Tragedia del Prestige

La foto que no se llegó a publicar

Las cruces simbolizaban de forma inequívoca la muerte y la desolación que la carga del 'Prestige' había sembrado en todo el litoral cantábrico. Era un buen reclamo para animar a los lectores a sumergirse en el esfuerzo editorial que había hecho el periódico: una serie de cinco entregas que, bajo el título genérico de 'El reguero del Prestige', recorría otras tantas localidades afectadas por el vertido.

Borja Olaizola

San Sebastián

Sábado, 12 de noviembre 2022, 07:10

La foto que acompaña estas líneas está tomada en Cabo Roncudo, un saliente rocoso que mira al Atlántico donde crecen los mejores percebes del mundo. ... Fotógrafo y redactor recorríamos el litoral gallego con el propósito de hacer un retrato de la situación unas semanas después del hundimiento del 'Prestige'. Periodismo del clásico: ir al lugar de la noticia, ver cómo están las cosas, charlar con la gente y luego contarlo; un ejercicio de reafirmación del que sin duda es uno de los mejores oficios que se conocen. Jose Usoz, el fotógrafo, tomó la imagen cuando acabábamos de interrogar a uno de los escasos paisanos que osaban aventurarse por aquel cabo barrido por las olas y el viento del océano. La pregunta caía por su propio peso: ¿qué significado tenían esas cruces solitarias que se alzaban frente al mar? Paciente, el vecino nos explicó que las levantaban cada vez que un recogedor de percebes era arrastrado por las olas. La última víctima, precisó, había sido una mujer de 39 años que se había puesto a mariscar para sacar adelante a sus cuatro hijos después de que a su marido se lo hubiese tragado el mar. Me gusta ser meticuloso a la hora de tomar notas porque cuando los testimonios se amontonan uno corre el riesgo de confundirlos, así que me apresuré a dejar por escrito aquellas palabras en cuanto nuestro interlocutor reemprendió su marcha.

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A nuestro regreso a San Sebastián unos días después, la foto gustó en la redacción. Las cruces simbolizaban de forma inequívoca la muerte y la desolación que la carga del 'Prestige' había sembrado en todo el litoral cantábrico. Era un buen reclamo para animar a los lectores a sumergirse en el esfuerzo editorial que había hecho el periódico: una serie de cinco entregas que, bajo el título genérico de 'El reguero del Prestige', recorría otras tantas localidades afectadas por el vertido. Cinco reportajes a los que se habían incorporado además testimonios de algunos guipuzcoanos –desde una eibarresa que alojaba voluntarios que limpiaban el chapapote en su hostal de Malpica a una oceanógrafa donostiarra que entonces trabajaba en Luarca– para acercar la información a nuestros lectores. Vamos, lo que en el oficio se conoce como 'poner la txapela' a la noticia.

No eran sin embargo tiempos para las filigranas periodísticas. «Ni se te ocurra publicar tu foto en el periódico porque luego te pueden reconocer», me advirtió un veterano de la redacción. La cautela suena hoy exagerada, pero había pasado poco más de un año del asesinato de nuestro compañero Santi Oleaga y también pesaba el recuerdo del intento de volar las instalaciones del diario. Muchos compañeros de profesión habían tenido que poner tierra de por medio y otros muchos estaban obligados a convivir con guardaespaldas. El chapapote del 'Prestige' era casi una anécdota en comparación con el que nos envenenaba desde hace décadas, infinitamente más tóxico y letal. Seguí el consejo y la foto no se llegó a publicar. Volver la vista atrás tiene a veces la ventaja de descubrir que no necesariamente cualquier tiempo pasado fue mejor.

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