Daños por un rayo en la Universidad de Oñati

El corazón del Renacimiento en Gipuzkoa

El destrozo provocado por el impacto de un rayo se suma a la larga historia de este edificio del siglo XVI, que incluye referencias a Carlos I así como guiños a su fundador, Rodrigo Mercado de Zuazola

Domingo, 20 de julio 2025

Hace una semana, un rayo impactó en la fachada de la Universidad de Oñati. El suceso provocó el desprendimiento de una de sus figuras más emblemáticas, marcando así el comienzo de un nuevo capítulo en la historia de este icono del Renacimiento en Euskadi. Además de ser el primer edificio de este movimiento artístico construido en Gipuzkoa, la de Sancti Spiritus fue la primera universidad levantada en suelo vasco. El desastre que causó una tormenta eléctrica ha dejado una serie de opciones sobre la mesa acerca de qué hacer con la figura destruida del soldado;y para entender la importancia de este accidente, es necesario hacer un pequeño viaje en el tiempo hasta el siglo XVI.

Fue el oñatiarra Rodrigo Mercado de Zuazola quien fundó la institución. El que, además, fue obispo de Mallorca y de Álava, mandó construirla en 1534 para «dejar algo importante a su tierra, un colegio –del latín, 'colegium', que se refiere a la enseñanza– dirigido a los naturales de la villa y de toda la tierra vascongada», explica Montserrat Fornells, autora del libro 'La Universidad de Oñati y el Renacimiento'. El edificio «sigue los modelos de otras universidades castellanas» y fue «inspirada» en el Colegio de Santa Cruz de Valladolid, —actual Palacio de Santa Cruz—, explica la experta. Las similitudes entre ambas fachadas son innegables, con cuatro pilastrones simétricos decorando estas.

Fueron «dos grandes arquitectos el Renacimiento de la Corona de Castilla», Diego de Siloé y Rodrigo Gil de Hontañón, los encargados de levantar la Universidad, mientras que el francés Pierre Picart se encargó de la fachada. Resulta curioso que, a raíz de este encargo, Picart terminó afincado en Oñati, casado con una mujer natural de la villa.

Al parecer, el francés empezó tallando, en 1545, «las esculturas que marcan la puerta de entrada» a la Univerisdad de Sancti Spiritus. Así, en una de estas, aparece el propio Rodrigo Mercado de Zuazola, rezando, imagen que reproduce «la de su monumento funerario de la iglesia de San Miguel», también en Oñati.

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Debido a su gran influencia en la corte, Carlos I de España,(Carlos V de Alemania), nombró a Mercado de Zuazola consejero real. Por ello, el oñatiarra decidió que Carlos I fuera el emperador patrono de la Universidad de Oñati. Es el escudo con el águila bicéfala, que luce sobre la puerta de entrada, el elemento que hace referencia al monarca y que «protege a la Universidad». Esta decoración, añade Fornells, «es realmente estupenda porque implica también el estilo plateresco, el primer estilo del Renacimiento».

Aún y todo, una vez terminada la fachada en torno a 1545, el oñatiarra no estaba satisfecho. «Le parece pobre, porque tiene una extensión importante y solo hay decoración enmarcando la puerta», señala Fornells. Es entonces cuando se inspira en el Colegio de Santa Cruz de Valladolid e incorpora los cuatro pilastrones que marcan la fachada, con dos a cada lado de la puerta, y otros dos en los extremos del edificio, con una serie de imágenes de santas y de virtudes. Fue precisamente en una de estas pilastras donde impactó un rayo el pasado sábado e hizo añicos la figura del guerrero que remataba una de estas. «Se llamaban los soldados de la fe, los miles gloriosos y se identifican con los soldados de Cristo», añade la experta, subrayando el intento de «fusionar la cultura clásica con el mundo cristiano». Cómo el rayo terminó por derribar esta figura sigue siendo objeto de preguntas pues la Iglesia de San Miguel, que se encuentra a pocos metros de la Universidad de Oñati, «tiene un pararayos, pero parece que el del pasado sábado se vio atraído por la lanza de metal» que sujeta el guerrero en lo alto de la pilastra.

Aunque todavía no se sabe qué ocurrira con el soldado abatido, esta claro que este suceso se convierte en una historia más en la fachada de la Universidad de Sancti Spiritus.

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