
Secciones
Servicios
Destacamos
«Nunca fui un bebedor que se divertía con el alcohol. No era una cuestión de diversión sino de carencias, timidez, miedo a la responsabilidad... ... No hubo un desencadenante. Era mi manera de vivir y mi manera de afrontar la vida. Hasta que llegué a Alcohólicos Anónimos, para mí la vida era un problema, pero claro, el problema era yo», resume este donostiarra de 58 años, sobrio desde hace cinco, aunque prefiere llevar la cuenta en «unas cuantas 24 horas». Es precavido a la hora de lanzar las campanas al vuelo, puesto que «en cualquier momento» podría tropezar y acabar de nuevo con una copa en la mano. Pero gracias a la ayuda «fundamental» de su padrino Luis (nombre ficticio) está saliendo adelante.
Los padrinos y madrinas no son consejeros o trabajadores sociales, tampoco médicos ni están cualificados para dar consejo psiquiátrico. «El padrino es simplemente un alcohólico sobrio que puede ayudar a quienes llegan a la asociación a resolver un problema: cómo seguir abstemio», explican desde Alcohólicos Anónimos, que este próximo 10 de junio celebra su 90 aniversario. «Es alguien en quien podemos confiar, y con quien podemos desahogarnos. Además, los padrinos han pasado por las mismas situaciones y tienen mayor experiencia. Han permanecido abstemios durante mucho más tiempo y saben cuáles son las trampas que hay que evitar». Aunque, cuando alguien que trata de permanecer sobrio pide la ayuda de otro alcohólico recuperado para no beber, desaparecen todas las diferencias. «Yo a Luis le conocí en la asociación. Llevaba dos o tres años sin consumir pero me di cuenta de que me estaba acomodando y empezaba a cojear. Hay rachas que se me hacía bola. Porque lo que es duro no es dejar de beber sino saber que tú eres el problema. Me comentaron la importancia de coger un padrino y con Luis me sentía bastante identificado. Hice un inventario de mi vida y me abrí a contarle mi historia, porque es una persona que está en el mismo sitio, que me va a entender, que no te juzga y que desde luego me ayudó muchísimo, a saber lo que está bien y lo que no, te pone un poco en tu sitio». Porque «el alcohol se estaba apoderando de mí y al final la vida se va al garete. Yo estaba casado y con dos hijos y llegó un día en que mi mujer ya no me aguantó más, me puso las maletas en la calle. En ese momento mi cabeza hizo clic y me dije 'tengo que hacer algo'».
No era la primera vez que lo intentaba, «fueron varias veces y no me había salido bien. Lo dejaba pero volvía a las andadas. Soy de los que piensan que nací alcohólico, con unas deficiencias o complejos. Desde que lo probé por primera vez con 15 años ya no fui capaz de dar solo un trago, no podía parar», cuenta. Ahora se apoya en su padrino porque «de la cuadrilla ya no me queda nadie y el resto son compañeros de abrevadero, que han muerto o les he perdido la pista. Teníamos todos la misma historia». Está a tiempo de cambiar la suya.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.