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Todos los delitos son condenables, pero nos duelen especialmente aquellos que se ejercen sobre víctimas vulnerables. El mal, cuando viene acompañado de un abuso de ... poder, es aún peor.
Recordamos hoy un sórdido suceso, una siniestra canallada ocurrida hace sesenta años, que destapó EL DIARIO VASCO el 13 de enero de 1965. Escribió la noticia Galdeano, el corresponsal en Hernani, bajo el siguiente encabezamiento…
Como el corresponsal escribía entonces, «cierto que en nuestra localidad han solido acaecer sucesos de las más variadas índoles, pero desde luego ninguno semejante al que relatamos en esta ocasión, como el secuestro de un anciano de 77 años que no tiene familia ni sabe leer ni escribir, además de que no puede razonar con facilidad debido a su avanzada edad. Móvil del secuestro: el robo».
Sí, hacerse con su dinero había sido el móvil de quien mantuvo a aquel señor «en un sótano sin las mínimas condiciones higiénicas algo más de dos meses».
«El anciano que ha soportado estoicamente tan largo encierro se llama José María Dorronsoro Landa, es natural de Larraun (Guipúzcoa) y se considera vecino de Hernani, aun sin tener domicilio fijo. Recientemente había vendido una propiedad rústica y poseía una cartilla de ahorro con algo más de 50.000 pesetas».
El anciano analfabeto había sido encerrado en un sótano del barrio hernaniarra de las Villas, «propiedad de J. L. S., un conocido ex taxista con domicilio en Ispizua número 11, segundo, natural de Asteasu, el cual le indicó que no abriera la puerta a nadie salvo a él mismo y a la niña que durante este tiempo le ha llevado algo de comida. Entre tanto, el citado J. L. S. se erigió en 'administrador' de la cartilla de su 'prisionero', apropiándose de 49.189,55 pesetas, es decir, dejando la cartilla casi en blanco».
Apuntaba el corresponsal que «la anomalísima situación no pudo ser advertida al no contar el secuestrado con familiares que pudiesen echarle en falta, y, por otra parte, por ser el sótano propiedad privada».
Hasta que, no sabemos exactamente por qué, la Guardia Civil tuvo alguna sospecha y el 10 de enero de 1965 «se presentó en el citado sótano, donde encontró a José María Dorronsoro en las más lastimosas condiciones, vestido andrajosamente, sin apenas ropas ni cama para descansar e implorando agua y comida». Por si fuera poco, llevaba cinco días con el fémur izquierdo fracturado.
Trasladado al Hospital Provincial, «el anciano aún está en la creencia de que su dinero no ha sido tocado por quien él llama su 'amo'. Se procedió a la detención de J. L. S., el cual manifestó que fue impulsado por una 'obra de caridad' hacia el anciano, y que si no puso la herida en conocimiento médico es debido a que el anciano no lo quiso».
El uso de la palabra 'amo' parecía indicar una posición de completa sumisión del pobre vecino de Larraun hacia quien se había aprovechado de él hasta lo indecible.
Galdeano indicaba que aquella historia podía haber terminado peor: «Se están haciendo conjeturas sobre el caso de este secuestro, no faltando la que se inclina por el supuesto de que se trataba de dar muerte al anciano para que no pudiera reclamar su dinero. Una cosa es cierta: que, dadas las condiciones antihigiénicas del sótano y la escasa comida recibida, el secuestrado no hubiera podido sobrevivir mucho más tiempo de no haber sido rescatado por la Guardia Civil».
La historia, triste y sórdida, parecía salida de una película de terror. En Hernani despertó «numerosísimos comentarios y gran indignación».
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