Las revistas antiguas son pequeñas cápsulas del tiempo, un retrato descolorido que refleja la vida y la cultura del momento preciso en que se imprimieron. ... Los avances, los peligros, los anhelos, las tendencias, lo que estaba sucediendo, lo qué iba a suceder, quién y qué era importante para nuestros predecesores.
Sin motivo concreto, almaceno ejemplares de los años 60 y 70 de Paris Match, Time, Marie Claire o la edición en castellano de Mecánica Popular. Disfruto hojeándolos como quien se asoma a un ventanal con vistas a otro lugar en el tiempo.
La actualidad es voraz y se alimenta de novedades pero no refleja necesariamente la realidad. En un TIME de los años 50, el Jefe de I + D de Deere & Co, predice que, a estas alturas, los tomates serían cuadrados para facilitar su almacenaje y poder preparar mejor los sándwich. A pesar del revuelo que causaron muchos de los augurios hoy los coches no vuelan, no podemos oler lo que aparece en la pantalla del televisor, los libros siguen vivos y aún no existe una píldora milagrosa que lo cure todo, como prometió en 1956 el médico suizo François Ody.
Las revistas antiguas son una forma amena de repasar el pasado pero ayudan también a desdramatizar el presente. Lo que era urgente pasó de moda. Muchos nombres ilustres perdieron su lustre. No llegó el fin del mundo ni las naves alienígenas. Las grandes estrellas, las firmas insignes, las profecías y amenazas que nos impresionaron ayer hoy sólo desprenden cierto olor a moho.
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