El envejecimiento de la población impulsa la demanda de las estancias respiro en verano
El programa que permite dar un descanso al cuidador de una persona dependiente superaba a primeros de agosto las cifras registradas durante todo el verano pasado
Patxi Zabalegi lleva 48 años casado con Margarita. Un matrimonio que ha recorrido medio mundo y que tenía el sueño de seguir haciéndolo juntos, de la mano. Su próxima parada iba a ser Japón, «pero con los billetes en la mano, 15 días antes de salir, tuve que anular el viaje. Es cuando mi mujer ya…», lamenta este donostiarra de 73 años al recordar el inicio de su nueva e inesperada vida después de que Margarita fuese diagnosticada de alzhéimer «de manera definitiva», aproximadamente hace ocho años. «Cuando piensas 'por fin he llegado a la meta, me jubilo', la vida te da un golpe tremendo, de repente no sabes a qué te vas a enfrentar».
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Zabalegi y su esposa son ahora usuarios recurrentes de las estancias temporales que la Diputación de Gipuzkoa ofrece para que las personas dependientes tengan garantizado su cuidado mientras sus familiares, que en estas situaciones actúan de cuidadores, disfrutan de un descanso de una tarea que requiere una atención ininterrumpida. Las solicitudes para este programa que depende del departamento de Cuidados y Políticas Sociales aumentan considerablemente durante los periodos vacacionales y continúan al alza verano tras verano.
En este 2025, a 31 de julio había cursadas 254 peticiones, cuatro menos que todas las que la Diputación recibió entre junio y septiembre del año pasado. Después de las 93 personas que hicieron uso de las estancias temporales –conocidas como 'estancias respiro'– en las vacaciones de Semana Santa, entre el 10 y el 27 de abril, este verano las cifras siguen creciendo respecto al año pasado, que ya marcaron un crecimiento del 30%, con un reparto de usuarios por sexos en el que el 72%, casi tres de cada cuatro, son mujeres.
«Mi mujer fue diagnosticada de alzhéimer hace unos ocho años. Fue un golpe tremendo»
Este agosto había previstas 96 estancias más y las solicitudes para las programadas entre septiembre y diciembre continúan abiertas. En el caso de Patxi Zabalegi y su mujer, conocieron este programa hace dos años y supuso el siguiente paso a uno que ya dieron varios años atrás, cuando acudieron al centro de día Amaraene. «Por suerte conocía a la encargada, una persona maravillosa que me abrió los ojos». Margarita pasa allí los días de lunes a viernes de 9.30 a 17.30 horas, y Patxi, mientras espera que llegue la ansiada hora para reencontrarse con su mujer, nos cuenta que las primeras veces fue muy duro. «Era como si se me hundiera el mundo, mi mujer se iba de mi lado».
En esa etapa estaba en un estado inicial en el que podía andar. «La recogía a las 17.30 y nos íbamos a la Parte Vieja a comer un pintxo en el Gorriti, pero eso duró un año y medio o dos como mucho. Yo estaba encantado de que ella estuviera ahí porque la atención era magnífica, pero la evolución era la que era. La situación cada vez era más problemática en casa porque la movilidad física no existía ya y había que tener cuidado. Los fines de semana se complicaban porque eran 48 horas con un deterioro físico motriz total. Seguía aguantando hasta que me dicen desde la Diputación: 'Patxi, tú necesitas las estancias temporales'».
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«La responsable, el servicio médico, la atención... Todos son cercanos y el programa es flexible»
La duración media de estas estancias es de siete días. Aunque este donostiarra y su mujer ya han completado un par de 4-5 días en Txara II en el barrio de Intxaurrondo, este junio hicieron la tercera estancia de 15 días y en septiembre van a ir a por la cuarta. Fue otro paso complicado para él. «'Madre mía, ahora ya no la veo', pensé. Yo no puedo estar sin mi mujer. Estoy deseando que llegue la hora de recogerla para dar un paseo y cenar con ella. Hablo mucho», expresa Patxi, quien en su discurso desprende palabras de pasión y amor incondicional por su mujer. «Soy una locomotora y es muy duro no poder hablar y no poder salir con los amigos, porque tu vida social se acaba radicalmente. Cuando me dicen lo de las estancias, pensé que podía aprovechar para ir a Denia, donde tenemos una casa. Hace dos años la llevé, pero es una vida sin vida. No puedes salir, estás muy atado».
Patxi recuerda cómo fue la primera estancia de quince días de su mujer en Txara II. «La dejé, y al siguiente día fui a visitarla. «La responsable de allí, Gurutze, me dijo: 'Patxi, no queremos verte aquí. Estás equivocado, esto es un descanso para el cuidador'. Y tenía razón». Se dejó llevar por su vena viajera y fue a la agencia de viajes de confianza. «¿Tenéis la posibilidad de comprar un billete de avión para irme a Tenerife mañana? Quería buscarme a mí mismo. Cogí las zapatillas de monte y subí el Teide. Precioso. Quería saber, si un día me llega la soledad, cómo hacerlo para no depender de los demás. ¿Qué tal lo pasé? Fatal. Era bonito subir el Teide, claro, pero en el hotel se me caían las cuatro paredes encima. Mi mujer estará así, con alzhéimer, pero la necesito. Volví lo antes que pude y fui corriendo a verla».
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«Dejé a mi mujer y fui a visitarla al siguiente día; me dijeron que no funcionaba así, que el descanso era para mí»
La razón por la que vuelve a echar mano de las estancias respiro es, evidentemente, porque el resultado es satisfactorio. «La experiencia es buenísima. Gurutze, la responsable en Txara, es una luz para mí. La ayuda que me ha brindado ha sido brutal, pero además de ella, el servicio médico, el comedor, la atención médica… Yo siempre digo que en todas partes hay gente buena y creo que todos tenemos un fondo en el que sabemos comportarnos como personas. Yo no he tenido ninguna experiencia negativa». Cercanía y flexibilidad son los dos adjetivos que mejor definen para Patxi Zabalegi el programa de estancias temporales. «Empiezan a conocerme, también en la Diputación, y se preocupan mucho y facilitan cualquier gestión».
Las 254 estancias hasta julio más las 96 previstas para agosto, son más que las 258 de todo el verano pasado
Es la nueva vida que le ha tocado vivir a Patxi. Conversar con él transmite energía, una guía de cómo afrontar un revés tan importante, pero él lo deja claro. «No soy feliz. ¿Cómo voy a ser feliz? Yo quería haber ido a Japón. Pero bueno, me ha tocado esto».
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Estancias cortas de hasta cuatro noches o largas de una quincena
La Diputación de Gipuzkoa tiene habilitados varios centros para las estancias temporales, con Txara II en Donostia y San José en Ordizia como los lugares referentes. Además, los centros Julián Rezola, en San Sebastián, y el de Aita Menni, en Arrasate, cuentan con unidad psicogeriátrica, mientras que los de Iza y Villa Sacramento, ambos en la capital guipuzcoana, están destinados también para personas con discapacidad. Además, Uliazpi y las entidades Aspace, Gautena y Atzegi también ofrecen estancias temporales en varios de sus centros.
Estas estancias, con plazas que el departamento de Cuidados y Políticas Sociales puede cubrir en caso de mayor demanda en otros centros, tienen el objetivo de ofrecer respiro y descanso a las personas cuidadoras y garantizan la continuidad en los cuidados. Pueden realizarse por elección personal o porque se vayan a llevar a cabo obras de accesibilidad o adecuación del entorno habitual de la persona dependiente o con discapacidad. También están destinadas a personas mayores en situación de dependencia o con discapacidad para dar respiro familiar a las personas cuidadoras, que mayoritariamente son mujeres.
Las estancias pueden ser de dos tipos, largas, que consisten en dos quincenas al año en verano, navidades y Semana Santa y que deben estar separadas al menos por dos semanas; y cortas, que son entre dos y cinco noches fuera de las quincenas mencionadas. Los usuarios estarán alojados en habitación individual o en doble, según la disponibilidad del centro.
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