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Miles de jóvenes se reunieron en los alrededores del puerto donostiarra para celebrar el año nuevo. Jose mari lópez

Las celebraciones de Nochevieja en la calle hacen temer otro repunte de contagios

Con la hostelería cerrada a las 01h tras el aval judicial, la fiesta se trasladó a las calles sin graves incidentes pero con el peligro de las grandes aglomeraciones

Carlos Rodríguez Vidondo

San Sebastián

Sábado, 1 de enero 2022

La entrada al Año Nuevo se vivió en Gipuzkoa como si fuera puro verano. Por las altas y excepcionales temperaturas en pleno enero, y por ... el regreso de los macrobotellones. El cerrojazo a las 01.00 horas de la hostelería, avalado finalmente por el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco en un auto 'in extremis' –a doce horas de las campanadas–, sacó a la calle a miles de jóvenes para celebrar el final de 2021 y brindar por un nuevo año, del que todo el mundo desea que sea «normal». A falta de locales donde reunirse a celebrar, la diversión se trasladó a la calle y también dentro de las casas. Era lo esperable. Por suerte, no hubo incidentes graves. Pero el regreso de las grandes aglomeraciones, con una mayoría de gente sin mascarilla –obligatoria en exteriores–, acrecienta la inquietud por la explosión de la sexta ola con la variante ómicron y la previsión de que las próximas semanas van a ser todavía complicadas, con miles de personas confinadas en sus casas.

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Vista del espigón desde la terraza del Aquarium. jose mari lópez

Durante las primeras horas del nuevo año no se produjeron incidentes reseñables y, en líneas generales, la noche transcurrió con tranquilidad bajo el continuo control de los agentes, que apenas tuvieron que intervenir más que en contadas ocasiones. Una noche distinta e inusual con respecto a años anteriores que no contó ni con cotillones ni con toque de queda, como explicaba Martín, de veinte años. «La Nochevieja de 2019 la celebré en la gala del Tenis y el año pasado teníamos que estar en casa antes de la 1:00, así que es la primera vez que salgo por aquí».

Horas antes, con las campanadas y la entrada al nuevo año, Alderdi Eder presentaba un ambiente familiar para contemplar los fuegos artificiales y alargar las cenas en su última hora. A través de las ventanas del Hotel Londres, cada vez menos parejas apuraban los bailes y las copas entre luces violetas. «Solíamos ofrecer barra libre hasta las tantas» comentaba Ander, maître de los salones del hotel, «pero les hemos pedido que vinieran un poco antes para darles el cóctel a todos sentados, ofrecerles las uvas y que puedan disfrutar de la música hasta la hora de cierre». Admitía que las nuevas restricciones no sólo les han trastocado los horarios, «también hemos notado que ha influido en las reservas. Ha habido muchas cancelaciones, sobre todo, de clientes habituales de Asturias, Barcelona y de Madrid que han optado por no venir», e incluso ha supuesto la mitad de facturación. «Con el aforo al 60% hacemos la mitad de caja de lo que se solía ingresar. El hotel está bastante lleno, pero en estos días solía estar a tope».

Hacia la una de la madrugada, bares y restaurantes comenzaron a echar el cierre. El cotillón del Hotel Londres fue más apagado que otros años. JOSE MARI LÓPEZ

A medida que se iba acercando la hora límite, las mesas y sillas de las terrazas comenzaron a desaparecer, mientras los jóvenes con bolsas de plástico emprendían su camino hacia el Náutico. La terraza del café Relojberri en Boulevard, completamente llena hacía escasas horas, aparecía ahora prácticamente desierta. Iraia, responsable del local, se lamentaba pues no creía «que esto fuera justo. Ahora mismo estás viendo cómo cargan bolsas para hacer botellón y, en cambio, nos quitan la posibilidad de trabajar en una terraza al aire libre con la gente controlada, aforo y mascarillas. La gente está haciendo el mismo consumo, pero en la calle». En su caso, económicamente «ha supuesto la disminución del salario de los camareros, porque esta suele ser una noche en la que se trabaja muy bien y solemos recibir un plus» añadía.

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El muelle se llena tras el cierre

Hacia las 01:30 horas la calle Fermín Calbetón en la Parte Vieja continuaba concentrando densos grupos de turistas frente a la puerta de algún pub que aún se resistía a echar el cierre. Mientras en Sagüés, la Zurriola y la calle Reyes Católicos, zonas frecuentes de ocio de la ciudad, esta vez no se respiraba ambiente festivo. Como tampoco en los voladizos de la Concha, más callado que de costumbre. El puerto, sin embargo, desde el Náutico hasta la antigua lonja iba poco a poco llenándose a partir de las 2:00 horas. Una imagen recurrente que podía verse el pasado verano pero, esta vez, arreglada con vestidos de lentejuelas y corbatas para la ocasión.

A partir de la 01:30 horas desde el Náutico hasta la antigua lonja empezó a aglutinarse un buen número de jóvenes. jose mari lópez

Como tantos otros, Garazi y sus amigas veían cómo la discoteca GU, donde en un principio iban a estar celebrando su Nochevieja, permanecía completamente a oscuras. «Nos han enviado un correo dándonos a elegir entre que nos devuelvan el dinero entre mañana y el jueves o recibir un pase VIP para usar otro día». No ha sido este el caso de otros jóvenes que, en vistas de la evolución de la pandemia, no fueron tan optimistas con los cotillones. «Íbamos a intentar conseguir entradas para el Bataplán y el Molly Malone pero al final no compramos porque sabíamos que se iba a cancelar todo. Era algo que se venía venir y, además, hay mucho Covid» contaban Rihana y su cuadrilla desde las escaleras de Santa María del Coro. Para ellas, los locales resultaban una mejor opción «por comodidad», aunque ante el virus se sentían más tranquilas al aire libre. «Además hace buen tiempo», y es que cuando el reloj marcaba las 03:30 horas, el termómetro aún se mantenía en los 20ºC.

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Brenda, Leire, Garazi y Varvara, un grupo de estudiantes que se acercaron a celebrar el 2022. jose mari lópez

Ausencia generalizada de mascarillas en las zonas más concurridas, aunque Rihana aseguraba que «todas nos hemos hecho tests antes de ir a las cenas y hemos dado negativo. Como no vamos a celebrar los Reyes con la familia, pues estamos más tranquilas». De la misma forma se pronunciaba Martín, pues en su opinión «es una lotería, si no te andas con ojo aquí lo coges casi seguro. Digamos que si quieres pasar la fiesta bien del todo y te quitas la mascarilla, compartes el vaso… luego asumes las consecuencias de que, seguramente durante los próximos días, vas a pasar confinado en casa. Al menos yo el plan en el que salgo es que no pretendo beber ni bajarme la mascarilla, para luego llegar a casa con la tranquilidad de no haber cogido nada. Igualmente, mañana saldré de dudas con alguna prueba. Es una decisión de cada uno».

Sin grandes incidentes

Desde una prudente distancia un vecino del Antiguo observaba a la muchedumbre. «Esto me parece una vergüenza totalmente, yo también he sido joven pero... He venido desde mi barrio en moto para echar un vistazo y no esperaba ver a tantísima gente. Incluso dos agentes municipales me han dicho que se les había ido de las manos». Fuentes de la Ertzaintza aseguraban que el objetivo era «controlar que el ambiente no se violentara», pero que en ningún caso se iba a intervenir para desalojar el espacio. El único incidente observado se produjo alrededor de las 02.30 horas cuando comenzó un lanzamiento de botellas entre dos grupos de personas extranjeras. Rápidamente los agentes de la policía municipal intervinieron para disolver el enfrentamiento sin mayor trascendencia.

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Previamente se notificaron dos sucesos no relacionados con los botellones de Nochevieja. Sobre las 22:30 horas un ciudadano de origen árabe se encaramó a una de las farolas del puente de María Cristina, precipitándose al suelo. Según relatan desde la policía local, el hombre fue trasladado a un centro psiquiátrico. Asimismo, poco después de medianoche, vecinos alertaron de un incendio en Ulia que no ha afectado a ninguna vivienda y del que aún no se ha investigado el origen. A la llamada acudieron dos camiones de bomberos, y aún a las 04:00 horas permanecía un equipo pendiente de que el fuego no se reavivara.

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