Munilla, un «pastor de claroscuros»
El obispo cumple diez años al frente de la Diócesis donostiarra, a la que llegó con polémica. Los sacerdotes Edorta Kortadi, Xabier Andonegi y Lontxo Oiarzabal recapitulan la labor del prelado de Gipuzkoa
«Voy a la Diócesis de San Sebastián, de la cual soy hijo, con la misión de ser hermano, padre y pastor de todos, ... sin excluir a nadie». «Caminaremos juntos, creciendo en comunión entre nosotros». «El efecto mediático (de mi llegada a Donostia) pasará en breve». Estas tres frases fueron pronunciadas por el donostiarra José Ignacio Munilla entre el 21 de noviembre de 2009 y el 9 de enero 2010. Concretamente, durante las semanas en las que dejó su puesto de obispo de Palencia para tomar las riendas de la Iglesia de Gipuzkoa. La semana que viene, por lo tanto, se cumplen 10 años del nombramiento del prelado por la Santa Sede para dirigir la Diócesis de San Sebastián. Una década que ha sido de todo menos tranquila. A pesar de que el propio obispo destaca siempre que «mete más ruido un árbol que cae que un bosque entero que crece en silencio». No obstante, su labor ha estado acompañado a menudo de polémicas aunque también de aciertos, algunos reconocidos por los que en un principio le criticaban. «Muchos sacerdotes nos convertimos», asegura uno de ellos.
El arranque de Munilla como obispo del territorio ya comenzó torcido desde antes incluso de tomar posesión de su cargo en la catedral del Buen Pastor en la segunda semana del año 2010. A los 20 días de conocerse su nombramiento, siendo todavía obispo de Palencia, el 77 % de los párrocos guipuzcoanos interpretaron que el nuevo obispo no sintonizaba «con la línea pastoral de la diócesis». Expresaron, asimismo, su «dolor y profunda inquietud» por su llegada a Gipuzkoa. Hasta Markel Olano, diputado general entonces y ahora, señaló que la designación «sería muy negativa para la Iglesia» del territorio.
Este periódico se ha puesto en contacto con tres testigos de excepción de aquellas tumultuosas semanas para la comunidad cristiana de Gipuzkoa. Xabier Andonegi es párroco de la iglesia de San Vicente de la Parte Vieja donostiarra y actual vicario para la pastoral social y admisiones de la Diócesis. No le duelen prendas en reconocer que la llegada de Munilla «fue desagradable. Muchos nos posicionamos, yo incluido, en contra de su nombramiento». Ahora, en cambio, la opinión que tiene del obispo ha cambiado radicalmente.
Edorta Kortadi, párroco de la Basílica de Santa María de San Sebastián y director del Museo Diocesano, confirma que «fue muy mal recibido. De aquel momento parten algunos de los desencuentros que ha habido posteriormente entre el obispo y diversos grupos». Uno de estos grupos, muy crítico con la labor de Munilla, es Eutsi Berrituz. De este colectivo de cristianos guipuzcoanos es componente y participante Lontxo Oiarzabal. Este creyente, así se define, hace historia. Se remonta a inicios de los años 90, «cuando se desarrolló el plan pastoral de la Diócesis. Ya con Juan María Uriarte en el cargo se desarrolló una iglesia al servicio del Evangelio. Munilla, siendo párroco de Zumarraga siempre se mostró disidente de ese plan, algo que era comentado en el ámbito eclesiástico de Gipuzkoa».
Visiones contrapuestas
Oiarzabal recuerda también que «cuando le nombran obispo de San Sebastián, él sabía perfectamente que llegaba a una Diócesis que tenía un plan pastoral con el que no comulgaba, y de eso éramos conscientes muchos laicos de la época y también muchos sacerdotes». Es contundente al afirmar que «en sus manos estaba no aceptar el cargo. Automáticamente, al dar el sí, se creó una tensión importante en las relaciones humanas». Su resumen es el siguiente: «Él acepta el cargo y lo hace con todas las consecuencias. O es inconsciente de los problemas que va a tener o es consciente y viene a crear un conflicto». Según su visión, «los que trabajamos en aquel plan pastoral nos vimos marginados y despreciados. No creo que haya demostrado en todo este tiempo ninguna sensibilidad con ese sentimiento que teníamos».
Discrepa con esta opinión el párroco de San Vicente. Desde aquel comienzo, dice Andonegi, «hay que reconocerle el mérito, el grandísimo esfuerzo que ha hecho en una situación muy conflictiva con sus sacerdotes, para humillarse y rebajarse. Afrontó las discrepancias cara a cara y yo a eso le doy mucho valor». Tal es así que, «gracias a ese modo de actuar, y lo digo por mí y por muchos otros sacerdotes, nos convertimos. Lo digo en el sentido de que vimos una actuación ejemplar por su sencillez y cercanía».
Kortadi, por su parte, tirando de experiencia en la Diócesis, tiene claro que «José María Setién era de corte doctoral, universitario. Uriarte más pastoral. Y Munilla llegó como un obispo de acción, siendo más activo. Quizás le tocó serlo porque es el que se ha tenido que enfrentar a una sociedad más secularizada, con un clero envejecido y sin repuesto y con una comunidad religiosa bastante abierta y receptiva teológicamente hablando». Tiene claro el director del Museo Diocesano que Munilla «es un pastor de claroscuros... como lo han sido los anteriores. Setién también era aceptado en unos sectores y no en otros y Uriarte igual. Es lo que hay».
Lo que sí existe es una amplia lista de asuntos polémicos que han saltado de las parroquias a los titulares de los medios de comunicación del territorio en esta década. Desde el caso del teólogo José Antonio Pagola y su libro 'Jesús, una aproximación histórica' y el del teólogo y profesor franciscano Joxe Arregi, hasta las últimas referidas a la Sagrada Familia de Amara y la desbandada de los niños de la catequesis de la parroquia de Ibaeta. Entre medias están los casos más graves. La admisión pública del obispado de casos de abusos sexuales a menores por parte de Juan Cruz Mendizabal 'Kakux', que anteriormente fue nombrado vicario general de la Diócesis por el propio Munilla, y de otros cuatro sacerdotes, estos casos acaecidos hace casi medio siglo. Además, no han faltado críticas a la gestión del patrimonio de la iglesia y a la nueva ordenación territorial de la Diócesis, que según los críticos la «descompone». Algo que pone en duda Xabier Andonegi.
«Con Munilla hemos pasado de una iglesia que pudo estar fraccionada a su llegada a una Diócesis recompuesta. Y esto es mérito suyo. Es cierto que hay un grupo pequeño, cada vez más reducido, que ha quedado como una iglesia paralela, pero también es cierto que todos ellos aceptan los cargos que les da Munilla, todo hay que decirlo». Lontxo Oiarzabal tiene otra versión totalmente diferente. «Creo que a día de hoy la iglesia diocesana está bajo mínimos en la línea pastoral. Los sacerdotes aceptan que Munilla es el obispo pero no aceptan su línea, su teología preconciliar que no promulga con el Concilio Vaticano II. Hay un desacuerdo importante en curas, religiosos y laicos».
La crítica que hace el participante en Eutsi Berrituz sobre la línea pastoral del obispo es algo con lo que ha tenido que vivir el prelado donostiarra desde que ocupó la segunda planta de Urdaneta 10. Llegaba, en opinión de sus detractores, un obispo más conservador y clásico a una Diócesis que era más progresista y social, incluso cercana al nacionalismo. Andonegi sí reconoce en Munilla ese talante más tradicional cuando ofrece sus misas y sermones. Pero lo hace con matices.
«Nunca se saldrá del Catecismo católico, del que es gran conocedor», dice. Afirma que «muchos no estamos de acuerdo con lo que dice la doctrina y a menudo nos critican lo que decimos sobre el aborto o la eutanasia. Es cierto. Pero decimos que lo dice el Catecismo. Y a Munilla, nunca ninguna jerarquía de la iglesia le podrá reprochar nada que haya dicho contra esos textos. Es una tensión doctrinal que hay en la Iglesia, en todo el mundo. No pasa solo con nuestro obispo». Añade que el Vaticano está «trabajando» para resituar todos esos temas, «pero sin ir contra el Catecismo católico».
La versión conservadora del prelado en el púlpito también la reconoce Kortadi, –«quizás por su paso por el Seminario de Toledo», dice –, pero a su vez reconoce que Munilla es «una persona cercana, amable y dialogante en la distancia corta». Además, como director del Museo Diocesano, valora que «apostó muy fuerte por acercar el patrimonio religioso del territorio al pueblo y creó el museo en Santa María, un gran acierto. Pasan al año por él cerca de 50.000 personas», apunta.
Una mirada al futuro
El futuro de la iglesia guipuzcoana preocupa y mucho a todos los componentes del clero del territorio. En este aspecto no hay diferencias entre críticos y favorables al obispo. No obstante, ambas facciones ven diferencias en el modelo elegido para tomar decisiones a medio y largo plazo. Xabier Andonegi destaca que ha sido «muy importante» el trabajo realizado para «reestructurar la Diócesis de cara al futuro». Señala que «en cinco años, el cambio va a ser radical. A día de hoy, tenemos parroquias envejecidas, con poca asistencia sacramental. Además de un número de sacerdotes reducido y con edades elevadas». Destaca que Munilla está reorganizando el obispado «a nivel territorial, parroquias y arciprestado. Y hacerlo de una manera lo suficientemente pacífica requiere tiempo y se está avanzando mucho. Es otro gesto muy valioso». Vincula el párroco de San Vicente la reestructuración territorial de la Diócesis con los cambios en los organismo internos del obispado. «Se ha gestionado con el vicario general que haya cuatro de pastoral. Es decir, se ha repartido el poder con sensibilidades diferentes. En los puestos de poder de la iglesia guipuzcoana están representados sectores muy diferentes. Y todo funciona de manera bastante colegiada».
Este reparto territorial y de poder en los órganos de decisión de la Iglesia de Gipuzkoa no contenta a los críticos. Oiarzabal cree «que no todos los sectores están representados en el consejo pastoral». Critica a la actual curia guipuzcoana que en la Diócesis «no hay ambiente de participación, de compromiso, de creación y de aportar y discutir ideas. El ambiente en la Diócesis está en mínimos». Es Kortadi el que pone la última frase sobre este repaso a los primeros diez años de Munilla al frente de la iglesia guipuzcoana: «Es el pastor que nos ha tocado en suerte y él es el que decide».
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