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La imagen fue muy impactante. Nada menos que 400 toneladas de sardinas frescas, esparcidas y amontonadas por el suelo del puerto de Getaria. Ocurrió en ... marzo de 1980, y apareció así en la primera página de EL DIARIO VASCO…
Los problemas de la flota pesquera guipuzcoana han sido reflejados por el diario a lo largo de las décadas. Hoy nos quedamos con aquel momento llamativo, tenso y doloroso. A Joaquín Ormaetxea, experto de DV en la materia, se le notaba cierta rabia en el inicio de su crónica de hace 45 años…
«Nada menos que 400.000 kilos de sardina fueron ayer arrojados por los arrantzales en los muelles de Guetaria por no alcanzar un precio rentable. 400.000 kilos de proteínas desperdiciados porque en este país no hay quien concilie los intereses de la industria extractiva (pescadores) con la de los asentadores y exportadores, y también con la transformadora (conserveros). Año tras año nos encontramos con esta conflictiva actividad».
Ormaetxea contaba el episodio ocurrido en Getaria hacia las nueve: «Ayer los arrantzales al llegar por la mañana al puerto de Guetaria se encontraron con la desagradable noticia de que sus sardinas no las quería comprar nadie a 15 pesetas el kilo, precio mínimo fijado por nuestros pescadores, para que el producto de su esfuerzo sea rentable, considerando las subidas del gasóleo B y de los seguros sociales».
Pues bien, «las únicas ofertas de compra eran de Alfa, harinera de pescado que ofrecía el precio de 5,30 pesetas kilo por estas sardinas».
«La indignación cundió entre los pescadores, que querían arrojar las sardinas a la carretera general. Se les convenció de que no lo hicieran y entonces optaron por desparramar el pescado en los muelles del puerto, que quedaron cubiertos por este pescado proporcionando a los malecones un refulgir metálico».
Aquel momento de rabia se enmarcaba en una situación general preocupante para los arrantzales.
«Verdaderamente –escribían en 1980– es incomprensible que no haya un organismo regulador de los precios del pescado. Los pescadores se quejan y con razón que por ejemplo la anchoa para el consumo provincial si se compra al precio mínimo de 50 pesetas el kilo, luego, en los mercados, se ofrece a 150 pesetas, tres veces más cara que el precio de compra. Además de los considerables márgenes que quedan para los intermediarios, el precio escandalosamente alto de la anchoa retrotrae el consumo de este pescado fresco».
Tras aquel simbólico vertido de sardinas, representantes de la Federación de Cofradías de Pesca de Bajura de Gipuzkoa se reunieron aquella misma mañana con exportadores en Pasaia, sin alcanzar un acuerdo. Al día siguiente hubo asambleas internas de las cofradías, y una reunión con el consejero de Industria y Pesca del entonces Consejo General Vasco, precedente del Gobierno Vasco. Buscaban regular los precios mínimos, relacionados con las cuotas de pesca, que entonces eran como máximo de 4.000 kilos por barco y día. La armonización entre distintos intereses no era sencilla.
Respecto al destino concreto de los 400.000 kilos de sardinas esparcidos por el puerto getariarra, hubo informaciones contradictorias. Primero informaron en DV que «se ha convocado a los baserritarras de la zona para que se lleven este pescado y lo utilicen como abono en sus campos de cultivo, pero con la advertencia clara de que no entreguen este pescado a las fábricas harineras».
Sin embargo, a última hora se supo que «los arrantzales de Guetaria han rociado con gas-oil las casi 400 toneladas de sardina depositadas en los muelles del puerto pesquero, para evitar que se las lleven los particulares. Al ver que vecinos de otras localidades cercanas se llevaban en baldes todas las sardinas que podían, los pescadores conectaron las mangueras de los barcos y rociaron todo con combustible. Entre las sardinas que han comenzado a descomponerse y el gas-oil desparramado, en Guetaria se respira muy mal olor».
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