Cuando los gallos peleaban o les peleaban
Durante más de dos siglos se han celebrado 'luchas de corral', sobre todo en frontones, plazas de toros y fiestas patronales, en las que se combinaban maltrato animal y diversión, y a las que en muchas ocasiones se sumaban las apuestas
«Las peleas de camellos son algo repugnante, al lado de las cuales las de gallos son unos espectáculos para niños y sábados blancos». Esto ... se puede leer en una información publicada en 'La Voz de Guipúzcoa' el 29 de octubre de 1929. Lo firma un periodista bajo el seudónimo de 'Gorrocha'. Detalla que una empresa «yanqui» había logrado la autorización para la lucha de los sedientos animales del desierto en Constantinopla en un recinto similar a una plaza de toros. Esperaba que la iniciativa no fuera importada a Gipuzkoa, donde han tenido durante más de dos siglos las 'luchas de corral' entre unas aves con un innato instinto violento. Desde 1993 están prohibidas en Euskadi, pero durante décadas del pasado siglo se han celebrado con gran éxito ya fuera en plazas de toros o en frontones. Incluso en verano era uno de los actos más destacados del programa de fiestas de una localidad. Herri kirola, diversión o crueldad animal, que lo juzgue cada uno.
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Se dice que los primeros gallos de combate se originaron hace más de cinco mil años, y entre los aficionados famosos se encontraba Alejandro Magno. Javier Sadá, historiador, cronista de San Sebastián y colaborador de DV, subraya que «como otros muchos pueblos, el vasco observó la tendencia innata a la pelea» de estas aves. Prosigue:« Y de ello, como de todo lo que supone competencia e incertidumbre en cuanto a su resultado, hizo espectáculo en el que podía arriesgar su dinero».
En los caseríos el gallo criado para la pelea solía vivir en una jaula de barrotes de madera, aislado totalmente de sus congéneres. Pesaba entre 1.620 y 1.780 gramos. A lo mejor pocos baserritarras conocían que fue el rey Jacobo I (1603-1625) quien consolidó la denominación de gallos ingleses como raza de gran valor y disposición para el combate. Se consideraba que la edad ideal para luchar era entre los tres y los cuatro años. Su esperanza de vida se encuentra entre los cinco y los diez años. Al ser una preciada ave, era cuidada con especial mimo. Su propietario tenía siempre presente que había en juego mucho dinero por medio de las apuestas.
La zona de cría de los gallos y la afición por las peleas coincidía con las de carneros de lucha
En las primeras décadas del siglo XX cuando el ejemplar había alcanzado su completo desarrollo el propietario se ponía en contacto con otro criador concertando los términos en que se llevaría a efecto la lucha. Su duración variaba según se hubiera acordado con el espolón limpio, o aplicando al mismo un largo y afilado pincho de acero, que provoca heridas más graves en el rival. Normalmente la pelea se prolongaba entre diez y quince minutos, aunque era frecuente el golpe mortal a poco de iniciar el combate. En el caso de que la lucha se llevara a cabo a espolón limpio, se afilaban cuidadosamente para hacer más eficaz su golpe. El gallo luchaba a muerte, con una ferocidad que producía escalofrío en más de un espectador, sobre todo si era niño. Golpeaba con las alas sus patas para hincar más hondo el espolón en el cuerpo de su adversario. Los gallos combatían pelados para evitar que las plumas calentaran demasiado el cuerpo produciendo su agotamiento, y, también, para privarles de ese medio de defensa a los golpes del espolón, que eran las plumas.
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Ya en el siglo XIX, y también hasta casi finales del XX, en Gipuzkoa la zona de cría de los gallos y la afición por las peleas coincidía con las de carneros de lucha. Destaca su expansión en Donostia, Eibar, Azpeitia, Tolosa, Mutriku y Oiartzun, entre otros municipios. No faltaban luchas privadas entre caseríos rivales. Asimismo, se organizaban 'combates' en homenajes a figuras populares del deporte rural, sobre todo pelotaris. No hay que olvidar que las peleas de gallos y la pelota dominaban el mercado de las apuestas en Gipuzkoa. Los aficionados llegaban a tachar de «porquerías» las acusaciones de crueldad ante el dolor de los animales. En la prensa de 1898 se anunciaba como un acontecimiento de «deporte exótico» «en el trinquete del Sr. Vega» en Hernani. Peleaban «dos gallos de Atocha contra uno de Hernani y otro de Puerto Rico».
En San Sebastián destacaba la creciente aparición de recintos a lo largo del pasado siglo que se conocían como 'Circo de gallos'. Uno de los más famosos fue el inaugurado en marzo de 1890 en el trinquete de la Calle Nueva, en el barrio de Gros. 'La Voz de Guipúzcoa' recoge en su información que «la concurrencia que asistió era bastante numerosa y en las localidades se veían algunas señoras. A la hora anunciada dio principio la lucha entre un gallo portorriqueño y otro terciado de portorriqueño y andaluz. Después de algunos encuentros entre ambos combatientes, el portorriqueño quedó con ambos espolones rotos. Como una de las condiciones acordadas para la lucha era que se suspendería si a alguno de los gallos se le rompía el espolón, fueron separados, y la pelea quedó suspendida. La empresa, teniendo en cuenta al público que llenaba las localidades, sacó a la meta otros dos gallos que lucharon durante un gran rato, entreteniendo agradablemente a la concurrencia».
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Uno de los más famosos 'circos de gallos' se inauguró en 1890 en el trinquete del barrio donostiarra de Gros
Durante décadas se celebraron en ese trinquete 'luchas de corrral', ya más sangrientas y violentas, en las que la muerte estaba presente. Más que en una diversión se convirtió en un negocio para unos pocos y en una ruina para muchos.
Años después surgieron las galleras de las calles Fuenterrabía, San Martín, además de en Ibaeta, Ategorrieta, Ulia y Atotxa. La primera se inauguró en marzo de 1932 con «los gallos mas reñidores de la ciudad». La entrada general era de un real y la de preferencia dos reales.
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Como prueba de que seguía el 'boom', en 1935 se anunció una pelea de gallos en el Frontón Moderno de San Sebastián «entre las galleras de Atocha, Ulia, San Martín y las famosas de Otzaurte».
También se celebraban peleas de gallos en localidades pequeñas de Gipuzkoa. Así, en 1933, dentro de las fiestas en Zaldibia, se celebró a las doce del mediodía una 'lucha de corral'. Según las crónicas, las aves dieron poco de sí, y eso a pesar de que en medio de la arena se puso una gallina. «Duró menos que una visión cinematográfica parece que ni querían sufrir mucho ni influir nocivamente en el espíritu y la moralidad de las personas que presenciaron la pelea. El ejemplar ganador cacareó con jactancia su victoria».
Era curiosa la afición en Eibar, donde se celebraban peleas de gallos los domingos al mediodía y en las fiestas de San Juan para el público en general. En 1934 el gobernador civil de Gipuzkoa de entonces sancionó a los organizadores de una pelea alegando que estaban prohibidas «terminantemente».
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En las memorias de uno de los más ilustres vecinos de la villa armera, Toribio Echeverría, se asegura literalmente que «no trabajar los lunes jugando al escondite entre el taller y la taberna, curándose de los excesos del día anterior, de lo que en el argot local se denominaba «el aje», era casi una institución. Y cuando el lunes corría la noticia de algún partido de pelota, de una prueba de bueyes, o de una pelea de carneros, la gente abandonaba los talleres con la más completa unanimidad, satisfecha de un pretexto confesable para hacerlo a las claras. Y esto ocurría casi todos los lunes, y holgaba el aviso del pregonero... Por eso, cuando una empresa construyó con fines utilitarios un frontón, lo bautizó con el nombre de Astelena, literalmente primer día de la semana, sabiendo que los lunes les dejarían las mejores entradas».
El popular recinto deportivo se inauguró el 24 de junio de 1904 y en él se celebraron durante años peleas de gallos. Como el que se informaba en un periódico el 12 de abril de 1928, que detallaba que en el circo-frontón Astelena se jugaron tres 'combates' de las galleras de Azkoitia contra las eibarresas, saliendo victoriosas las de la villa armera. El 1 de junio de 1930, en el marco de las fiestas de San Juan, se celebraron seis enfrentamientos entre galleras de Bilbao y de Eibar.
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El 23 de junio de 1933 la gallera eibarresa Chancha-Celay o chanchasolay, de Miguel Espilla, apodado 'Chopa', triunfó en Oviedo ante una selección soberbia. Ganó cinco de las siete peleas, empato en una y perdido en otra- Ese mismo año ya vencía a los gallos «mas temibles» de bilbao. un especial profesional en materia gallística.
El preparador de gallos eibarrés Miguel Espilla, apodado 'Chopa', fue uno de los mejores del Estado
Según se podía leer en 'La Voz de España' en 1954 'Chopa' era el mejor del Estado «en un deporte apasionante con una ciencia compleja». El periodista informaba en su crónica que 'Chopa' tiene su gallera junto a su «afamado taller de pulimento», y que ante su presencia las aves, que son alimentadas con trigo, «se alborotan y alzan sus testas preñadas de hostilidad». El experto le enseña cómo se pulen las espuelas de un gallo armado con un bisturí, al tiempo que le dice que no es muy partidario de exportar gallos a otros países sin haber sido seleccionados tras una pelea, aunque se pague 1.000 pesetas por ejemplar. Le gusta que su 'púgil' sea «bravo, inteligente, valiente y altivo», además de llevar a cabo «movimientos envolventes y estratégicos».
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Se consideraba que el gallero «no se hace. Se nace con esa pasión por las peleas de gallos, la convierte en hábito y forman parte de su vida, los gallos se llevan en la sangre,se sienten en el corazón». En cuanto a sus aves, mantenían que eran «de una estirpe especial, dotados de una increíble valentía, un sistema nervioso central excepcional y una actividad hormonal singular». Además, saben el dicho de «gallo viejo, con el pico y el ala mata».
Entre los criadores guipuzcoanos más populares se encontraban José María Mendiola, de Oiartzun, y el famoso aizkolari y probalari Antonio Soraluce, 'Korta', que en su caserío Teresategui, de Lasarte-Oria. El criador de gallos más entendido de Eibar fue Benito Ugalde, apodado 'Sumendisha'. Era un artesano analfabeto de Chirio-Kale perteneciente al gremio de «chokiatzalles'. Les daba friegas de aguardiente en las partes que se les habían desnudado de plumas para privar de agarraderas al contrario, les aguzaba los espolones raspándolos con un cristal, los tenía en forma para la ocasión de las apuestas, dentro de un peso dado, en el que los gramos contaban mucho, con una suma de cuidados y atenciones que solo la pasión de aquellos aficionados podía proveer.
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Según señalaban los entendidos, en las peleas se podían ver aves de razas muy finas, que se dejaban matar si antes no lograban dar sangriento fin al rival. Los gallos de pelea se denominaban «ingleses», y los del país, «baserritarrak», grandes y orondos, con una estampa magnífica, eran «arriolaris» que pegaban la «karraskada» a la primera embestida. Si perdía una apuesta importante la ave acababa en la cazuela de la familia del gallero.
La Ley 6/1993, de 29 de octubre, de Protección de los Animales del Gobierno Vasco prohibió las peleas de gallos en Euskadi
Hasta finales del pasado siglo las peleas de gallos se convirtieron en una de las actividades más demandadas en las fiestas patronales de los pueblos de Gipuzkoa. Poco a poco se fue cuestionando si no se trataba de un deporte rural sino solamente de una actividad cruel para las aves, poco edificante tanto para los adultos como para los niños.
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Las primeras prohibiciones arrancaron con la dictadura del general Primo de Rivera. Sin embargo, los gobiernos civiles de las provincias vascas, entre ellas los de Gipuzkoa, no adoptaban una postura uniforme delegando, casi siempre, en los respectivos alcaldes la concesión de autorizaciones, aunque es de justicia reconocer que en todo momento dentro de un marco restrictivo. Hubo que esperar hasta la promulgación de la Ley 6/1993, de 29 de octubre, de Protección de los Animales del Gobierno Vasco, que prohibía específica y totalmente las peleas de gallos en Euskadi. Tanto las diputaciones como los ayuntamientos se fueron sumando a este veto con normativas similares, que también se iban imponiendo en gran parte de Europa. En la actualidad las 'luchas de corral' solo son legales en Andalucía y Canarias, aunque en ambas comunidades autónomas se deben cumplir una serie de requisitos. Se suele apelar «a la tradición», al «respeto» y a los «cuidados» que reciben estas aves durante gran parte de su vida y, sobre todo, al interés porque «no se pierda la raza del gallo combatiente español».
Polémica en pleno siglo XXI
A pesar de estar prohibidas las peleas de gallos en Gipuzkoa desde finales del pasado siglo se han vivido intensas polémicas. Es el caso de julio de 2016. El partido ecologista Equo presentó una denuncia administrativa ante la Diputación contra el espectáculo infantil «Gorriti y sus animales», presentado por la empresa del mismo nombre en las fiestas patronales de Usurbil y Ordizia. Se convirtió en la segunda denuncia por espectáculos con animales formalizada por esta formación en Gipuzkoa, tras la que presentó un mes antes en la Fiscalía de Medio Ambiente y el Gobierno Vasco por una pelea de gallos celebrada en el barrio de Arroa Behea de Zestoa.
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En su escrito, Equo solicitó que se verificara si la empresa había llevado acabo sus espectáculos con los permisos municipales y forales pertinentes, y todas las garantías de seguridad para los menores« a los que iban dirigidos. La formación verde remarcó que en el espectáculo itinerante, »que recorre los pueblos de Euskadi, La Rioja y Navarra«, los gallos son incitados a pegarse una y otra vez, para después retirar uno de los ejemplares y usarlo a modo de capote para torear al otro». «No podemos seguir fomentando la cosificación de los animales y su maltrato, educando a los niños en la falta de empatía hacia estos», concluyó.
También la plataforma ciudadana Acción Para el Respeto Anima denunció estos hechos y recordó que el artículo 4.2 de la Ley de Protección Animal de Euskadi» establece que queda prohibido maltratar a los animales o someterlos a cualquier práctica que les pueda producir sufrimientos o daños y angustia injustificados e imponerles la realización de comportamientos y actitudes ajenas e impropias de su condición o que impliquen trato vejatorio y las peleas de perros y gallos.
Aunque pueda parecer que las luchas de gallos son algo del pasado, la Ertzaintza sigue vigilando que no se celebren peleas clandestinas en «circuitos cerrados« de Euskadi, que incluyen elevadas apuestas, y hasta robos en criaderos. El precio medio de un gallo combatiente ronda los 1.000 euros. Unos 1.500 si se trata de un semental.
Las asociaciones animalistas aseguran que las peleas de gallos nunca han desaparecido del País Vasco, «por mucho que la mayoría de la sociedad ignore su existencia». Mantienen que hay casos documentados desde hace décadas. Denuncian que a los gallos se les llega a dopar, para encolerizarlos y sobre-estimularlos durante la pelea. Aseguran que se le administran productos como estricnina, cafeína, anfetaminas y epinetrina.
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Los organizadores de los combates ilegales someten a los gallos a cambios estéticos y los dopan
Lo cierto es que en general, los organizadores de los combates ilegales someten a los gallos a cambios estéticos, como arrancarles plumas y cortarles la cresta y las barbas. Siempre sin anestesia. El objetivo es hacerles parecer «más fieros y duros durante los combates» y que no mueran «en menos de lo que canta un gallo». Las lesiones son muy habituales. Algunos pierden un ojo o resultan heridos de muerte. Algunos mueren directamente en el reñidero. Los que aguantan en buenas condiciones se utilizan para volver a emplearlos en nuevas apuestas. Los criadores autorizados suelen dedicar los que ya no pueden pelear a la reproducción. Pero en muchas peleas ilegales directamente los matan porque ya no les valen.
Menos mal que aquí tragedias como la ocurrida en Filipinas hace cuatro años. Un agente de policía de Filipinas murió durante una redada realizada contra las peleas de gallos ilegales después de que la cuchilla que llevaba atada al espolón le cortara la arteria femoral.
El siglo pasado después de una pelea de gallos los aficionados tomaban vino, coñac, wiski o un combinado, según el bolsillo. Mejor un 'cocktail, ya que según algunas teorías su nombre tiene origen en las luchas de gallos. En concreto en los brebajes que se les daba para ponerlos agresivos y en los preparados que los galleros tomaban para celebrar el triunfo de una pelea. Esto solo está prohibido para los niños.
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