«He disfrutado de mis amistades pero llegué a necesitar la soledad»
Pio Berasategi, de 84 años y residente en el centro Lamourous de Matia Fundazioa, es ejemplo de una vida en solitario
Cuando Pio Berasategi hizo las maletas para ingresar en el centro Lamourous de Matia Fundazioa tuvo una trifulca monumental con su hermana. « ... Yo no quería abandonar el caserío de Zegama, donde habíamos vivido en la infancia. Me sentí muy herido y acusé a mi hermana de ser la artífice de traerme aquí a morir», cuenta este zegamarra de 84 años. «La pobre se echó a llorar. Con el tiempo lo comprendí y le pedí perdón porque yo no tenía razón. Ya no podía valerme por mí mismo y necesitaba ayuda. Ahora somos además de hermanos, amigos; nos queremos mucho», relata.
Su terquedad provocó más de un disgusto entre sus familiares, algo que atribuye a «la gente de los pueblos, que somos muy machacones y no accedemos a nada que no esté en nuestros cálculos». El arraigo a sus recuerdos en Zegama le retenía allá, pero se desenvolvía con torpeza en las tareas cotidianas. El año pasado ingresó a regañadientes en este centro del barrio donostiarra de Intxaurrondo, donde se encuentra «muy a gusto», asegura.
Se levanta temprano -su sueño se ha ido acortando a medida que ha ido avanzando su edad- y allá adonde va le acompaña un concentrador de oxígeno. «Tengo dificultades para respirar. Las navidades pasadas estuve ingresado en el hospital de Zumarraga y a raíz de unos análisis de sangre me detectaron cáncer de pulmón. Ahora parece que el mal empieza a espabilar y en cualquier momento esto acabará, pero mientras siga respirando estoy tranquilo, no me da miedo que llegue el momento. Lo peor de morir es hacerlo sin una mano amiga a la que agarrarte. Es lo peor que le puede pasar a una persona, morir sola. Recuerdo que cuando mi hermano murió no me soltó la mano y murió abrazado a mí», relata sereno.
Querido y conocido en su entorno, asegura sin embargo que siempre ha sido una persona que ha buscado la soledad. «El problema surge cuando esa soledad se convierte en una compañera temida más que deseada», tal y como advierten desde el centro Lamourous.
En Gipuzkoa, un total de 15.000 personas mayores de 55 años se sienten solas, «vivan o no acompañadas». Pio es un ejemplo de todo lo contrario. «Con 17 años me fui a Madrid, donde viví durante 54 años. Me marché porque quería aprender algo, triunfar en la vida, y estudié tres años de Bellas Artes. Pero no sabía muy bien hablar castellano y los demás se burlaban de mí, así que me puse a estudiarlo para atacarles con el mismo arma. Me empeñé y ¡vaya que si les ridiculizaba! Eran unos populacheros», bromea.
Editará 'Las historias de Pio' si logra el dinero suficiente a través de un crowfunding
Después tuvo que ir a la 'mili' a Melilla durante un año escaso. Trabajó también en una agencia de prensa llevando los periódicos a casa, fue dependiente en una zapatería, estuvo en la base de Torrejón «con los americanos», hizo trabajos de talla y modelado, «pintura no porque soy daltónico», y en la Central Quesera de Madrid. «He vivido la vida de forma muy intensa, se me ha pasado casi sin enterarme. He hecho de todo. También disfrutaba mucho de mis amistades, he tenido amigos maravillosos, pero me gustaba estar solo. Yo llegué a necesitar la soledad, porque mucha gente me molestaba», expone.
Escritor de novelas
Ahora se entretiene con las visitas de sus tres sobrinas y su única hermana, «los demás se han muerto todos», y se distrae del aburrimiento escribiendo novelas, hasta que el sueño le vence. Dice que «no cuesta envejecer, aunque lo más duro es no poder valerte físicamente. Me cuesta mucho caminar, siempre me ha gustado mucho andar por el monte y eso sí que lo echo de menos», dice con resignación. Sin embargo, su avanzada edad no le ha impedido seguir creando y ocupando su tiempo, como lo ha hecho durante toda su vida.
Escritor de varias novelas sobre mitología vasca, recientemente acaba de terminar de escribir su último libro de cuentos, 22 nuevos relatos que rescatan historias de la cultura y la tradición vasca y del pueblo de Zegama y alrededores, de cómo salían las cuadrillas de los chicos a cortejar a las jóvenes del pueblo, de las experiencias de su tía cuando se fue a servir a Madrid, del gato que tuvo en la niñez…
Ahora están pendientes de ver la luz, si consigue el dinero suficiente a través del proyecto de crowdfunding 'Las historias de Pio', de la Diputación de Gipuzkoa e impulsado por MatiaZaleak, de Matia Fundazioa. Los interesados pueden apoyar el proyecto en la siguiente página web: goteo.org/proyect/las-historias-de-pio.
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