Después de dos cocidos, chuletas
Los ordiziarras dejaban el pescado para los forasteros y preferían un potente menú rematado con arroz con leche
Advertencia: Este artículo le puede provocar hambre, mucha hambre. Evocamos lo que comían los ordiziarras en fiestas allá por 1680. Comprobarán que no se quedaban ... insatisfechos.
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Recuperamos un artículo que escribió Kifi, el corresponsal de EL DIARIO VASCO en Ordizia, el 23 de julio de 1975. El título ya era evocador…
Kifi echaba la mirada atrás, muy atrás, para referirse a lo que comían los ordiziarras el día de Santa Ana de 1680. Empezaba indicando que «la naturaleza era tan pródiga entonces» que «sólo tenían que cerrar la presa del río Oria la víspera para coger el pescado y obsequiar espléndidamente a los invitados».
Los visitantes apreciaban el pescado fluvial pero a los locales se les hacía poca cosa para celebrar las fiestas. Indicaba el corresponsal que el plato favorito de los viajantes era «el rico pescado del Oria. Los nativos, no. La angula, la trucha, etc., la tenían tan a mano en el pan nuestro de cada día, que no les llamaba».
Hasta llegar al arroz con leche
¿Y qué comían en un banquete aquellos vecinos del Goierri?
«Así, mientras los forasteros se lamían los dedos ante unas truchas con jamón, los ordizianos se sentaban a 'atacar' a tres o cuatro platos de buena sopa. A renglón seguido se metían dos cocidos (rara vez uno), con media arroba de tocino, morcilla, longaniza y carne. Ya entrando en 'materia' daban cuenta de unas chuletas con pimientos morrones, bien rociadas de vino para empujar».
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«Después, el esmerado postre que en aquellos tiempos era la máxima delicia: el arroz con leche».
Cuatro platos «mínimo»
La abundancia parecía ser la norma en aquellas ocasiones…
«Existía una especie de mínimo: cuatro platos. Debió de haber quien alzase más platos que Endañeta piedras… Los puros creo que los traían desde Filipinas».
En aquel artículo tan de 'tripaundis', incluída Kifi una anécdota protagonizada siglos después por José Castillo, el célebre cocinero que se haría famoso con el restaurante del Hotel Castillo en la Nacional-1…
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«Recuerdo cuando tenía su restaurante en la villa, el turismo era difícil capturarlo. Un día un suizo vio comer a un grupo de jóvenes a las diez de la mañana unos buenos platos de caldo de gallina, seguido de fuertes raciones de huevo con chorizo. ¡Qué pronto se come aquí!, exclamó extrañado».
Sólo era el aperitivo
«'No es la comida, señor', le dijo Castillo. Para comer tienen sopa de pescado, angulas y después un pollo cada uno de 750 gramos, amén de alguna chuletita que otra. Y de postre arroz con leche y frutas diversas, buena sidra del país, vino, café, copa y puro».
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«El buen hombre no se lo creyó y tuvo la santa paciencia de quedarse para verlo como Santo Tomás, eso que era tan corriente que los extrañados fuimos nosotros al conocer su curiosidad. ¡Allá los suizos con sus francos…!».
Acababa Kifi asegurando que «el buen comer, la curvita esa, es la que hace vivir los ciento ochenta años. ¿No es verdad o no es la esencia de la vida?».
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