Asegura el diccionario que, cuando nos deseamos felicidades, no lo decimos en plural para expresar cantidad sino para enfatizar, subrayar, nuestros deseos hacia el otro. ... Lo llaman plural expresivo aunque yo discrepo. Convencido de que la felicidad, como meta vital, es una quimera prefiero pensar que la vida está hecha de pequeñas alegrías que debemos atrapar al vuelo antes de que escapen.
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En todo momento esta pasando algo aunque no reparemos en ello. Pasa por detrás alguien, mientras cocinas, y te abraza por detrás. El sol organiza un espectáculo de color anunciando el ocaso. Veo llegar, entre la multitud, a la persona con la que he quedado después de estar un año fuera. Vuelvo a dormir en mi cama después de tres meses sufriendo el jergón del piso compartido. Pongo la radio, suena una canción que sólo escucho esta semana y recuerdo toda la letra. Whatsapp me hace llegar un brindis a mi salud desde el otro rincón del mundo. Mi hija me pide sacar la caja de galletas danesas para repasar viejas fotos familiares. Los filetes empanados de Pako. Ver, otra vez, esa vieja peli.
No necesitamos grandes cosas para sentirnos bien pero la promesa insistente de una gran meta, un paraíso en la tierra, logra que cada vez seamos más difíciles de satisfacer. Así que, estos días, permitidme que no os desee una Felicidad enorme, con mayúsculas, sino muchas felicidades pequeñas, efímeras, cotidianas, inesperadas, insignificantes. Esas que no se pueden comprar pero te llenan la vida.
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