Bailando en la yeguada de Lore-Toki. Vicente Martín / Photo Carte
La calle de la memoria

1945 | El rentista obeso que bailó y bailó...

Don Roberto llevaba años peleando con su sobrepeso. Se había dado por vencido cuando vino a pasar unos días a San Sebastián, donde «se dio a la danza con frenesí para olvidar su desgracia». ¿Adivinan lo que le ocurrió?

Mikel G. Gurpegui

San Sebastián

Sábado, 23 de agosto 2025, 07:27

Antaño se bailaba mucho. Acudir a los bailes era un modo habitual de hacer vida social... y de practicar ejercicio.

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A esta segunda faceta se ... refería el cronista de sociedad de EL DIARIO VASCO Ángel Azcona en un artículo con aroma a cuento, que apareció el 23 de agosto de 1945 y recuperamos ochenta años más tarde...

«Érase todo un caballero lleno de simpatía y no mal parecido. La vida no le sonreía ni mimaba como a hijo predilecto, mas sí puedo decir que era amable para nuestro querido amigo Roberto. Ni envidiado ni envidioso, su existencia deslizábase cómodamente bajo la tutela de una renta, ni grande ni pequeña, pero lo suficientemente generosa para dormirse sin preocupaciones económicas. Parecía, por lo tanto, don Roberto, dentro de su modesta condición, un hombre dispuesto a degustar placenteramente los goces terrenales a su alcance».

«Pero... –siempre hay un pero en la vida– don Roberto era obeso. Lo que se entiende por gordo. Por tripudo. Y esta marcada ostentación de carne grasienta afligía el buen ánimo del señor».

Al estilo de la época, Ángel Azcona ya nos había presentado a un personaje y su conflicto. Un rentista marcado por su físico y empeñado en recuperar la línea.

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«Paciente, concienzudamente, realizó durante años los más crueles ejercicios gimnásticos sin lograr rebajar de peso. Sometido a dieta rigurosa, la báscula mofábase de sus estériles sacrificios gastronómicos. Recurrió en último extremo al baño turco, y éste carcajeóse asimismo de sus ciento y pico kilos».

El giro de guion de esta historia lo proporcionó nuestra ciudad...

«Don Roberto se dió por vencido. Resignado a su suerte, llegó hace unos días a San Sebastián. Entregado a la vida mundana, frecuentó durante varias noches los distintos locales, donde en un metro cuadrado hacen como si bailan doscientas personas. Tuvo la suerte de conocer a unas señoritas muy amables y se dio a la danza con frenesí para olvidar su desgracia».

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Y concluía Azcona...

«Ayer salió precipitadamente para Madrid, residencia de su sastre. Don Roberto es, hoy día, un hijo predilecto de la vida. Albricias».

Quizás exageraba un tanto el autor al insinuar que unas noches de baile desenfrenado bastaban para reducir kilos notoriamente. Pero por si acaso, aunque sólo sea por la alegría que proporciona moverse al ritmo de la música, bailemos.

Como buen cronista de sociedad, tras contar la historia de Roberto, Ángel Azcona repasaba los traslados de hace ochenta años...

«Regresó a Madrid el marqués de la Fuente. Se encuentra en San Sebastián el marqués de Bogaraya. De Madrid llegaron los señores de Lomas (don Eustaquio). De Logroño, los señores de Antero (don José María). De Madrid llegó la señorita María Audicano Lahidalga».

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