Arantza Garmendia, Víctor Álvarez Urain y Jokin Guilisagasti
Suman más de 60 años de experiencia en el Aquarium, desde donde miran cada día la bahía y observan la desaparición de unas especies y la llegada de otras invasorasn
Son un equipo. Arantza Garmendia llegó al Aquarium con la ampliación de 1998, y desde hace dos años es su directora de Biología. Con más ... de 40 años de arrantzale, Jokin Guilisagasti ha capturado la gran mayoría de especies que se exhiben en el museo donostiarra, donde el biólogo Víctor Álvarez Urain se introduce cada día en los acuarios para alimentarlas.
– Desde 1945, el Aquarium toma la temperatura del mar sumergiendo un termómetro en un cubo desde su balcón. ¿A cuántos grados estaba hoy la bahía?
– Arantza Garmendia: Nosotros lo medimos un par de metros más abajo, en las tomas de captación de agua, por lo que las bombas pueden elevar la temperatura una o dos décimas. Hemos registrado 24,2 grados; es evidente que cada vez sube más la temperatura.
– ¿Por el cambio climático?
– Jokin Guilisagasti: Está claro que hay un cambio a nivel mundial. Se puede discutir cuánto es determinado por la intervención humana: unos dicen que no demasiado, y otros, absolutamente todo.
– A.G.: Parece claro que la acción del hombre ha acelerado el cambio. Lo vemos en el mar.
– ¿Y qué ven?
– J.G.: Que cambia muy rápido. Desde que empecé a trabajar hace más de 40 años, la mar ha cambiado mucho: unas especies han disminuido, algunas han desaparecido y otras han aparecido, tanto a nivel de peces como de algas.
– ¿Cuáles han desaparecido?
– J.G.: Por ejemplo, la famosa águila de mar, que son rayas con una especie de pincho con veneno; antes había en abundancia en todo el Golfo de Vizcaya, pero fue decayendo poco a poco y de pronto desapareció de forma brusca.
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– A.G.: En un acuario tenemos seis que nacieron el 28 de agosto de 2023. Lo recuerdo porque estuvimos todo el verano peleando para que naciesen, y el primer día que nos dieron vacaciones, nacieron. Aún son ejemplares pequeños para meterlos en el oceanario.
– ¿Ese tipo de especies las reintroducen en el mar?
– A.G.: No. O permanecen aquí o las intercambiamos con otros acuarios.
– J.G.: Aunque no ha desaparecido, también ha disminuido mucho el sapo, el rape. En parte por la sobrepesca, pero también por el cambio climático. O el lenguado, la palometa gris, que era muy común en el Cantábrico, pero ahora apenas se arrima y ha emigrado al norte, buscando aguas más frescas. Y sin embargo, ha aparecido la palometa blanca, que era más típica del Mediterráneo y de aguas tropicales y subtropicales. De los crustáceos han bajado mucho las nécoras, los santiaguiños... También el alitán, que aquí lo llamamos momarra, una especie de tiburón moteado muy bonito, y no ha sido por la sobrepesca.
– Por el calentamiento del mar...
– A.G.: Probablemente, sí. El alitán habitaba en roca y praderas de Gelidium, donde depositaba las huevas enganchadas en este alga, pero con la subida de las temperaturas el Gelidium también ha ido a menos. Por tanto, el alitán tiene problemas para procrear, y la reposición de las siguientes generaciones va bajando.
– J.G.: Antes había praderas de Gelidium desde la punta de Hondarribia hasta prácticamente Cantabria pero esa masa ha ido a menos y obliga a las especies a adaptarse; si no lo hacen tienden a la desaparición. Es una suma de factores: modificación del hábitat, ascenso de temperatura, contaminación. La carga humana en la costa es terrible, y todos nuestros desechos van al mar. También influye la contaminación acústica.
«La contaminación acústica también influye; en la pandemia hubo entrada masiva de peces en la bahía y el muelle»
– ¿La contaminación acústica?
– J.G.: Mira la bahía en verano, llena de barcos, motos de agua... Cuando los barcos venimos de la mar, al llegar a la barra ya comenzamos a oír el ruido de la ciudad, y si apagamos el motor, es increíble el ruido que se percibe. Cuando nos confinaron en la pandemia, no andaba gente ni coches en la calle, no había ruido; los barcos de pesca sí podíamos salir, porque nos consideraban esenciales, y de repente esos días hubo una entrada masiva de peces en la bahía. En el muelle vi cardúmenes de anchoa, de verdel, y hasta una marsopa, un mamífero de la familia del delfín que antes abundaba mucho, entró al muelle persiguiendo verdel y anchoa. Este efecto maravilloso ocurrió en el poco tiempo en que se paró la actividad por el confinamiento.
– ¿Así que convendría suspender los fuegos artificiales?
– (Risas) J.G.: Tanto como eso...
«Hace un mes se pescó una barracuda frente a Ulia y alucinamos; es pez de aguas más calientes y no se había visto aquí»
– Y en la superficie tenemos carabelas portuguesas, una de las especies nuevas por estos lares...
– A.G.: Es también por una suma de factores: la mayor temperatura del agua, las corrientes del mar también están cambiando... Se desplazan empujadas por la corriente y el viento. El otro día picaron a mi hermano y mi sobrino, pero eran pequeñitas y no les hicieron nada. El problema es si son más grandes, y si no hay una especie que las coma... Habrá que acostumbrarse a que de vez en cuando nos visiten, porque parece claro que han venido para quedarse, como el mosquito tigre.
– ¿Podrían alterar el hábitat?
– A.G.: Hay que ver su evolución. Pero las especies invasoras suelen alterar el hábitat. Ha pasado con las algas, como el Codium, la Ulva o el Gelidium, que han ido desapareciendo porque llegaban otras algas más fuertes, que les quitan la luz y se imponen.
– V.Á.: Las medusas, por ejemplo, se alimentan de plancton y ayudan a controlarlo. Y si hay muchas, bajará el plancton, lo que supone menos alimento y menos larvas que puedan crecer para convertirse en lubina, dorada...
– J.G.: También hay que decir que ha desaparecido uno de los principales comedores de medusas del Cantábrico, el pez luna junto a las tortugas. Así que puede haber un problema con las 'carabelas', además de esa molestia para quien está tan pichi en el agua.
– ¿La pérdida del Gelidium puede ser un problema?
– El Gelidium era un alga muy común aquí, que se soltaba como las hojas de los árboles en otoño y llegaba suelta a la bahía. Había barcos que se dedicaban a recogerla y venderla a empresas que con ella hacían productos. En esa alga suelta se refugiaba una vida impresionante: camarones, quisquillas, crías de peces, huevas, caballitos de mar... Apenas queda ahora.
«Ha desaparecido uno de los principales comedores de medusas del Cantábrico, el pez luna junto a las tortugas»
– Vaya panorama... ¿Cuál es la salud de la bahía?
– A.G.: Quizá parezca que hacemos una lectura negativa, pero es bastante buena. Eso no quita para que por las temperaturas más altas y la acción humana estén desapareciendo especies, sobre todo invertebrados en la zona intermareal. Y aparece mucho plástico.
– Víctor Álvarez: Suelo bucear y en el fondo se ve sobre todo plástico y envases de comida. Recuerdo los montones de quisquillas que cogíamos de críos. Ya no quedan aquellas grandes que cogíamos para pescar en las ruedas de los barcos en San Pedro.
– J.G.: Esa es otra, tenemos un transporte marítimo global, y los barcos importan muchas especies invasoras. Cuando un barco hace una descarga en Asia, debe rellenar sus tanques con agua del mar para no perder estabilidad, y ese agua puede traer distintas especies asiáticas. Vemos que el hábitat va cambiando. Hace un mes salió un joven que había pescado una barracuda frente a Ulia. Aluciné. Es un pez de aguas más calientes y nunca lo había visto aquí.
– Están haciendo hincapié en la acción humana. ¿Tenemos el mar que nos merecemos?
– J.G.: No sé si nos lo merecemos... Mira, yo respeto el turismo, pero las consecuencias negativas que supone para la franja costera el hecho de duplicar o triplicar la población en la costa... Es una barbaridad porque el mar tiene un límite. Me gusta leer el agua, y muchas veces veo demasiadas cosas en suspensión, sobre todo en zonas cercanas a emisarios submarinos. No somos consciente de la porquería que echamos al mar.
– ¿Y nos lo acabamos comiendo?
– A.G.: Nosotros no hacemos estudios de microplásticos, por ejemplo. Pero está claro que un contaminante como el mercurio llega al pez, y lo hace en mayor cantidad a un atún que a una anchoa.
– V.Á.: Hay químicos que salen del cuerpo de un pez, pero otros, no.
– Viendo la cantidad de público, el Aquarium mantiene el tirón...
– A.G.: La gente conoce el pescado que ve en la pescadería, pero uno de nuestros objetivos es que conozca las especies que habitan en nuestro mar, más allá de la merluza o la anchoa. Muchos se sorprenden al ver un rape, lejos de su imagen en la pescadería. Tenemos unas 60 especies y un montón de invertebrados. Vemos que la gente disfruta y se va encantada con la foto de los tiburones.
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