La calle de la memoria
1970 | Los vehículos con sirena y su efecto peligrosoLos vehículos de emergencias que atraviesan rápidamente la ciudad con sus sirenas de alarma a tope también pueden suponer un peligro para el tráfico. Así ... lo observaron hace 55 años, en un comentario que publicó DV en su edición del 8 de octubre de 1970, bajo el título 'Velocidad y sirenas de urgencia'.
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«Desde siempre –afirmaban en él–, cuando se oye la sirena de los bomberos o de las ambulancias, el tráfico tiene muy buena cuenta de abrir paso para que estos servicios de urgencia lleguen a su destino con la mayor facilidad, lo más a tiempo posible».
«Claro es que años atrás nuestras calles no se hallaban ocupadas por cientos de vehículos, como están ahora, especialmente en determinados puntos, que difícilmente podríamos precisar, porque realmente es toda la cuadrícula urbana la que hoy constituye un constante problema de circulación».
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«El mejor deseo de colaboración se traduce en colapsos en la vía pública, con el temor incluso de ser objeto de colisión, en los amontonamientos desordenados que trae consigo el buscar el lugar más próximo para dejar libre el centro de la calle»
«A pesar de ello, no podríamos en modo alguno afirmar que este problema sirva de sordina a los conductores para obstaculizar el paso de los citados servicios. Por el contrario, el mejor deseo de colaboración se traduce en colapsos en la vía pública, con el temor incluso de ser objeto de colisión, en los amontonamientos desordenados que trae consigo el buscar en décimas de segundo el lugar más próximo para dejar libre el centro de la calle».
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Cómo sonaba esa expresión tan gráfica de «los amontonamientos desordenados». El caso es que preocupaba que el paso de un vehículo de emergencia tuviera, paradójicamente, el efecto lateral de provocar algún nuevo accidente...
«Comprendemos perfectamente –escribían en 1970– que un siniestro, un enfermo, un herido deben tener prioridad. Lo que sucede es que el ritmo de las señales luminosas puede ocasionar accidentes, colisiones, frenazos bruscos en los transportes colectivos concurrentes de las mismas vías o de calles contiguas».
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Y concluían...
«Las cosas están así, muy distintas de años atrás. Y habría que contar con ello, si fuera posible, para llegar a una disposición media, menos tajante, a causa de la impenetrabilidad de los cuerpos que obliga a la disminución constante de velocidad. ¿Cuál? Habría que estudiar la forma, antes de que tengamos que lamentar alguna catástrofe».
Farolas rotas
El mismo día, el 8 de octubre de 1970, publicaron en DV la carta de un lector que se había dedicado a contar las farolas del paseo de Francia en mal estado y...
«Nada menos que 32 son las farolas cuyas pantallas de cristal están destrozadas. Creo que quedan aproximadamente media docena sin romper». Y se lamentaba de aquellos «actos verdaderamente vandálicos que dejan en entredicho a una ciudad que siempre tuvo a gala la elegancia, el buen gusto y los buenos modales».
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