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El inicio del juicio por el crimen de Aintzane Pujana tuvo este viernes como protagonistas, además de la exposición de las posturas de la defensa de cada miembro de la pareja acusada de su asesinato la noche del 1 al 2 de enero del 2020, al novio que denunció su desaparición y al cliente que contrató un encuentro sexual que nunca se produjo con la donostiarra de 32 años. Ambas defensas pidieron que sus acusados declaren en último lugar, petición que fue aceptada y no se expresaron ayer.
Esa fatídica noche, horas antes de su fallecimiento, Pujana llamó al que era su novio desde noviembre. Aintzane comenzó «un principio de pareja» con él. «Me contó que había solido dedicarse a vender su cuerpo por dinero. Según ella no volvió a hacerlo mientras estuvimos juntos, aunque después me he enterado que sí. Sentí que fui engañado», expresó.
Convivieron alrededor de un mes, tiempo en el que hubo episodios de «bastante agresividad» cuando Pujana, que meses antes había pedido al psiquiatra ingresar «voluntariamente» en un centro de Arrasate, mezclaba «su medicamento con alcohol».
El 8 de diciembre Pujana se fue al agroturismo de Aizarnazabal con los dos acusados de su asesinato. La razón que dio a su pareja fue «me voy con unos amigos de vacaciones de Navidad».
Un día el novio se encontró a Pujana con sus dos nuevos compañeros de vacaciones. Se los presentó como «Jose y Rosa», nombres que no corresponden a su identidad real. «Ella me dio el número de él para mantener el contacto si se le rompía el móvil. Lo guardé como 'Jose Passat'». Era el coche en el que los vio.
El testigo indicó que «no insinuó en ningún momento que podía estar en el agroturismo de Aizarnazabal en contra de su voluntad, no se me ocurrió». De hecho, el 24 el hombre regaló «un anillo de plata» a Aintzane y la petición de quedarse a dormir en su casa fue desistida. Fue la última vez que se vieron.
Él le felicitó el año nuevo el 31 de diciembre. «Me respondió la mañana siguiente. Estaba en Hondarribia» con los dos acusados porque, al parecer, era el cumpleaños de la madre del procesado, y mientras tanto ella daba un paseo a su perro 'Tyson'.
La tensión vino después cuando, hacia las diez de la noche, «me llamó llorando. 'Cariño, ven a buscarme, me están pegando y me han quitado a mi perro y a mi conejo'», dos mascotas a las que tenía mucho cariño.
Explicó que no pudo acudir a su rescate porque «no tengo coche». Después de pedírselo a amigos y conocidos «nadie pudo llevarme y por mi situación económica no me podía permitir un taxi de ida y otro de vuelta». Es la última vez que habló con ella y, ante la mirada de toda la sala, incluidos los dos acusados, admitió que «siento arrepentimiento todos los días por no haber podido ir».
Según la acusación de la Fiscalía, los presuntos homicidas arrojaron el cuerpo sin vida de Pujana en una zona de matorrales del barrio de Etxabe de Aizarnazabal y acto seguido trataron de «deshacerse de la ropa de la víctima». Una patrulla interceptó a la pareja en un aparcamiento de la N-634, la carretera entre Zumaia y Getaria, y los identificó porque en enero de 2021 aún estaba en vigor el toque de queda por las medidas sanitarias de la pandemia.
«Me llamó 'Jose Passat' diciéndome que les habían retenido el coche porque no tenía la ITV en vigor, pero que la Ertzaintza no podía llevarse el vehículo porque el perro de Aintzane –un american staffordshire terrier con mezcla de labrador– estaba en el maletero, y a ver si podía ir a por él. Me pagaron el taxi hasta allí, durante el trayecto fui hablando por teléfono con ella», la acusada.
«Había mucha ropa de mujer», precisó a la pregunta de la Fiscalía sobre si vio algo más en ese compartimento del coche. «Pregunté por Aintzane y me dijeron que llevaba desde ayer desaparecida, que se había ido con un cliente». Le dejaron en la estación de Euskotren, «donde esperé una hora y media», y al siguiente día, al comprobar que Pujana no respondía a sus llamadas –«nunca apagaba el móvil»– su pareja sentimental denunció su desaparición en la Ertzaintza.
Mientras tanto, esa noche del 1 al 2 de enero un vecino de Azpeitia había ya desistido de recibir el encuentro sexual que había contratado. Ese hombre conoció «unos meses antes» a la donostiarra mediante una web de anuncios dirigida a estos encuentros sexuales. Lo recuerda, tal y como expresó, porque «estuvimos hablando y la vi muy mal. Intenté que lo soltase todo y se tranquilizara, pero me montó 'un cristo' que hasta me echó de mi casa».
Preguntado por si conocía la causa de su estado, respondió que «era un poco por todo», y le prometió que «la iba a ayudar». Tras ese encuentro intercambiaron «unos pocos mensajes» para interesarse por su estado, pero nunca más se vieron las caras a pesar de que la noche del 1 de enero el cliente, después de ver un anuncio en una web, pidió «una chica vasca» que resultó ser Aintzane Pujana.
Pero nunca llegó. «Mandé un WhatsApp y se me aseguró que vendría una chica, pero no llegó nadie y me fui a la cama. Cuando estaba dormido, horas después, llamaron al telefonillo y apareció otra mujer, de piel morena y pelo moreno, y estuvimos un rato, pero se fue a la hora», indicó.
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También testificó un hombre que conoció a Aintzane en verano del 2020 y con quien mantuvo una breve relación. La última vez que se vieron personalmente fue «a finales de septiembre o a principios de octubre». En los meses posteriores continuaron el contacto «para saber de su vida» hasta que en fechas próximas a Navidad la llamó y en un momento de la conversación se puso un hombre al teléfono para decir: «'No vuelvas a llamar más, no molestes a las chicas'. Se me quedó grabado».
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