Plaza de Gipuzkoa

Los quioscos

Guille Viglione

San Sebastián

Sábado, 7 de diciembre 2024, 01:00

Es impreciso afirmar que el saber no ocupa lugar. Llamamos volumen a cada ejemplar de un libro pero volumen define también el espacio que ocupa ... cada cosa. Antes de la revolución digital el saber necesitaba papeles cosidos, trozos de vinilo, cintas magnéticas donde despachar pensamientos, melodías y ficciones. Estos artefactos culturales atestaban librerías, videoclubes y otros almacenes de conocimiento. Entre ellos, el quiosco de prensa, ejemplo de optimización del espacio, alcanzó una densidad inigualable de sabiduría por centímetro cuadrado.

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El quiosco era el eje alrededor del cual giraba el mundo. Un oasis de papel repleto de periódicos, revistas, tebeos, álbumes de cromos, fascículos coleccionables, pasatiempos, patrones de costura, publicaciones prohibidas y libros descatalogados. Hoy, los quioscos desaparecen de los barrios ante la indolencia de una clientela que se ha resignado a cambiar de costumbres cada poco tiempo.

Comprar el diario en papel ha pasado de ser un trámite rutinario a un acto romántico en el que lectores y quiosqueros sellamos un pacto chocante. Pagamos hoy por leer las noticias de ayer. Pero no solo cambiamos la forma de consumir noticias, también de informarnos. Elegimos la inmediatez de internet, la comodidad del móvil, pero perdemos contexto, pensamiento crítico, reflexión y disfrute de lectura. Tiempos extraños. No encontramos quince minutos para hojear el periódico cuando gastamos una media de tres horas frente a la pantalla del móvil.

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