Conviven diferentes teorías sobre el origen del término Black Friday. De todas maneras, el nombre no oculta sus intenciones. Las grandes superficies, físicas y digitales, ... fuerzan la máquina en una semana austera, previa a las compras navideñas, para que sus números pasen de rojos a negros.
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Hace 10 años, cuando Media Markt lo introdujo en nuestro mercado, nadie de los que está leyendo esto sabía qué era el Black Friday. Hoy, son muchos los que, abrumados por la artillería consumista, preferirían no saberlo.
Cientos de iniciativas locales intentan parar este desenfreno pero es imposible convencer a alguien de que comprar así es perjudicial cuándo, solo este año, las empresas han gastado en España 1.200 millones en promocionar la gran fiesta del consumo. No, quizá no se pueda parar la tendencia pero sí dar alternativas.
Los pequeños comercios y los productores artesanos son los más perjudicados por el Black Friday. No pueden competir con ofertas y sus propuestas artesanas quedan sepultadas bajo miles los descuentos agresivos que animan a comprar en las grandes compañías. Este año los consumidores gastarán, en tres días, una media de 250 euros. Una forma de promover un consumo consciente, salvar los comercios de barrio y las marcas independientes es destinar una parte de ese dinero a un alternativo Small Friday. El Viernes Pequeño. Animar a la gente a que compre sólo lo que necesita y a que lo haga de forma consciente, eligiendo marcas artesanas y en pequeños comercios.
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