A la pregunta de ¿dónde andas? ¿qué es de tu vida?, me responde un amigo con una galería de fotos posando en un café con ... gatitos en Madrid. Si, ya sabrán, hay bares donde además de la consumición te ofrecen una recua de gatos para que los acaricies. Ya hay uno también en Bilbao, un cat-café, siempre ellos más modernos. Qué tierno mi amigo, con los animalillos. Porque los hombres, los chicos, los buenos chicos, hace tiempo que no se esconden y se muestran casi todo lo sensibles que son. Por eso en las redes sociales se premia mucho a los varones con gato o perro, que reciben más «me gusta» por el detalle.
Por otro lado parece, y lo «denuncian» especialmente las chicas extranjeras, los hombres de aquí no piden ser novios, o sea, no preguntan expresamente ¿quieres ser mi novia?, cuestión a la que nosotras ya estábamos acostumbradas cuando nos tocó y que dábamos por hecho cuando pasaba el tiempo y te presentaba a los amigos, pero siempre sin decir esa palabra, o sea «novia». Les parecerá blandengue, como decía El Fary, creo.
En esta línea de sensibilidades masculinas, me gustó mucho nuestro titular de hace unos días, unas declaraciones de un pelotari campeón, el navarro Unai Laso: «Debería llorar más; en la final lo solté y estoy contento». Dice que está orgulloso de «darle la vuelta a una sensación muy mala que tenía en la cabeza» gracias a su psicóloga. La salud mental en páginas de Deportes, pues muy bien. Algo hemos cambiado.
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