1945 | «Los relojes no se ponen de acuerdo en la hora»
Mirar la hora en los relojes públicos era irritante. «No hay dos que estén de acuerdo». Ocurría hace ochenta años, cuando al llegar con sus mantillas a las puertas de las iglesias a algunas mujeres les echaban atrás.
Hoy viajamos gratis al San Sebastián de hace ochenta años. Nos encontraremos con un tiempo «interdiluviano», unos relojes que no se ponían de acuerdo entre ... sí, unas damas a las que no permitían entrar en la iglesia y unos vecinos intoxicados por culpa de una botella. De todo ello escribían en la edición de DV del martes 21 de agosto de 1945...
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«Bonito día de toros el domingo: viento, resol, nubes, claros. Un tiempo delicioso y pintiparado para lidiar miuras. ¡Y para verlos! La noche fue completamente interdiluviana. Ayer no llovió por la tarde; pero los veraneantes no sueltan ya el paraguas y la gabardina».
Abordaban en 'Sirimiri' un tema clásico, «la anarquía de los relojes públicos», que cada uno daba una hora diferente al otro...
«Podríamos hablar de los relojes del Banco Guipuzcoano, del Buen Pastor, de todos los demás, porque no hay dos que estén de acuerdo. Y si los relojes no se ponen de acuerdo en la hora, digan ustedes en qué se han de poner».
«El de Santa María lo están arreglando; suponemos que la Comisión de Monumentos dispondrá –puesto que la donostiarrísima iglesia matriz ha sido declarada monumento artístico nacional– el arreglo del escudo y el retoque de las imágenes de esa hermosa fachada».
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Acaso fuera mucho suponer. Lo que más nos sorprende de cuanto leemos en el diario de hace ocho décadas es el motivo por el cual algunas devotas se volvían sin haber entrado en las iglesias. Leamos...
«Iban muy ufanas y muy peripuestas a la misa de doce y cuarto y veíamos que muchas, al llegar a la puerta, volvían. Unos caballeros daban unos papelitos... ¿Qué dirían esos papelitos que tenían el poder de contener a tantas mujeres a la entrada de la iglesia? ¡Tan elegantes como estaban y con sus mantillas o con sus... sombreretes! ¿Qué ocurría?».
«Pues... que no llevaban medias. Son caras, se rompen mucho. Lo comprendemos. Pero vamos a preguntarles a todas ellas: ¿se atreverían a ir sin medias a una recepción del Papa en el Vaticano? Pues... ¡Entonces!».
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Una botella de cloro
«En la fábrica de lejías de don Cristóbal Gutiérrez, establecida en los bajos de la casa número 3 de la calle Corta de esta capital, se registró alrededor de las cuatro de la tarde de ayer un desgraciado accidente, a consecuencia de haberse roto una botella de cloro, invadiendo los gases las habitaciones de la citada casa y de la contigua».
«Por los efectos de los gases resultaron intoxicadas 33 personas, las cuales fueron convenientemente asistidas en la Casa de Socorro, pudiendo ser salvadas todas, aunque el estado de dos o tres sea de alguna gravedad».
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