María Couso
«El cerebro humano lleva sin variar los últimos 50.000 años y lo que necesita un bebé ahora para su desarrollo cognitivo es exactamente lo mismo que necesitaban nuestros tatarabuelos»
La pedagoga experta en neuroeducación María Couso (Vigo, 1986) habla sobre el impacto que producen las pantallas en el cerebro de los más pequeños con ... dosis de conocimiento y sensatez y alerta de que estamos creando una generación de «analfabetos emocionales» si seguimos dando un móvil para calmar rabietas o rellenar los tiempos de espera. De ello hablará hoy esta divulgadora y autora de varios libros en la charla 'Cerebro y pantallas', que organiza la asociación de altas capacidades de Gipuzkoa, Alcagi, a las 16.30 horas en el colegio Jesuitak de Donostia.
– Una pareja se sienta a la mesa en un restaurante y mientras llega la comida, su hijo pequeño se entretiene con el móvil. ¿El 'chupete digital' está cada vez más normalizado?
– Sí, se está normalizando el uso de estos dispositivos para tiempos de espera que en realidad ayudan al desarrollo adecuado del cerebro del niño. Los niños necesitan tener tiempo en el que no se haga absolutamente nada, que es cuando activamos la red neuronal por defecto, que es la madre de la creatividad, y las familias muchas veces no lo permiten porque se incomodan. Entonces, te aparco delante de la pantalla y así yo también puedo tomarme el café tranquila. Y creemos que no hay perjuicio.
– ¿Qué ocurre cuando le doy a mi hijo el móvil para sofocar una rabieta?
– Básicamente lo que sucede es que la posibilidad de la gestión emocional por parte del niño cae en picado. Los niños nacen sin la posibilidad de esa regulación emocional y cuando yo te entrego una pantalla para calmar, estoy inhibiendo tu capacidad de aprendizaje sobre cómo regular esas emociones. Estamos creando analfabetos emocionales; personas que en cuanto algo les sienta mal, rápidamente calman la emoción delante de una pantalla y en lugar de buscar el abrazo del que tienen al lado, la interacción o incluso la conversación en persona, se calman mediante las pantallas. Ahora los adolescentes están muy acostumbrados a pedir perdón por mensaje de texto. De hecho, el 98% de los adolescentes de nuestro país confirma que prefieren mandar un mensaje a recibir una llamada de teléfono y hablar y cuando se les pregunta por qué, todos contestan porque el mensaje oral no lo puedes corregir una vez está lanzado. Estamos perdiendo la espontaneidad.
– ¿Qué más cosas suceden en el cerebro con una pantalla delante?
– Estamos observando que aquellos niños que están expuestos desde edades muy tempranas, incluso por debajo de los dos añitos, tienen impactos negativos en áreas morfológicas del cerebro que se encargan del lenguaje. En las recientes investigaciones se está observando que hay una ralentización en el desarrollo del lenguaje. También observamos que hay trastornos del sueño referidos a ese alto consumo o dificultades para sostener la atención, lo que hace que impacte negativamente en el rendimiento dentro de los centros educativos . Y lo estamos viendo.
– Más allá de la propia percepción en el aula, ¿existe ya un respaldo científico?
– Sí, son resultados de investigaciones longitudinales, esto es, que miden las respuestas de los individuos estudiados a lo largo de varios años y cuál es la afectación o la durabilidad de los efectos perjudiciales de esa exposición.
– A pesar de las advertencias, el mensaje no parece estar calando...
– No, no está calando porque es un recurso fácil y accesible para las familias. Me permite seguir con mi vida laboral, mi ritmo a gran velocidad y recurro a estos chupetes emocionales para aparcar a los niños ante la pantalla y poder seguir con nuestro día a día. Además, las consecuencias son, de alguna manera, invisibles a simple vista porque estos estudios están ofreciendo resultados a largo plazo. El ser humano es incapaz muchas veces de ver los efectos que no son claramente visibles al ojo humano.
– ¿Qué situaciones son las que más le asombran?
– Una de las que más me ha escandalizado es encontrarme en el supermercado un capazo con un arco específico donde colocar el dispositivo móvil y ver a un bebé de unos 3-4 meses de vida acostado mirando el móvil mientras su madre hace la compra. Son cosas que me generan mucho escalofrío porque estamos privando a la infancia de la experimentación real.
– ¿Son nuestros hijos nativos digitales?
– Este término se hizo mundialmente famoso hace más de una década por el autor Marc Prensky en una de sus conferencias y empezamos a creer que los niños vienen de alguna manera predeterminados desde la barriga para poder manejar mejor los dispositivos tecnológicos que las generaciones anteriores. Esto es totalmente incierto porque el cerebro humano no ha variado en el momento del nacimiento en los últimos 50.000 años. Esto quiere decir que lo que necesita un bebé ahora para su desarrollo cognitivo es exactamente lo mismo que necesitaban nuestros abuelos o tatarabuelos. ¿Qué sucede? Que esto choca frontalmente con las necesidades sociales: altos ritmos laborales, necesidad creciente de conciliación...
– ¿Televisión y móvil no son lo mismo?
– No, y hay una ligera diferencia: la tele no la puedes llevar puesta. Un móvil lo puedes meter en el bolsillo y llevarlo las 24 horas contigo e irrumpe peligrosamente en tus ciclos de sueño, en tu trabajo, en tus interacciones... porque incluso cuando estamos con otros en una cafetería, tenemos el móvil encima de la mesa y monitorizamos constantemente la pantalla.
– ¿Estamos a tiempo de cambiar las cosas?
– Sí y soy optimista con las generaciones futuras. Entiendo que el problema es sistémico, es decir, las familias tienen una parte importante que decir, pero también la propia sociedad porque vivimos insertados en una comunidad y es normal que la presión social nos lleve a ese uso masivo y que normalicemos situaciones que seguro que dentro de unos años nos parecerán surrealistas. Pero creo que también hay muchas posibilidades dentro de la individualidad. Hay que empezar cambiando nuestras rutinas diarias y dar ejemplo.
– ¿Qué hay de las generaciones actuales?
– Me preocupa el perjuicio que esto les pueda suponer cuando lleguen a la edad adulta. Ya lo estamos viendo con los problemas de salud mental en la franja de 14 y 24 años, el aumento del número de suicidios, de operaciones estéticas, un 216%, esto es todo lo que estamos 'chupando' del consumo excesivo de tecnología.
«Los niños necesitan tiempos de no hacer absolutamente nada porque ahí se activa la creatividad»
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