Día Internacional contra la Homofobia
«Tras recibir una paliza como la mía el miedo se te queda dentro para siempre»Brayan y Yeisson fueron apaleados en Villabona hace un año y aún sufren las secuelas psicológicas y físicas de una agresión de la que el primero creyó que no saldría vivo
Ha pasado un año y Brayan aún tiene pesadillas en las que siente que se ahoga en su propia sangre. Lo que ahora son delirios ... lo vivió de forma real la madrugada del 14 de mayo del año pasado. La angustia de ver la muerte de cerca le sobreviene de forma recurrente. Más veces de noche, pero en ocasiones también de día. «Ahora soy consciente de que puedo morir en cualquier momento».
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El miedo se ha apoderado de él desde aquella noche en un bar de Villabona en la que él y su marido Yeisson recibieron una paliza al grito de '¡maricones de mierda, extranjeros, este no es vuestro sitio; largaos de aquí!'. De hecho, la pareja no ha salido de noche ni de fiesta desde entonces. Tienen 26 y 28 años pero hacen una vida más propia de jubilados. «Me da miedo encontrarme con algún borracho. Me dan miedo las aglomeraciones», lamenta Brayan, que fue quien salió peor parado del ataque. Lo más atrevido que han hecho ha sido asistir a los fuegos artificiales de la Semana Grande de San Sebastián. «Me alucinaron».
La casualidad ha querido que hoy, Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, y 368 días después de recibir la paliza, Brayan tenga una cita clave con el médico, que determinará si conviene que sea operado de la nariz. Una de las secuelas que le ha dejado la agresión es que tiene la fosa nasal izquierda taponada y no puede respirar por ella. Además, tiene uno de los huesos nasales aún roto, cicatrices en el contorno de los labios que oculta tras una cuidada barba, más cicatrices en la parte interior de los labios y, como consecuencia de que le rompieron la muñeca, todavía no puede coger pesos, lo que le dificulta encontrar trabajo.
Brayan Ruiz y Yeisson López fueron agredidos la madrugada del domingo 14 de mayo de 2023 por «un grupo de unos 15 jóvenes que empezó a increparnos y zarandearnos cuando salíamos del bar», según denunciaron hace un año en DV. La tía de Brayan, Carla, que les acompañaba, también recibió un puñetazo en el ojo.
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Irónicamente, este matrimonio colombiano había abandonado su país pocas semanas antes y acababa de aterrizar en Gipuzkoa «en busca de la libertad» que el colectivo LGTBIQ+ «no tiene» en su lugar de origen.
Yeisson recibió cortes y hematomas en la cara fruto de los golpes recibidos, que también le afectaron las costillas. Hoy está plenamente recuperado, al menos físicamente. Psicológicamente tiene sus «momentos», pero le puede la fuerza que le da estar volcado en ayudar a su marido y sacarle del pozo en el que se encuentra.
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«Sin discusión previa»
Brayan se llevó la peor parte. Por una agresión en la que «no hubo discusión previa ni enfrentamiento alguno», acabó inconsciente en el suelo, ahogándose en la sangre que manaba de su nariz y, recuerda Yeisson, «salvando la vida porque la Policía llegó justo cuando alguien rompía una botella. Al oír los cristales rotos, pensé que no salíamos vivos de ahí».
Un año después ambos califican Villabona, Zizurkil, y en general Gipuzkoa y Euskadi, como lugares «no homófobos». «No hemos tenido ningún otro problema», reconocen. «Estamos bien en el pueblo. Aunque no hacemos mucha vida social, nos sentimos integrados y queridos».
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Pero esa «tranquilidad» no logra acabar con los temores que no abandonan a Brayan, que no sale de noche porque prefiere «evitar riesgos». «Tras recibir una paliza como la mía, el miedo se te queda dentro para siempre», remarca como recordatorio de que a pesar de los avances que ha habido en la sociedad en los últimos años, sigue siendo necesario recordar que siguen produciéndose insultos, vejaciones y agresiones motivados por la orientación sexual. El año pasado, la Ertzaintza contabilizó 37 delitos de esta naturaleza en Euskadi, un 60%menos que los 94 de 2022.
A la espera de juicio y asilo
Ambos siguen a la espera de que se celebre el juicio contra los agresores. «Testificamos, hicimos una rueda de reconocimiento, y uno de ellos tiene una orden de alejamiento, pero desde septiembre no sabemos nada», lamentan. En un pueblo pequeño, Yeisson no ha vuelto a coincidir con el principal agresor. Brayan sí. «Una vez, en el ambulatorio. Me entró tal pánico que me escondí tras la zamarra. No sé si me vio o me reconoció».
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«Un día coincidí con mi agresor en el ambulatorio; sentí tal pánico que me escondí tras la zamarra»
Cuentan con desazón que tras las manifestaciones de apoyo en los días posteriores a la agresión, incluida una concentración de repulsa en el puente que une Villabona y Zizurkil, no han vuelto a tener contacto con las instituciones. «Aquellos días hablamos con el exdelegado del Gobierno, Denis Itxaso, que nos remitió a Extranjería para regularizar nuestra situación. Pero para ello hace falta una sentencia, y aún no ha se ha celebrado el juicio», explica Yeisson, que aclara que, no obstante, «estamos como demandantes de asilo, por lo que nuestra situación es legal y podemos trabajar», como hace él en un bar de Anoeta.
Su objetivo inmediato es intentar que los padres de Brayan puedan venir a Gipuzkoa a visitarles, pues no han podido hacerlo todavía. «Necesitamos que Extranjería valide la carta de invitación que ha emitido una amiga para que puedan entrar al país, pero llevamos meses intentando coger cita y es imposible», critican.
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