Ángeles Caridad Rodríguez fue asesinada en 2012 en Tolosa.
Violencia machista en Gipuzkoa

«Mi hijo estaba muy unido a su madre. Su asesinato le ha truncado la vida»

Ángeles Caridad murió acuchillada por su novio en Tolosa en 2012. Siker, padre de su hijo y su anterior pareja, fue quien avisó a la Ertzaintza. Es la última víctima en Gipuzkoa

Macarena Tejada

San Sebastián

Jueves, 25 de noviembre 2021

23 de marzo de 2012. Fue la última vez que el hijo de Ángeles Caridad Rodríguez, última víctima mortal de violencia machista en Gipuzkoa, vio ... a su madre con vida. Como cada viernes, se despidió de ella en Tolosa, donde residían en un pequeño piso de alquiler social, con un gran abrazo, «porque le quería una barbaridad». Iba a pasar el fin de semana con su padre, Siker Goikoetxea, en Donostia. Hacía años que Caridad, de origen cubano y 39 años, se había divorciado del padre del niño, que por aquel entonces tenía 12 años, y había comenzado una nueva relación con otro hombre. Mantenía un «buen trato» con su exmarido. A pesar de ello, Siker no llegó a conocer a su nueva pareja. Quizá por eso, nunca había sospechado que la madre de su hijo, a quien «le guardaba mucho cariño», podía estar en peligro. Pero cuando el domingo, 25 de marzo de 2012, Caridad no se presentó en su piso de San Sebastián para recoger al pequeño y «al ver que no respondía a las llamadas», empezó a temerse lo peor. Sin pensárselo dos veces, a eso de las 19.00 horas cogió el tren y junto con el niño se subió «nervioso» dirección Tolosa. Caridad seguía sin responder al teléfono y, cerca de la estación, sonó el móvil: «He matado a mi vida».

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Nada más. Cinco palabras. No sabía de quién venían ni qué significaban. Aunque, desgraciadamente, pronto lo averiguaron. Tras no encontrar a Caridad en el pueblo y después de que nadie les abriera la puerta de casa, fueron directamente a la Ertzaintza. A las horas llegó la peor de las noticias: su novio le había matado a cuchilladas «y dejado que se desangrara, allí en su piso. A él le encontraron escondido abajo, en una especie de sótano. Se entregó», explica Siker, que fue la persona que denunció lo sucedido en la comisaría y, por primera vez desde entonces, narra la que también es su historia en un medio. «Es la peor noche de mi vida. Horrible. Cuando nos confirmaron que los ertzainas le habían encontrado muerta, nos abrazamos y nos echamos a llorar allí mismo», admite echando la vista atrás.

Baja y depresión por un año

Aún recuerda lo sucedido con los ojos vidriosos. Le cuesta hablar de ello «porque revivir todo es muy duro. Lloramos cada día durante más de un mes. Fue muy difícil». Él entró en una depresión y dejó de trabajar durante un año. Su hijo solo lloraba, echando de menos a esa madre que le arrebataron sin razón alguna. Solo «por celos». Aún en la actualidad, en casa, apenas hablan de Caridad. Su sucesor, no obstante, «la tiene siempre en mente». Guarda sus fotos y sus cenizas en su habitación y cuando lo necesita, le enciende una vela. «Estaban muy unidos. Siempre va a recordar su asesinato. Es una mochila que nunca va a poder quitarse». El asesinato de su madre «le truncó la vida». Pasó de estar «en 'shock»' a que «todo se le revolviera», cuando cumplió los 17 años. Ahora va a hacer 21 y «de vez en cuando, acude a terapia psicológica», admite Siker mientras baja la mirada hacia el suelo.

LAS CIFRAS

  • 1.021 mujeres fueron víctimas dela violencia machista en Gipuzkoa de enero a septiembre.

  • 6 mujeres necesitan escolta de la Ertzaintza en estos momentos por maltrato.

  • 17 hombres llevan pulsera localizable por orden judicial en el territorio.

Convencido de que «tenía que luchar por su hijo» y por la que había sido su mujer, cuando terminaron con la vida de Caridad, se personó como acusación particular en el juicio, que duró alrededor de una semana. «No me dirigí a su asesino para nada. Ni le quise mirar. Y él tampoco levantó la cara. Lo único que quería era que le condenaran por asesinato», explica. «Tras un proceso que no se lo deseo ni a mi peor enemigo», le castigaron a 22 años y medio de cárcel, «además de una orden de alejamiento del chaval, de 30 kilómetros». Ya ha sido avisado en varias ocasiones de que el asesino de su madre ha salido de permiso mientras sigue cumpliendo condena.

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Recibir este tipo de noticias no ha sido fácil para ninguno de los dos, aunque quien peor lo lleva es el joven de la casa. «Ha pasado por diferentes estados». Desde tristeza, a querer vengarse, con un gran sentimiento de odio de por medio. Pero su padre no puede verle así. «Le adoro. No se merece todo esto. Es un buen chico», dice de la persona más importante de su vida, que al mismo tiempo es quien mantiene la esencia de Caridad en casa. «Es igual de tranquilo que ella, con esa forma de ser tan especial que tienen los cubanos». Porque su hijo se parece mucho a su madre, a quien siempre llevará con él.

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