la prensa y el público hicieran fotos.

Los pocos testimonios que quedan son 'piratas'. Antes, en su famoso concierto por la paz de la Zurriola, en 2006, tuvo otro telonero de lujo, Mikel Laboa, y la misma obsesión por mantener a los fotógrafos lejos. Llegó en un autobús directo al escenario y así se fue. Algunos bromeamos con que quien actuó no era Dylan de verdad.

Son leyendas. El autor de 'Like a Rolling Stone' ya habrá sido pasto de Pfizer y la música que alimenta las pasiones hoy es la de Eurovisión, ese concurso donde cada uno puede votar lo que le gusta como si fuese el Luis Enrique de la música.

Los hosteleros piden abrir ya por la noche y el nuevo debate es sobre quitarse las mascarillas o no. Vemos luces al final del túnel aunque este virus nos ha enseñado a no cantar victoria. Hace meses, en el tiempo más oscuro, un científico inglés dijo en la BBC que en mayo empezaríamos a soñar con un mundo normal, y aquí lo recogimos. Parece que acertó. Pregúntenle a él qué segunda dosis elegir. ¿Cómo se dice 'yo pienso de que' en inglés?