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Antonio Martín, en su establecimiento de la calle Fuenterrabia de San Sebastián, donde también están el taller y la mercería. USOZ

«En épocas de crisis siempre se venden más máquinas de coser»

Diario de un confinamiento | Antonio Martín, vendedor de máquinas de coser ·

«De momento, lo que más nos están pidiendo es goma para hacer mascarillas y citas para reparaciones», afirma el comerciante donostiarra

Miércoles, 13 de mayo 2020, 06:32

Durante las semanas de confinamiento estricto, las máquinas de coser y las bicicletas estáticas han sido, en el ámbito del equipamiento doméstico, el equivalente ... a la harina y la levadura en el terreno de lo que se podría denominar 'alimentación recreativa': sus ventas han experimentado crecimientos de tres dígitos. En el caso de las máquinas de coser, según datos facilitados por la empresa Singer basados en ventas de su canal on line, el incremento ha sido del 130%.

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El inconfundible letrero que lleva el nombre de esa marca, que a su vez recuerda al inventor Isaac Merritt Singer que a mediados del siglo XIX ganó la carrera por liderar la expansión de la máquina de coser doméstica, preside el frente -y el ventanal- de la tienda de Antonio Martín en la calle Fuenterrabia de San Sebastián.

«Vendo y reparo varias marcas -aclara-. Antes entre los representantes nos respetábamos y cada uno se dedicaba a la suya, pero desde que se empezó a comprar por internet ya no es posible». No se ha beneficiado directamente del incremento de ventas, porque la tienda ha permanecido cerrada hasta anteayer, pero le consta que el uso de las máquinas ha sido intensivo por el número de las que requieren algún tipo de reparación. «Estoy recibiendo muchas llamadas, voy a tener bastante trabajo», augura.

Ya lo está teniendo su mujer, Marimar García, que en la sección de mercería del establecimiento -Antonio la califica de «pequeña», pero está muy bien surtida- no deja de atender a los clientes. El producto estrella, sin ninguna duda, es la goma para hacer mascarillas. O para rematar las que se han cosido durante el confinamiento y se han quedado a falta de ese elemento. Quién iba a imaginar hace dos meses que podría ser conveniente hacer acopio de metros y metros de goma...

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De casa en casa

Antonio Martín lleva toda la vida entre máquinas de coser. Literalmente. Comenzó a venderlas siendo un chaval de 15 años, a finales de los setenta, «cuando las máquinas te las pedían y tenías que ir por los pueblos, de casa en casa». Vendiéndolas, entregándolas, reparándolas y cobrándolas, «porque también solíamos ir todos los meses con los recibos».

Empezó con Sigma, la célebre marca bajo la cual Estarta y Ecenarro fabricó durante décadas máquinas de coser en Elgoibar, tras verse obligada a reciclar la actividad armera, tal como también hizo la no menos célebre Alfa en Eibar. Esta última, a diferencia de Sigma, que cambió de manos hace muchos años, sigue en activo y mantiene la vinculación con la iniciativa empresarial originaria.

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En más de cuatro décadas de vida profesional Antonio Martín ha presenciado infinidad de cambios, tanto tecnológicos como sociales. Asistió al 'boom' que las máquinas de coser -dotadas de innovaciones que parecían convertir en reliquias a las vetustas máquinas de las abuelas- experimentaron en los 60 y los 70 del pasado siglo. Sufrió el largo periodo posterior de olvido, y también está siendo testigo del para muchos inesperado resurgir que han experimentado en el siglo XXI, de la mano de la moda del 'háztelo tú mismo' (generalmente, misma) y, sobre todo, de las crisis. La que estamos viviendo lo confirma.

«Cuando empecé, rara era la casa en la que no había una máquina de coser. Eran familias con más hijos que ahora, con menos medios, había que arreglar las prendas para que fueran pasando de uno a otro... Las buenas máquinas llegaban a costar el jornal de un mes, y se pagaban a plazos», recuerda.

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Luego «llegó un tiempo en el que se dejó de coser, y anduvimos fastidiados, saliendo adelante sobre todo gracias a las reparaciones». Hasta que la crisis económica que ensombreció el final de la primera década del siglo XXI invitó a recuperar viejas tácticas de ahorro y autonomía doméstica, y la máquina de coser resurgió.

Mascarillas y tiempo libre

Como el pintalabios rojo, las máquinas de coser vuelven al primer plano con las crisis. En esta última, en la que todavía nos encontramos y permaneceremos durante bastante tiempo, la espoleta ha sido la mascarilla, y la ha activado el hecho de disponer de más tiempo libre que el habitual.

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Durante la década que ha transcurrido entre las dos crisis, que para muchos son una única e interminable, «las máquinas se han seguido vendiendo bien», aunque las cosas han ido cambiando. «Antes los cursos los daba una señora en su casa, ahora los dan en las casas de cultura. Antes se utilizaban por necesidad, y ahora en muchos casos también, pero sobre todo se usan por hobby o para hacer pequeños arreglos», afirma.

Las máquinas también han cambiado. «Son más ligeras, más pequeñas, más fáciles de manejar... Nosotros les enseñamos a hacerlo aquí mismo», indica. Con lo que no está de acuerdo es con la idea, muy extendida, de que se han abaratado mucho: «Una buena máquina está en torno a los 500 euros, pero te durará años y años, no como algunos juguetes de plástico».

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