Una mujer que ejerce la prostitución consulta un ordenador portátil en el salón de su casa. AFP

Gipuzkoa registra un aumento de mujeres autóctonas que ejercen la prostitución

La asociación Arrats alerta de que los cambios legales que se están promoviendo «tienden a esconder esta profesión, lo que implica un mayor riesgo para las mujeres»

Miércoles, 8 de junio 2022, 06:35

La prostitución en Gipuzkoa sigue teniendo rostro de mujer latinoamericana que ronda la treintena. Es el retrato tipo de las trabajadoras del sexo, pero cada vez más empiezan a sumarse a él mujeres de origen autóctono que se ven obligadas a ejercer esta profesión para poder dar salida a su precaria situación económica. Al menos así lo están constatando en Arrats Elkartea. A esta asociación que trabaja con colectivos en situación de exclusión o especialmente vulnerables ha empezado a llegar este perfil de profesionales que o bien retoman la actividad tras haberse quedado sin trabajo por la pandemia, o bien se introducen por primera vez en este oficio. Un incremento de actividad que coincide en el tiempo con el debate abierto en el Congreso sobre la posible prohibición de la prostitución en España.

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Cuantificar cuántas personas ejercen esta profesión no es una tarea sencilla. No existe un registro de cuántas mujeres –porque en su mayoría son féminas– y hombres se dedican a ella. Arrats estima que en Gipuzkoa 700 personas viven de vender sexo a cambio de dinero, una cifra que se mantiene a grandes rasgos desde antes de la pandemia. Es la cuantificación que realizan con las personas que se acercan hasta sus oficinas para solicitar algún tipo de ayuda o información, pero son conscientes de que los números pueden ser mucho mayores.

Lo que tienen claro es que el Covid ha pasado una gran factura a este colectivo. Han sido dos años de incertidumbre en los que los más vulnerables han salido más perjudicados. En muchos casos, para quienes ejercen la prostitución ha supuesto dejar de trabajar, seguir pagando una habitación y gastarse todos los ahorros para poder sobrevivir. El número de servicios con los confinamientos se vio reducido, por razones obvias. Y, una vez superadas las restricciones sanitarias, la demanda volvió a sus cauces habituales, pero la situación de quienes ejercen la prostitución era ya bastante más precaria.

Las deudas contraídas durante estos dos últimos años son las que están poniendo contra las cuerdas a las mujeres que ya de por sí llevaban una vida socialmente complicada. A algunas se les añade la necesidad de tener que mandar dinero a su país de origen donde residen sus hijos para poder hacer frente a su manutención. Y otras vieron cómo empezaban a faltar trabajos que muchas veces realizaban en la economía sumergida y que les servían de complemento económico.

En Arrats explican que normalmente las mujeres que ejercen la prostitución acuden a sus oficinas para asesoramiento sanitario, jurídico (tramitación de papeles) y últimamente social y laboral, especialmente personas con edad más avanzada que quieren formarse para buscar otra salida a su situación laboral.

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«Seguirán ejerciendo»

Amaia Lasheras, coordinadora de Arrats, no cree que la futura nueva ley que se va a tramitar en el Congreso de los Diputados sirva para abolir la prostitución. «No van a dejar de ejercer», asegura desde la experiencia de estar en contacto diario con este colectivo. Asegura que lo que más les molesta es que se ha redactado «sin contar con el sector» y añade «como siempre».

«Esta norma culpabiliza más a las mujeres», afirma. Lamenta que no se ofrecen alternativas a las mujeres que ejercen. «Van a tener que estar más escondidas, lo que implica un mayor riesgo», sostiene. «Castigar a los clientes les va a obligar a tener que protegerlos para poder seguir ejerciendo. Eso implica que se conviertan en mujeres más vulnerables y más expuestas a que les pase cualquier cosa».

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Lasheras augura que este incremento de la clandestinidad va a tener otras consecuencias, como la reticencia del colectivo a acudir a pedir ayuda o acceso a la información. «Nos va a costar más acceder a ellas», manifiesta. La coordinadora de Arrats se sorprende de la lectura simplista de que una norma pueda acabar con la prostitución. «Si se cree que van a dejar de ejercer se están equivocando», señala. «En el momento que el cliente va a tener más difícil acceder es una prohibición. Lo pueden poner del color que quieran, pero el resultado final es que intentan prohibirlo. Y pagará el pato la parte más débil de este negocio, que siguen siendo las mujeres», alerta.

El estigma social es algo que se mantendrá, según Lasheras. «Socialmente se piensa que la prostitución está mal. Mientras haya quien decida qué es lo que está bien y qué mal, eso se traduce en un estigma para las mujeres que ejercen», insiste.

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Mujer de 30 años

El perfil de personas que ejerce la prostitución se mantiene similar a marzo de 2020, cuando Arrats presentó su informe sobre la situación de la prostitución en Gipuzkoa. La gran mayoría de las mujeres que ejerce procede de Latinoamérica, entonces con Brasil y Colombia como principales países de origen. La horquilla de edad es muy amplia, entre los 18 hasta los 70 años, pero lo más frecuente es que sean jóvenes treintañeras. Hace dos años el 52% de ellas tenían hijos, más de la mitad tienen estudios secundarios y el 25% formación universitaria. El 76% estaba en 2020 en situación regular.

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