Las diez noticias clave de la jornada
Los participantes en el curso analizan huellas dactilares de sospechosos para buscar encontrar coincidencias como la que se halló en el lugar de los hechos. FOTOS IÑIGO ROYO

El caso del cadáver en la oficina

¿Suicidio o asesinato? Miembros del CSI de la Ertzaintza montan un laboratorio criminalístico en el Palacio de Miramar para investigar una muerte ficticia dentro de una sesión de prácticas en un curso de verano sobre ciencias forenses

Javier Guillenea

San Sebastián

Miércoles, 3 de julio 2024, 02:00

El cadáver, aún sentado y sin muestras de rigidez, yace sobre la mesa de una pequeña sala de reuniones. Sobre la mesa hay dos tazas y papeles como los que han caído al suelo. El hombre sujeta una pistola con la mano derecha, el dedo en el gatillo. En la cabeza tiene dos orificios de bala, uno de entrada y otro de salida. Frente al cuerpo hay una nota manuscrita y firmada por el fallecido. «No soporto más esta situación. Todo mi agradecimiento para los que me tuvisteis aprecio. Solo pretendo terminar con mi sufrimiento». Parece un caso claro de suicidio. ¿O no? ¿Y esas huellas diferentes marcadas sobre la sangre del suelo? ¿Y las dos tazas? Lo evidente no siempre es el mejor camino para llegar a la verdad. Quizá sea mejor investigar lo ocurrido con más detenimiento.

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En el lugar de los hechos, los técnicos de la Ertzaintza han recogido siete evidencias. Una pistola, un casquillo, un proyectil, la carta de despedida, las tazas de café, una de ellas con rastros de carmín, una huella de calzado estampada en la sangre y manchas de sangre características son, junto con el posterior informe del forense, los elementos que servirán para esclarecer el misterio. El problema es que solo hay dos días para averiguarlo, el tiempo que dura el curso de verano de la UPV/EHU 'Ciencias Forenses y Criminalística: capacidades técnicas periciales en el laboratorio criminalístico'.

En un laboratorio instalado en uno de los salones del Palacio de Miramar, los participantes en el curso participaron el lunes en una clase práctica en la que expertos de la Ertzaintza, los CSI de la Policía vasca, mostraron sus métodos de trabajo. Se trataba de analizar las evidencias recogidas en el lugar del presunto suicidio y llegar a una conclusión que se daría a conocer al día siguiente.

Genética

«En los juicios no van a cuestionar los resultados del ADN, sino la cadena de custodia»

El laboratorio está dividido en dos áreas. En una se simula la recogida de evidencias y en la otra su análisis. Una de estas evidencias es una huella dactilar en una de las tazas. Para obtenerla se ha utilizado un pincel magnético, que no es sino una especie de bolígrafo con un imán al que se adhiere polvo metálico que se irá depositando sobre la huella. Cuando ha quedado cubierta, se recoge el polvo con el imán y sobre los restos que han quedado se coloca una lámina plástica en la que queda impresa la marca dactilar, el trasplantador.

Una vez a salvo, debidamente fotografiada y siempre manteniendo la cadena de custodia, la huella dactilar se traslada a otra zona donde se coteja con las bases de datos de detenidos. En esta ocasión el sistema ha seleccionado cuatro posibles candidatos, hay que examinar sus huellas para ver si alguna coincide con la de la taza. Para llegar a la conclusión de que dos son iguales «dos peritos tienen que ver doce puntos coincidentes y ninguno excluyente», explica el experto en lifoscopia de la Ertzaintza, mientras comienza a hablar de triángulos llamados delta, núcleos con forma de presilla o ansiformes, crestas de fricción, convergencias y todos esos detalles que hacen de cada huella dactilar un mundo único.

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Mientras los alumnos tratan de hallar puntos en común llega la hora de analizar el material genético que se ha recogido en una taza y en la pistola. Con unos bastoncillos de algodón (hisopos) humedecidos con agua destilada, un ertzaina frota el recipiente y el arma, que sujeta con dos dedos enguantados. «Hay que tocarla lo menos posible aunque se tengan guantes», explica. El ADN de la taza no es una prueba concluyente, pero «el de la pistola es la prueba incriminatoria. La evidencia estrella es el disparador del arma».

Lifoscopia

«Para que dos huellas dactilares sean iguales tienen que tener doce puntos coincidentes»

«Puede haber muchos casos en los que no encontramos nada», dice el técnico. Quizá en esta ocasión el asesino, si es que lo hay, haya borrado su rastro. «La lejía se carga el ADN o también pueden sumergir el arma en un cubo con agua». Lo de usar un pañuelo mejor descartarlo. Puede ser efectivo para borrar las huellas, pero no garantiza que se eliminen los rastros genéticos.

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Los hisopos se llevan al laboratorio de genética forense metidos en tubos convenientemente identificados. «En los juicios los abogados no van a cuestionar los resultados de las pruebas de ADN, sino la cadena de custodia, por eso hay que ser muy cuidadoso con ella», dice el experto. Tras un primer análisis, se ve que en la taza hay ADN de una mujer y en la pistola el de dos personas. Una consulta con las bases de datos sirve de nuevo para seleccionar a cuatro sospechosas. El cerco se estrecha.

Buena letra

Las huellas de calzado recogidas en la pequeña sala de reuniones conducen también a una mujer. Había dos pisadas diferentes de hombre, pero pronto se ve que son de zapatos de seguridad. Pertenecen a los sanitarios que acudieron a tratar de socorrer a la víctima. «Hay una contaminación, pero es inevitable, cuando llegan su prioridad es atender a la víctima». Las huellas de la mujer no ofrecen lugar a dudas. Alguien con tacón ha dejado marcado su paso. Todo parece estar claro.

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Por si quedara alguna incertidumbre, del estudio grafológico de la nota de suicidio se deduce que no fue escrita por la víctima. La hizo otra persona que trató de imitar su letra, pero eso es algo casi imposible de lograr. Por mucho que se quiera evitar, siempre acaba aflorando en algún lugar del texto la caligrafía propia de cada persona. «Es inconsciente, cuesta disimilar la escritura», afirman los grafólogos.

El caso del cadáver en la oficina quedó resuelto este martes por la mañana, cuando todos los participantes en el curso coincidieron en señalar que estaban ante un crimen y no un suicidio. La historia que cuentan las evidencias es la de una mujer que disparó a su víctima con una pistola, le puso el arma en la mano y escribió la nota. Era elemental.

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