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Becas ERC Starting Grant | Ikerbasque

Investigadores de alto riesgo

Cinco investigadores Ikerbasque han recibido las prestigiosas ayudas de la Unión Europea ERC Starting Grant para realizar proyectos pioneros. Tres de ellos trabajan en Gipuzkoa

Javier Guillenea

San Sebastián

Lunes, 24 de octubre 2022, 07:00

Se acaban de conocer y ya están conversando como si fueran viejos colegas. Hablan de conciliación, de ayudas y de proyectos, se nota que tienen ... intereses comunes aunque trabajen en campos diferentes. Han quedado en el Centro de Física de Materiales (CFM) de la UPV/EHU para hablar de lo suyo, de las ayudas ERC Starting Grant que el Consejo Europeo de Investigación concede anualmente a un puñado de investigadores para realizar proyectos pioneros de alto riesgo que abran nuevos caminos en el conocimiento. En la última convocatoria, cinco investigadores Ikerbasque que trabajan en el País Vasco han conseguido una de estas codiciadas becas, las más prestigiosas y competitivas de la Unión Europea. De ellos, tres desarrollan su actividad en Gipuzkoa.

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La asturiana Sara Barja ejerce de anfitriona para Amaia Arranz y Francesc Monrabal. Trabaja en el CFM, pero por poco tiempo. Ya está embalando las máquinas de su laboratorio para trasladarse a un lugar más amplio en la Facultad de Química. Necesita más espacio ahora que va a recibir una ayuda de algo más de 2,3 millones de euros para entender en un plazo de cinco años por qué unos materiales rompen las moléculas de agua y otros no, y de esta forma diseñar estrategias para extraer hidrógeno del agua de forma barata.

«Esto es un microscopio de efecto túnel». En un laboratorio del CFM, Sara explica el funcionamiento del aparato a la tolosarra Amaia Arranz, una especialista en arqueobotánica que dedicará el millón y medio de euros que ha obtenido para aclarar los factores que motivaron a las poblaciones de cazadores-recolectores a cultivar e intensificar la explotación de recursos vegetales. A su lado, presta atención el físico de partículas del Donostia International Physics Center (DIPC) Francesc Monrabal, que también ha recibido 1,5 millones. Con esta ayuda, este investigador valenciano pretende construir un novedoso detector de neutrinos y tratar de descubrir si estas partículas tienen interacción fuera del modelo estándar. «Si esto fuera verdad, sería un gran descubrimiento que nos puede servir para entender propiedades muy difíciles de detectar», asegura.

Puede ser verdad, pero también puede que nunca llegue a encontrar lo que busca. Es lo que tienen los proyectos financiados con las ayudas ERC Starting Grant, que son de alto riesgo, lo que significa que no hay ninguna garantía de que lleguen a buen puerto. Son también proyectos a largo plazo, no hay prisa en obtener resultados inmediatos. «Yo voy a dedicar cinco años a construir el detector. Solo al final empezaré a recoger datos», dice Francesc.

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«La magia de las ERC es que te dan dinero para hacer este tipo de cosas», afirma Sara, que se queja del estado de la financiación de la ciencia en España, donde «no te permiten pensar a lo grande». «A nosotros nos han tirado un proyecto porque es demasiado ambicioso, por lo que tengo que dar las gracias a Europa por su política».

«No sabes lo que va a salir»

El riesgo forma parte de la ciencia. Cuando emprendes un proyecto «no sabes lo que va a salir», explica Francesc. «Que no salga nada ya es un resultado. El verdadero empuje en la ciencia lo dan este tipo de incentivos, que permiten que se lleven a cabo las ideas más arriesgadas», sostiene Sara. «¿Si no te hubiesen dado esta ayuda tomarías ese camino o seguirías otro más fácil?», pregunta Francesc. «El riesgo es no hacer nada. Si no apuestas por estas cosas es seguro que no van a salir adelante», concluye.

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A estas alturas, la reunión se le ha ido de las manos al periodista. Se suponía que cada investigador tenía que explicar su proyecto y responder a unas cuantas preguntas, pero no es eso lo que sucede. Son ellos los que toman la batuta y comienzan a interrogar a sus compañeros. Les puede la curiosidad.

«Pero estas medidas no las haces en el vacío, ¿no?». «La muestra se lleva al sistema de electroquímica sin que la vea el aire». Francesc sigue preguntando y Sara respondiendo, hasta que Amaia interviene en la conversación. «¿Si descubres cómo lograr hidrógeno sin usar platino, qué aplicación tiene?». «Es conocimiento, pero tenemos una red con otros grupos para intentar cubrir toda la cadena, incluida la escalada en la empresa», contesta Sara.

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Amaia habla de restos de comida y semillas descubiertas en yacimientos anteriores al Neolítico. Muchos son restos carbonizados que ofrecen información como el tipo de vegetación que existían en un determinado lugar hace miles de años, las condiciones ambientales y climáticas o el tipo de alimentos que consumían. El problema, reconoce, es que a la hora de recopilar datos «la arqueobotánica es muy lenta». «Para interpretar datos pregunta por la inteligencia artificial», recomienda Sara. Francesc asiente y ambos comienzan a hablar de las bondades de la IA. «Ya lo exploraré», dice Amaia.

El encuentro acaba. Es la hora de pronunciar las últimas palabras. «Lo bonito de hacer ciencia es ir planteando preguntas y buscar respuestas», afirma Sara. «Yo venía de una tesis enfocada en el Neolítico y me puse buscar en los vacíos que vi», dice Amaia. Y Francesc, sin pretenderlo, ofrece una definición de la labor investigadora. «Es añadir trabajo a la imaginación», explica.

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«Vamos a interrogar átomos uno por uno»

El proyecto de Sara Barja se llama COSAS (Controlling Oxygen Selectivity at Atomic Scale) y tiene por objetivo desarrollar nuevos catalizadores más eficientes y económicos para producir hidrógeno verde, explorando la electrólisis a partir de agua de mar. Según explica la investigadora de la UPV, en lugar del enfoque más generalizado de dividir el agua en oxígeno (O2) e hidrógeno (H2), el proyecto se propone la oxidación del agua a peróxido de hidrógeno -un producto con mayor valor que el O2- y la electrólisis a partir de agua de mar, evitando así el costoso y necesario proceso de purificación del agua marina. «Interrogamos átomos uno por uno», dice. Para llevar a cabo sus planes, la investigadora del CFM adquirirá nuevo equipamiento que permitirá el estudio de la interacción entre el electrodo y el electrolito con precisión atómica. Además, ampliará su equipo, al que se incorporarán dos investigadores predoctorales y otros dos posdoctorales.

«Estaremos los próximos diez años tomando datos»

Para detectar neutrinos, unas partículas elementales que vagan por el universo sin interactuar con nada y nos atraviesan constantemente, se necesita mucha agua. «Un detector que van a hacer en Japón contiene 800.000 toneladas de agua», explica Francesc Monrabal. El objetivo principal de su proyecto, que se denomina GanESS (Gaseous detectors for neutrino physics at the ESS), es la creación de un nuevo detector de neutrinos de 20 kilos de masa activa que posteriormente será instalado en la Fuente Europea de Espalación de neutrones (ESS) en Lund (Suecia), que está actualmente en construcción. Para encontrar lo que busca se basará en un proceso conocido como interacción elástica coherente del neutrino con el núcleo, que hace que la probabilidad de interacción de la partícula aumente enormemente. Necesitará paciencia para lograrlo. «Vamos a estar los próximos diez años tomando datos», dice.

«Intento entender las sociedades del pasado»

«Intento entender las sociedades del pasado», afirma. Y, sobre todo, el surgimiento de la agricultura a través del estudio de las sociedades anteriores al Neolítico. La ayuda ERC que ha recibido permitirá a la arqueóloga tolosarra analizar en Jordania, Israel y Chipre una decena de yacimientos que abarcan un periodo que va desde hace 23.000 años hasta 11.500. «Hay muchos yacimientos neolíticos pero anteriores a ellos hay pocos y mucho menos en los que se tomen muestras de plantas. No sabemos nada de ellos». El proyecto, que se llama Palaeorigins, analizará materiales arqueobotánicos (semillas, carbones o restos de comida) de algunos de los yacimientos epipalaeolíticos mejor conservados, y combinará estos análisis con el estudio de isótopos estables, la creación de modelos informáticos y la validación de hipótesis basadas en la teoría. Amaia Arranz contará con un equipo de unas siete personas.

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