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Un hombre se enfrenta a una petición de condena de hasta 15 años y medio de prisión por presuntamente haber maltratado y forzado a mantener relaciones sexuales a su mujer, y también por maltratar a sus dos hijos en el caserío familiar en Urola Kosta. ... En concreto la Fiscalía de Gipuzkoa le acusa de un delito de agresión sexual por el que pide 10 años y medio de prisión, un delito de maltrato no habitual (1 año), un delito menos graves y continuado de amenazas (1 año) y, con respecto a sus hijos, que eran menores de edad en el momento de los hechos, tres delitos menos graves de maltrato, por el que se solicita un año por cada uno.
El juicio ha tenido lugar esta mañana en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Gipuzkoa, en el que, tras escuchar el testimonio del acusado, la denunciante y los dos hijos de ambos, la fiscal ha modificado el cuerpo de su acusación, y lo que inicialmente había tipificado como un delito continuado de abusos sexuales, por el que solicitaba 8 años de cárcel, finalmente lo ha agravado a un delito de agresión sexual, penado con dos años y medio más. Por este motivo, y con el fin de que la defensa tenga margen para redactar sus conclusiones finales, el tribunal ha suspendido la vista oral hasta el día 13 de febrero.
El proceso se abrió a raíz de una querella presentada por la mujer en junio de 2021, una vez que ya se había divorciado tras una relación que había durado desde 2002 hasta que ella abandonó la vivienda junto a sus hijos en octubre de 2019. Según ha explicado la denunciante, la convivencia familiar fue buena hasta que en los últimos «cuatro o cinco años se fue deteriorando», él habría dejado de asumir responsabilidades en la educación y cuidado de su hijos y las discusiones eran «frecuentes». Según ella, su marido le llegaba a recordar «que tenía una escopeta» porque «se acababa de sacar la licencia de armas».
De acuerdo con su relato, muchas de las broncas en casa se originaban «si no se hacía lo que él quería». Esto incluía las relaciones sexuales. Tanto la mujer como sus hijos han coincidido en apuntar lo que supuestamente ocurría los fines de semana, cuando él condicionaba las salidas en familia a que su esposa accediera a tener sexo con él. «O 'kiki' o no salimos», han asegurado las madre y sus hijos que decía él, cuando ya se habían preparado para salir de casa. Era algo «frecuente», ha mantenido la mujer, que se «sentía forzada» a acostarse con su marido «por los hijos», para así poder salir los cuatro «como una familia normal». Alguna vez el hijo mayor le invitó a hacer «algo rápido para poder salir». Cuando ella no accedió a los deseos de su marido, o bien se quedaron todos en casa o ella hizo el plan de ocio con sus hijos.
Según ha señalado ella y ha precisado el hijo mayor, en dos ocasiones que ella pidió «ayuda, ayuda» cuando estaba en la cama con su marido, el chaval entró en la habitación y vio a su padre «agarrando del cuello» a su madre.
Aunque la mujer ha manifestado que no fue agredida físicamente, sí lo habrían sido los hijos. Por ejemplo, cuando la mujer estaba trabajando en un restaurante y él se ocupaba de darles de cenar. «Si no queríamos comer algo, nos pegaba» en la cabeza, han dicho los chavales. Al pequeño, «con una cuchara de madera o un utensilio de cocina», y al mayor con la cuchara de palo «o con las escoba», que habría llegado a partirla «dos veces». Les solía salir un chichón. Alguna noche «en invierno» le castigó al mayor a permanecer «en el porche».
Los dos hermanos también han relatado un episodio que habría sucedido en la campa fuera del caserío, cuando el pequeño tendría «siete u ocho años». Estaban jugando al fútbol y se les escapó el balón hacia una zona donde el padre estaba cortando la hierba. «Nos dijo que si se nos volvía a ir el balón ahí, nos pegaría». Y la segunda vez que el balón se les fue, el hombre «cogió un manojo de ramas» y les pegó «en la espalda y el culo». Nunca fueron al médico tras las presuntas agresiones, y los chichones o marcas los trataron «con una crema».
El acusado, por su parte, ha negado los hechos, aunque sí ha reconocido haber propinado «alguna tastada» a sus hijos, a los que «quería muchísimo» y no ve «desde octubre de 2019, casi seis años». Pero nunca les agredió con la escoba o con una rama.
El hombre ha calificado que su mujer es una persona «fría y conflictiva, que allá donde va deja huella. Ha llegado a tener tres trabajos en un mes». Ha asegurado que es víctima de «una denuncia falsa», aunque, sobre las presuntas relaciones sexuales como moneda de cambio por hacer un plan en familia, ha admitido que «alguna vez le pediría algo, pero muchas veces nos íbamos sin hacer nada. Hemos estado seis meses sin hacer nada». «Si me decía que no, no se hacía. Y si se hacía, era sin ninguna gana. Era hacer por hacer». «Muévete y termina', eran las tres palabras que tenía para mí».
Si bien la mujer y los hijos han contado con un servicio de traducción del euskera, el hombre ha optado por expresarse en un limitado castellano. También ha asegurado que no era cierto que alguna vez hubiera forzado a su mujer ni que la agarrara del cuello estando en la cama, y que si el hijo mayor también ha declarado eso mismo es porque la madre «lo tiene comprado. Ella le dice lo que hay que decir». Con todo, ha explicado que ha hecho algún intento por recuperar a su exmujer y sus hijos, pero «no quisieron».
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