Una cumbre contra todas las barreras
Límites. Las cinco mujeres que se sientan ante la mesa representan el poder en la enseñanza. Han sorteado obstáculos para llegar a lo más alto, pero no los han eliminado
Media hora antes del debate, en el vestíbulo del Bizkaia Aretoa de la UPV/EHU Nekane Balluerka se pregunta por qué cuando los estudios ... de Informática tenían ese nombre se matriculaban muchas chicas, pero cuando comenzaron a llamarse oficialmente Ingeniería informática, el número de mujeres descendió drásticamente. Bastó con un cambio de identidad para que los estudios se masculinizaran; un añadido, el de Ingeniería, se convirtió en una barrera invisible que frenó a las alumnas. «¿Por qué?», repite la rectora de la UPV.
En el vestíbulo, Balluerka aguarda a sus invitadas, las otras cuatro participantes en un encuentro inédito. Están la ministra, la consejera, la rectora, la presidenta del Consejo Escolar vasco y la directora de un instituto. Nunca hasta hoy se había dado el caso de que las altas instancias de la educación estén dirigidas por mujeres. No había ocurrido algo semejante en un sector con fuerte presencia femenina en las aulas pero con escasa representación en los equipos directivos.
Las invitadas van llegando. No ha sido fácil juntarlas. Pese a la buena disposición de todas ellas para participar en el debate, ha sido necesario remover agendas, cuadrar fechas, anularlas para volver a cuadrarlas y cruzar los dedos para que a última hora no se desmonte el puzzle de reuniones y actos que rodean a la hora prevista para la cita.
Es viernes 28 de febrero. La consejera ya ha avisado de que no podrá quedarse hasta el final del debate porque tiene que acudir a una reunión. La ministra ha asistido por la mañana en Vitoria a la toma de posesión del nuevo delegado del Gobierno y después ha viajado a Logroño para participar en un encuentro encabezado por el presidente Pedro Sánchez. En la capital vasca ha saludado al exdelegado Jesús Loza, que varios días más tarde habrá de someterse a un aislamiento voluntario en su domicilio por haber estado en contacto con un médico que ha dado positivo al coronavirus.
La ministra es la última en llegar. Viste de lila, el color que hoy llenará las calles, y saluda a sus compañeras de debate. Son viejas amigas que conocen, porque lo han visto o lo han vivido, los límites que las mujeres encuentran en el sistema educativo a pesar de los esfuerzos que ese propio sistema hace para eliminarlos.
«No vamos a discrepar»
Es la hora de las imágenes, el momento en que el fotógrafo se adueña de la situación y, prescindiendo de cargos y galones, conduce de un lado para otro a las retratadas. Las lleva al exterior, a la orilla de la ría, procurando que de fondo no aparezcan los edificios de la Universidad de Deusto para no dar lugar a equívocos, cruzan una carretera ante la mirada de un conductor con cara de preguntarse qué es exactamente lo que está presenciando y ya dentro, en el Bizkaia Aretoa, prosigue la sesión. Es difícil que se repita un encuentro como este y hay que aprovechar la ocasión.
Superado el trance, el debate empieza en torno a una mesa desde la que se divisa el letrero de un centro comercial. Teresa Flaño, la periodista, introduce el primer tema y pronto la conversación fluye como si nunca hubiera habido un comienzo. Las cinco mujeres tienen mucho que decir. «Nos tenían que oír los compañeros», dice en un momento dado la presidenta del Consejo Escolar. «O las compañeras», puntualiza Isabel Celaá.
Es ella la primera en intervenir y tras la ministra lo hacen la consejera, la rectora, la presidenta del consejo y la directora. Parece que siguen un orden protocolario pero es una ilusión que se rompe cuando el debate deviene en conversación. «Qué bien me lo estoy pasando, no vamos a discrepar mucho», afirma Nélida Zaitegi mediada la tertulia.
Hablan de avances y retrocesos, del peso de siglos de historia en un sistema que desemboca en una universidad donde, como dice Balluerka, «las chicas brillantes tienen dudas y los chicos menos brillantes se lanzan rápido». Es una enseñanza donde, revela Zaitegi, «las maestras dedican más tiempo a ellos que a ellas», un mundo que lucha por romper barreras, incluidas las propias. «Cuando empecé a trabajar me destinaron a un centro de FP. El primer día el director me dio una hoja y me pidió que hiciera 35 fotocopias. Había pensado que era la nueva administrativa», recuerda Idoia Pujana, la directora de instituto.
La consejera debe irse y el debate entra en su recta final. Antes de que se pronuncie la última palabra, Nélida Zaitegi lee varias ideas que ha traído apuntadas en un papel y no le ha dado tiempo a exponer. «Que los chicos aprendan a poner en valor lo privado, la pornografía que ven cada vez de más jóvenes...». «Eso daría para mucho, necesitaríamos más días», le interrumpe la ministra. Pero ya no hay tiempo para más.
Las cinco mujeres comienzan a despedirse. Ellas han superado barreras, no han llegado por casualidad al puesto que ocupan; son la prueba visible de que ha habido avances pero también de lo fácil que es retroceder. La reunión de hoy ha sido excepcional. Quizá tarde en repetirse una cumbre parecida, quizá nunca más se dé la ocasión. «Estamos en un estado de alerta cautelosa», advierte Celaá. Todas se muestran de acuerdo.
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