Hace 50 años, el Jazzaldia cambió por primera vez la 'Trini' por el Velódromo. Paco Marí / Fondo Marín
La calle de la memoria

El jazz saltó al Velódromo con Ella Fitzgerald

San Sebastián ·

Mikel G. Gurpegui

San Sebastián

Sábado, 12 de julio 2025, 08:59

En su décima edición, el Festival de Jazz de San Sebastián dio un paso adelante. Contrató a tres primeras figuras, Ella Fitzgerald, Oscar Peterson y ... Dizzy Gillespie. Para que le salieran las cuentas, programó esos destacados conciertos en la mayor sala de la ciudad, el Velódromo de Anoeta, manteniendo su habitual plaza de la Trinidad para las otras cinco actuaciones profesionales previstas y las tres sesiones con grupos 'amateurs'.

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Se hablaba del Jazzaldia (aunque aún no se usaba tal palabra) en la edición de DV del 12 de julio de 1975, porque la víspera había celebrado una rueda de prensa de presentación el Centro de Atracción y Turismo, en cuyo seno se organizaba entonces el festival.

En ella se informó de que las entradas para los conciertos de aficionados costarían 100 pesetas y entre 200 y 350 los billetes para el esperado recital de Ella Fitzgerald. Por cierto, que en el diario añadían con acidez que «hay que decir que la Sra. Fitzgerald, 'gran figura' del Festival, cobra, por venir, sus buenas 700.000 pesetas. Y eso que está de gira por Europa y le cae de paso, que si no...».

Por lo demás, para las once sesiones de aquel décimo Festival de Jazz los abonos se vendieron al precio de 1.100 pesetas, en tribuna, y 300 más, en silla.

Ya en aquel artículo inicial del 12-VII-1975 se apuntaba el temor a que el Velódromo no funcionase bien acústicamente. Leemos...

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«Para ampliar el aforo, en las sesiones en que actúan figuras destacadas está decidido acondicionar el Velódromo de Anoeta. En este marco existe un problema difícil: el sonido. Los promotores del espectáculo, para tratar de salvar el bache, han encomendado esta tarea a la casa 'Rexson'. Esperemos que dé mejor resultado que el logrado en otros shows».

Serían 6.000 los espectadores, récord hasta entonces, que el domingo 20 de julio acudieron al Velódromo a escuchar al trío de Tete Montoliú, más que un telonero de lujo, y a la gran Ella Fitzgerald.

El sonido no fue bueno, según mencionó la crónica de DV del 22-VII-1975: «Es de lamentar la deficiente acústica del Velódromo, que impedía juzgar en todo su valor el magnífico jazz que sabe hacer Tete Montoliú. Su música es auténticamente creativa y personal, imprimiendo a cada uno de sus temas un acento diferente y una calidad extraordinaria».

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Alérgica al flash

Después de un breve descanso, al fin apareció la voz del jazz, Ella Fitzgerald. «Tras pedir que no se le hicieran fotografías, pues es 'alérgica al flash', empezó su concierto, que iría subiendo en calor y calidad, consiguiendo levantar al público de sus asientos en varias ocasiones. Los temas, interpretados de un modo magistral y conocidos de la mayoría del público, dieron la muestra de lo que es capaz de hacer esta genial cantante de jazz. Entre ellos, Ella cantó un 'potpourri' de canciones sudamericanas, que sonaron en su voz de un modo diferente al que estamos acostumbrados, mostrando hasta qué punto el jazz no tiene una regla fija».

En DV describían como «un recital absolutamente grandioso» aquel histórico concierto de hace cinco décadas, que terminó con todo el Velódromo puesto en pie, un bis y un inmejorable sabor de boca.

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