Plaza de Gipuzkoa

Ignacio y Javier

Fue el mejor de los papas posibles que hizo lo que pudo, un hecho, o verdad subjetiva, en la que coinciden practicantes y no practicantes, católicos, ateos y toda la gama de personas con una espiritualidad media en esta parte del mundo que mejor conozco. Algunos, que pecamos bastante de inocentes, confiamos en que haya llegado a Washington, Moscú y el resto del orbe algo de su último mensaje pascual, cuando pedía que miráramos a los mas débiles, a los marginados y los migrantes «porque todos somos hijos de Dios». Pero no se puede obviar a aquellos que se hicieron bastante presentes en los últimos meses de su enfermedad cuando manifestaban abiertamente que deseaban la pronta desaparición de un pontífice «demasiado woke».

No hay quiniela de papables, dicen los expertos, entre los 136 cardenales que votarán y que tienen en sus manos hacer algo sensato por este mundo.

Ahora, tengo algo que decir que me dio pena que Jorge Mario Bergoglio, puesto a elegir nombre de un jesuita ilustre para su pontificado, no prefiriera los de Javier o Ignacio. Caprichos míos.